Plan “PPF” Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 15, 1-8

EVANGELIO
El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante

Lectura del santo Evangelio según san Juan 15, 1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

Palabra del Señor.

Plan “PPF”
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hoy proponemos este plan: “Permanecer en Él”, “la Poda” y “los Frutos”.

Permanecer en Él: Jesús insiste 7 veces en este Evangelio, en la necesidad de permanencia en Él. No basta con encuentros esporádicos, sino una vida enteramente inspirada por Él. “Cristo mismo «mediante el sacramento del matrimonio, sale al encuentro de los esposos cristianos (cf. Gaudium et spes, 48). Permanece con ellos, les da la fuerza de seguirle tomando su cruz, de levantarse después de sus caídas, de perdonarse mutuamente, de llevar unos las cargas de los otros»” (Papa Francisco. Amoris Laetitia 73). Cristo permanece en nuestro matrimonio.

La poda: Pero por la triple concupiscencia que habla San Juan Pablo II – ese dejarme llevar por los “para mí” a través de los ojos, la carne y la soberbia del mundo -, hacen que necesitemos de una poda constantemente, día a día, que cambie nuestra mirada y se centre en el esposo. Enseguida nos parece que no podremos vivir sin nuestro hermoso follaje y hojarasca, nuestros orgullos intocables y nuestros caprichosos entretenimientos. Y así, se va dispersando la savia, la fuerza que el Señor nos transmite para que construyamos una comunión de esposos, y el fruto resultante es raquítico o nulo.

Lamentablemente, necesitamos la poda bendita, ¡Reconozcámoslo!. Es un corte purificador y liberador. Al quitarnos el follaje y las peligrosas desviaciones, la savia puede concentrarse y conseguir el fruto deseado. Para crecer hay que cortar: Sea por la renuncia, por una enfermedad, por un fracaso, por un cambio no deseado. La tijera liberadora siempre en la mano del Podador. Bendito sea.

Los frutos: Para los esposos, los frutos que Dios quiere son: La misericordia ante las debilidades del otro, la valentía de mostrarnos totalmente tal cual somos, la humildad de pedirnos ayuda y dejarnos ayudar, la comprensión mutua, la ternura, el servicio mutuo y a la familia y a los demás… San Juan nos explica cómo han de ser esos frutos de amor, «no de palabra ni de boca, sino con obras y según verdad».

Así podremos ofrecer en la mesa del Señor, y en todas las mesas de la vida, el fruto exquisito de nuestra vid conyugal, el «vino bueno» de nuestro amor. Este es el vino de las bodas de Caná que Cristo saca de lo que sólo era agua.

Madre:
Nosotros queremos ser sarmientos de Jesús. Esposos que beben del Esposo permanentemente, unidad que surge y permanece unida a la eterna Alianza. Que nos alimentemos de Su savia, dispuestos siempre para la poda. Sí, que corte por donde quiera. No damos suficiente fruto pero queremos darlo. No permitas que nos alejemos de Él. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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