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Buen cepillado - Proyecto Amor Conyugal

Un buen cepillado. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 13, 21-33. 36-38

EVANGELIO

Uno de vosotros me va a entregar… No cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces
Lectura del santo Evangelio según san Juan 13, 21-33. 36-38

En aquel tiempo, estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo:
– «En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar». Sigue leyendo

Pequeños, grandes esposos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 11, 25-27

EVANGELIO

Has escondido estas cosas a los sabios y se las has revelado a los pequeños
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 25-27

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Si, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Palabra del Señor.

Nota: Testimonio de Marcus y Maribel sobre el retiro de junio de Proyecto Amor Conyugal. Accede aquí:

http://movil.religionenlibertad.com/articulo_rel.asp?idarticulo=58139&accion=

Pequeños, grandes esposos.

(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Es la única vez en todo el Evangelio que Jesús se refiere al Padre como “Señor de cielo y tierra”. El Gran Dios, el Todopoderoso, se fija en los más pequeños y se esconde ante los que se creen grandes. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Teresa: Rafa, tenemos que aceptar esta dura situación como una oportunidad para purificar nuestro corazón. Hay demasiado orgullo entre nosotros.
Rafa: Eso ¿Cómo va a ser? Dios no quiere que suframos. Esto es del Demonio y no estoy dispuesto a creer en tus tonterías. Pienso ponerles una demanda. Se van a enterar.
Teresa: Rafa, con eso, lo que vas a hacer es empeorar las cosas. No devuelvas mal por mal. Los vecinos son muy difíciles en el trato, pero eso no significa que nosotros tengamos que pagarles con la misma moneda. Aceptemos esta humillación en el nombre del Señor y ofrezcamos nuestro sufrimiento en reparación por nuestro orgullo.
(Meses más tarde…)
Rafa: Tenías razón, Teresa. Menos mal que me dejé influir por ti. Ahora, los vecinos están peleados con toda la comunidad menos con nosotros. Doy gracias a Dios por haberte hecho mi esposa, y haberme mostrado Su camino a través de ti. Ahora entiendo mejor Sus criterios. Gloria a Dios.
Teresa: Y yo le doy gracias por tu docilidad a Él. Alabado sea el Señor Todopoderoso.

Madre,

Nos empeñamos en ser grandes y nos perdemos lo más Grande, a Dios mismo. Nos perdemos la grandeza de nuestra vocación por culpa de la vanidad y el orgullo de pretender ser más de lo que somos. Te damos gracias, Madre, por todas las situaciones de purificación que pones en nuestro camino, para ayudarnos a mirarnos con la mirada del Creador. Alabado sea el Dios, Señor de cielo y tierra.

Escena 2. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 5, 20-26

EVANGELIO
Todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 20-26

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si nuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: «No matarás», y el que mate será reo de juicio.
Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano «imbécil», tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama «renegado», merece la condena de la “gehenna” del fuego.
Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito, procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo».

Palabra del Señor.

Escena 2.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Tan importante es mi esposo a los ojos de Dios, que le hiere enormemente que le llame imbécil.

No es tanto la palabra, sino lo que sale del corazón: El desprecio hacia el otro. Es una consecuencia del orgullo. El Señor considera que el amante no debe permitir jamás el desprecio de la persona amada. Un corazón no puede estar endurecido, armado para la defensa. Un corazón debe estar siempre dispuesto a ser invadido, conquistado, aunque sea a la fuerza. La misión del corazón no es la de protegerse, sino la de acoger al otro aunque venga armado, aunque corra el riesgo de ser herido. El esposo que ama no intenta matar la dignidad del amado con insultos. Intenta recuperarlo de sus debilidades con amor.

Aterrizado a la relación conyugal.
Escena 1:
Carla: Es la tercera vez que te digo que no te dejes la nevera abierta.
Román: Yo no me la he dejado abierta.
Carla: Vamos a ver. Aquí estamos dos, porque los niños están de campamento, y yo no me la he dejado abierta porque siempre lo compruebo. Tú en cambio, como siempre, empujas la puerta desde lejos y te vas.
Román: Carla, que te digo que no he sido yo.
Carla: Que lo hagas está mal, pero que no lo reconozcas cuando es tan obvio, es de imbéciles.
Román: Carla por favor, no insultes.
Carla: “no insultes, no insultes” (ridiculizando). Qué pasa, sólo te he llamado imbécil. Tenía que haberte llamado algo peor.
Román: (Tira el periódico y se va de la casa dando un portazo)

Escena 2:
Carla: Es la tercera vez que te digo que no te dejes la nevera abierta.
Román: Yo no me la he dejado abierta.
Carla: Vamos a ver. Aquí estamos dos, porque los niños están de campamento, y yo no me la he dejado abierta porque siempre lo compruebo. Tú en cambio, como siempre, empujas la puerta desde lejos y te vas.
Román: Carla, que te digo que no he sido yo.
Carla: Que lo hagas está mal, pero que no lo reconozcas cuando es tan obvio, es de imbéciles.
Román: Carla por favor, no insultes.
Carla: (Un momento de silencio. Carla reflexiona) Tienes razón, ¡Perdóname! He empezado desde el principio tratándote con desprecio, como si yo fuese mejor que tú. En realidad no te corregía por un bien para ti, sino que estaba pensando en mí. Perdona Román, tú no te mereces que te hable así (se echa llorando en sus brazos).
Román: No te preocupes, Carla (mientras le acaricia el pelo). Lo entiendo. Es verdad que ya me he dejado la nevera abierta varias veces, y la comida se echa a perder. Prestaré más atención ¿Vale?. Y ahora, deja que te compense (Dando un paso para atrás, se sienta en el sofá mientras mantiene cogidas sus manos). Ven y siéntate en mis rodillas…
Carla: Te amo.
Román: Te amo muchísimo.

Madre,
Es tan impresionante la dignidad que Dios nos ha dado, que si tomásemos conciencia de ello, nos trataríamos el uno al otro con una delicadeza exquisita. Gracias Señor por hacernos tan valiosos con la cantidad de amor que has puesto en nosotros. Alabado seas.

Más sensibles a los dones. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 20, 19-23

EVANGELIO
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo; recibid el Espíritu Santo
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 19-23

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Palabra del Señor.

Más sensibles a los dones.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hoy es Pentecostés. Dios vuelve a soplar su aliento sobre nosotros. La primera vez, sobre Adán cuando le transmitió la vida. Esta segunda vez, nos redime y con Su aliento nos transmite la Vida eterna que ha ganado para nosotros. Estábamos rezando juntos este Evangelio anoche, y de repente, se estrella una paloma contra la mosquitera como si quisiera entrar, y se queda posada en el carril de la ventana corredera. La recibimos como una señal del Espíritu Santo que responde a nuestra llamada ¡Gloria a Dios!

El amor humano que deberíamos entregarnos naturalmente, lo hemos despreciado por el pecado, y Cristo lo ha transformado en la posibilidad de amarnos, a través de la cruz, con el Amor Divino: El Amor que nace del Espíritu Santo que habita en nosotros, es el que ahora podemos entregarnos el uno al otro por el Sacramento del Matrimonio. ¿No es impresionante?.

Y ¿Cómo actúa el Espíritu en los esposos? Como dice San Juan Pablo II, crea una nueva composición de fuerzas interiores que cambian nuestra sensitividad, nuestra espiritualidad y nuestra afectividad, y nos hace más sensibles a los dones del Espíritu Santo. Los esposos que lo acogemos, ya no nos regimos por los atractivos mundanos, sino que ansiamos los frutos del Espíritu: Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad (amabilidad), bondad, fe (fidelidad), mansedumbre, templanza (dominio propio). ¡Cuánto ansiamos esos frutos para nuestro matrimonio! ¿verdad?.

Pentecostés nos trae un anticipo del cielo, hermanos esposos. Y Dios ha puesto en nuestra mano palparlo aquí en la Tierra. Es el Espíritu quien lo hace posible. Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con Sus obras y yo me alegraré con el Señor.

Una historia:
Mercedes: Rafa, hoy, día de Pentecostés, me preguntaba si el Espíritu habría actuado en nosotros. Así que he cogido las notas que íbamos tomando, las veces que nos hemos sentado a hablar tú y yo. He leído sobre los problemas que teníamos hace años, y me he dado cuenta de que el Espíritu nos está transformando absolutamente. Me he quedado asombrada.
Rafa: ¿Sí? ¡Qué bien, eso anima!. Cuenta, cuenta…
Mercedes: ¿Te acuerdas el problemón que teníamos porque tú ganabas más que yo? Después querías ayudar menos en casa, porque tu rendimiento en el trabajo era mayor.
Rafa: ¡Qué barbaridad! ¡Pobre! Lo que te hice sufrir con mi “justicia terrenal”.
Mercedes: Y la que te lie porque quería pintar las puertas de blanco cuando aún estaban nuevas. ¡No fue normal!. Y cuando no podía perdonar a tu hermana por aquello que me dijo…
Rafa: Ya… ¡Qué fuerte!, claro que me acuerdo. Lo pasamos fatal…
Mercedes: En cambio, ahora leo sobre nosotros, y nuestras peticiones son: Hacernos más humildes, entregarnos cada día con más fuerza para alcanzar la Paz, retirarnos de vez en cuando para renovar nuestra fe, que nuestros hijos se encuentren con el Señor con la misma fuerza que nosotros… Estoy asombrada. No pensé que el Espíritu nos había transformado tanto.
Rafa: ¡Qué fuerza! tiene… Vamos a invocarlo hoy especialmente y a darle gracias porque ha hecho obras grandes por nosotros.

Oramos con la secuencia: Ven Espíritu Santo… Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.

A buen ritmo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 1, 39-56

EVANGELIO
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56

En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y levantando la voz, exclamo:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu Vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».
María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi: “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia – como lo había prometido a nuestros padres – en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

Palabra del Señor.

A buen ritmo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hoy celebramos el día de la Visitación de la Virgen a su pariente Isabel. El texto nos describe cómo es el encuentro con María. Así es: Primero viene a mí, a auxiliarme. Después percibo una alegría indescriptible que me remueve por dentro. A continuación, me siento indigno de recibir Su visita. Y por último, descubro que Ella me muestra la grandeza del Señor y me da esperanza en Su promesa. Después, ya no se va nunca de mi corazón.

Miriam: Pepe, deberías rezar todos los días conmigo. Nos haría mucho bien.
Pepe: ¡Ay! Déjame, tanto rezar, rezar… Déjame a mi ritmo.
Miriam: ¿A tu ritmo? ¿Por qué a tu ritmo? ¿Acaso marcas tú el ritmo? ¿Organizaste tú el día en que te iba a llamar la Virgen?
Pepe: No.
Miriam: ¿Has diseñado tú la misión para la que has sido llamado?
Pepe: Pues no.
Miriam: No lo has organizado tú, no lo has diseñado tú y ¿Marcas tú el ritmo? ¿No será el Espíritu Santo el que te llamó a través de la Virgen? ¿No será Él quien te transformará al ritmo que Él considere oportuno?
Pepe: Sí. Tienes razón, esposa mía. En el fondo de mí veo una resistencia al cambio, una pereza… ¿Y cómo puedo superar esa barrera?
Miriam: Siendo dócil y humilde. Déjate de tanto pensar y tanto razonar, y haz lo que la Virgen nos vaya poniendo por delante. Cuando el Espíritu se encuentra que estamos dispuestos a dejarle hacer, hace proezas en nosotros. Porque Él derriba de su trono a los poderosos y enaltece a los humildes.
Pepe: O sea, como la Virgen. Esclavos del Señor.
Miriam: Te comería a besos Pepe. Qué bonito eres y qué nobleza tienes. Sí, esclavos del Señor. Y prepárate para vivir conmigo la grandeza del Señor.
Pepe: ¡Ey! ¡Eso suena bien!

Madre,
Por algo eres Madre de la Iglesia, porque nos muestras el camino hacia la conversión, el camino de la docilidad al Espíritu Santo. Tú nos llamaste, y estamos en tus manos. Se alegra muchísimo nuestro espíritu en Dios, nuestro Salvador. Alabado sea por siempre. Amén.