Lo que sana a mi esposo/a es el Amor de Cristo que Él me entrega por el Sacramento del Matrimonio para que yo se lo administre. Si no hay sanación, es que no está Cristo.
EVANGELIO
Jesús cura a dos ciegos que creen en él
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 9, 27-31
En aquel tiempo, dos ciegos seguían a Jesús, gritando:
«Ten compasión de nosotros, hijo de David».
Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo:
«¿Creéis que puedo hacerlo?».
Contestaron:
«Sí, Señor».
Entonces les tocó los ojos, diciendo:
«Que os suceda conforme a vuestra fe».
Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente:
«¡Cuidado con que lo sepa alguien!».
Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.
Palabra del Señor.
Avisos:
- Retiro en Navarra: 14, 15 y 16 de diciembre (Casa de Javier) Infórmate aquí: http://wp.me/p6AdRz-1r4
- Retiro en Madrid: 18-20 de enero (Casa Oblatos)
- Anuncio en Valencia: (Inauguramos ciudad!!) Viernes 25 de enero a las 20:30 en la parroquia de San Pascual Bailón.
- Retiro en Sevilla: 15-17 de febrero en Betania
- Retiro en Madrid: 22-24 de febrero (El Escorial)
- Retiro en Madrid: 8-10 de marzo (Casa Oblatos)
Me desarmó.
Si observamos en el Evangelio, allá donde Jesús está, sana. Siempre. Es una característica connatural, forma parte de Su naturaleza, Él es compasivo y misericordioso. Son los signos de Su presencia. Por tanto, si no hay sanación en mi vida, es porque no está Él, no le estoy dejando estar conmigo. Por el Sacramento del Matrimonio, nos administramos el Amor de Cristo el uno al otro, y esto es sanador. Pero lo que sana no es corregir, no es nuestra insistencia, ¡No!. Eso ahoga. Exaspera. Lo que sana, a ver si tomamos conciencia de ello y tenemos fe, es el Amor de Cristo que Él me entrega por el Sacramento para que yo se lo administre a mi esposo. En definitiva, cuánto bien hace un esposo santo a su cónyuge.
Los que cambian el mundo no son los exigentes y los reivindicativos. Los que cambian el mundo de verdad, son los santos. El Señor, por mi Sacramento me ofrece el poder de amar a mi esposo con Su Amor. Que yo me llene de Su gracia, tenga fe, y me esfuerce. El resto será obra Suya.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Marisa: Antes no estaba el Señor en nuestro matrimonio, aunque yo creía que sí. Pero en realidad me creía autora de lo que acontecía y me creía necesaria. Entonces comprendí el Corazón de Jesús. Cómo Él sana acogiendo, acercándose, tocando. La gente se sentía a gusto con Él y se le acercaba. Me di cuenta que mi esposo no estaba a gusto conmigo y no se me acercaba. El amor de Cristo no estaba en mí. Estaba mi vanidad y mi perfeccionismo.
Matrimonio Tutor: Eso que estás diciendo, Marisa, es el resultado de mucha luz del Espíritu Santo. Da muchas gracias a Dios. Pero, sigue, por favor.
Marisa: Tenía que apartarme yo para que actuase Cristo. Acudía con mucha frecuencia a los sacramentos, me esforzaba por acoger a mi esposo. Oraba en estas actitudes: Señor ayúdame a acogerle como Tú. Y muchas veces superando mis emociones y sentimientos, me esforzara porque se sintiese a gusto conmigo. No le iba a intentar mejorar si él no me lo pedía. Sólo acoger. Sólo que desease estar conmigo como si fuera Cristo. Y esa fue mi batalla. Me di cuenta lo vanidosa que estaba siendo.
Rafael (Esposo de Marisa): Cuando vi que un día y otro día se esforzaba por estar agradable para mí, luchaba por ello, y poco a poco el Señor la iba sanando, me relajé. Bajé mi escudo, y me quité la armadura. Literalmente “me desarmó”. Y empecé a ver en ella la ayuda adecuada que necesitaba en mi vida. Pasé de estar solo a estar juntos. Y me fui dejando conducir por ella al Señor. Y Él me sanó.
Madre,
Cristo siempre sana. Si no hay sanación, es que no está Cristo. Tenemos que descubrir qué hemos hecho con Él, por qué le hemos relegado, pero si está Él, Él sana, Él une. Alabado sea el Señor, que está siempre presente entre nosotros para nuestra salvación.