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Comentario del Evangelio para Matrimonios Mateo 8, 28-34

La autoridad en el matrimonio.

El hombre tiende a identificar autoridad con posesión, poder, dominio, éxito. Para Dios, en cambio, la autoridad significa servicio, humildad, amor; significa entrar en la lógica de Jesús que se inclina para lavar los pies de los discípulos, que busca el verdadero bien del hombre, que cura las heridas, que es capaz de un amor tan grande como para dar la vida, porque es Amor. Benedicto XVI, 29 de enero de 2012.

¿Qué hacer cuando tu esposo está furioso? Salir huyendo, evitándole…; buscar la autoridad humana imponiéndote para llevar la razón y dominar tú la situación en lugar de Dios…
Cristo no va contra las personas, sino contra el demonio que las tienta y las domina. Decide salvar una vida, aunque aquellos que le acompañaban estaban atemorizados. Esa es su misión, salvar a aquellos que le fueron entregados por el Padre.

También nosotros tenemos la responsabilidad-misión de la salvación de nuestro esposo, ese maravilloso don que nos ha entregado el Padre. No debemos huir cuando más necesita de Dios, de su Amor, sino que debemos actuar en el nombre de Dios, como dones de Dios para él/ella que necesita una ayuda adecuada para su salvación. Hay que prestarle esa ayuda, (somos ministros de la gracia de Dios para nuestro esposo) que nos preguntará qué hicimos en Su nombre, cómo fuimos representantes de Su amor.

Cristo nos enseña a estar siempre disponibles ante el necesitado, así nosotros debemos amar a nuestro esposo ante todo interés personal o material, pues nuestro esposo vale mas que nuestros intereses. Tenemos la autoridad que Dios nos da, y no otra. Debemos amarle con la misma autoridad de Jesús (que también la revive del Padre), la lógica de Dios desde el servicio y humildad buscando su verdadero bien, hasta el extremo: desde la humillación, el insulto, juicio… «El que pierda su vida por amor, la ganará».

El hombre, por el pecado, perdió la capacidad de verse como un don a sí mismo y a los demás. Cristo lleva a la plenitud esa revelación. Al entregarse por aquellos que le insultaban y golpeaban, a pesar de su falta de amor, Él nos hizo ver lo importantes que somos para Dios, nuestra verdadera dignidad. También Dios nos revela nuestra dignidad en Cristo, entregándonos a su Hijo único por el que todo lo ha hecho. No puede entregarnos nada más. Valemos lo que vale el amor de Dios por nosotros, y es enorme, inimaginable.

¿Reconozco esta dignidad en mi esposo?

Oramos con el Salmo: Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.

Comentario del Evangelio para Matrimonios Jn 13, 16-20

Compartimos una dignidad con Jesús, somos hijos en el Hijo.

Y estamos llamados a algo mucho más grande que nosotros mismos. A amarnos con el mismo amor de Cristo y por tanto con el mismo amor del Creador que nos hizo. Un signo de que esto es así, es la fecundidad. Es una prueba que demuestra que podemos ser co-creadores con el Padre, porque Él está presente. ¿Quién no ha percibido claramente que tener un hijo es un verdadero milagro?.

El que recibe a mi enviado me recibe a mí; y el que a mí me recibe, recibe al que me ha enviado. Esta es la unión de la que tenemos que ser fiel imagen en nuestro matrimonio y a la que tenemos que tender para ser más semejantes.

Todos los dones que hemos recibido de Dios, tienen un objetivo: La comunión de personas, como contraposición a la competitividad, el individualismo o el respeto como paradigma del “te dejo en paz para que me dejes tú a mí”. Cristo nos habla de otro tipo de relación. Una en la que el criado no es más que su amo: “Jesús acabó de lavar los pies a sus discípulos, (y) les dijo: …dichosos vosotros si lo ponéis en práctica”. Era ni más ni menos que un acto de servicio que hacían los esclavos a los invitados de su señor. ¡Menudo gesto nos deja Jesús en herencia!. ¿Cuánta distancia hay entre esto y el trato que se dan los esposos hoy en día?

Lavemos los pies de nuestro/a esposo/a para alcanzar la dicha. Como dijo el Papa Francisco: “Así Jesús lo quiso de nosotros”.

Oramos con el Salmo: Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades.