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Capaz de hacernos uno. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 16, 5-11

EVANGELIO
Si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor
Lectura del santo Evangelio según san Juan 16, 5-11

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: «¿Adónde vas?» Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré.
Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado».

Palabra del Señor.

Capaz de hacernos uno.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Muchas veces en la oración, he deseado, como los discípulos haber tenido la oportunidad de estar con Jesús, a su lado. Contemplar su mirada penetrante, escuchar su voz contundente, abrazarle y sentir en sus brazos el amor de Dios. Pensaba que eso me ayudaría más a serle fiel. Pero hoy Jesús me dice que no es así, que conviene que no esté Él en carne y hueso para que pueda estar conmigo el Espíritu Santo. Y es que no acabo de ser consciente de la potencia del Espíritu Santo en nosotros: Hace posible que creamos en Cristo por la fe, no por haberle visto; me enseña una justicia que no consiste en una equidad, sino en la misericordia, amar como Él amo, para poder ir con Él al Padre; y un Espíritu capaz de demostrarme que el mal está condenado, y no tiene poder contra mí. Ahí es nada…

La diferencia está en confiar en un amor basado en lo sensible, ver, tocar… y un amor basado en el poder de Dios. La diferencia está en un amor basado en compartir sensaciones agradables, que nos ayudan a caernos bien, y sentirnos afines, sentirnos bien juntos o un Amor capaz de hacernos UNO. Éste último es el construye nuestro matrimonio.

Una historia:
Ella era rubia, de ojos grandes y verdes. Una nariz graciosa, labios carnosos, sonrisa dulce… Una elegancia espectacular, en sus gestos, en su manera de vestir, de moverse. Una piel fina y suave y un tipito precioso. Él se enamoró locamente dada más verla. Pero además, no era nada creída, no tenía aires de grandeza. Era cercana, daba gusto estar con ella. Así que, con el tiempo, se animó y le pidió salir.

Habían pasado 30 años desde aquello. El cuerpo de ella estaba marcado por las huellas de la maternidad, era una mujer entregada, sin tiempo para ella, para gimnasios ni clínicas de belleza, y los años iban pasando poco a poco factura. Pasaron otros 20 años, y se encontraban ya en la etapa de la vejez, pero él estaba más unido a ella que nunca, la veía más hermosa que nunca, era parte de él y él de ella. Habían recorrido una vida juntos, compartido sinsabores y alegrías, habían dado vida, porque sobre todo, habían compartido el Amor de Dios. Habían invocado tantas veces juntos al Espíritu Santo… lo habían recibido en su Sacramento, y estuvo presente cada vez que se entregaron y se acogieron mutuamente. Ya no eran dos jovencitos, pero eran más que nunca, UNO.

Madre,
Esto te pedimos, que venga a nosotros el Espíritu Santo, que nos transforme, que nos siga dando fe, que nos ayude a ser misericordiosos el uno con el otro y que venza el mal para que no se inmiscuya en nuestro Proyecto de Amor. Esto te pedimos, Madre, que el Espíritu Santo nos haga UNO. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

¿Testigos? ¿A quién creer? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 16, 9-15

EVANGELIO
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 16, 9-15

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando.
Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo.
También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.
Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
Y les dijo:
«ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».

Palabra del Señor.

Nota: Proyecto Amor Conyugal anuncia un retiro para matrimonios que se celebrará en Madrid entre los días 16 y 18 de junio.

Hay pocas plazas. Para más información pincha aquí:
https://proyectoamorconyugal.es/retiro-matrimonios-proyecto-amor-conyugal-madrid-16-17-18-junio-2017/

 

¿Testigos? ¿A quién creer?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Jesús “les echó en cara su incredulidad”. ¿Cuántas veces ha ocurrido esto en el tiempo que estuvo entre ellos? No es habitual que Jesús eche en cara algo. Sin embargo, la incredulidad respecto al testimonio de otros, debe tener una importancia especial ¿No os parece?

El testimonio de otros, tiene tanta importancia para Dios y para la Iglesia, que se eleva al honor de los altares a muchos como beatos y santos. Muchos que se consideran modelos de identificación cristiana. Porque claro, también existe la mentira. ¿Cuándo creer y cuando no? Por un lado, tiene que haber una conexión entre el testimonio y la revelación, para que éste sea fiable. Por otro, cuando alguien da testimonio, se compromete personalmente con la causa, en algunos casos llegando incluso a dar la vida. Cristo habló de que resucitaría al tercer día (revelación) y vienen unos discípulos diciendo que lo han visto resucitado (se comprometen personalmente viniendo y dando la cara ante todos), y no les creen. Jesús, después de echarles en cara su incredulidad, les envía a proclamar el Evangelio, y ¡Ay! de los que no les crean.

Dejábamos ayer a medias la historia de Paco, que después de una vida de egoísmos y de utilizar a los demás en su propio beneficio, se convierte y decide aplicar el Evangelio en su vida. Obviamente, Paco había dejado muchas heridas en sus seres queridos y no tan queridos. Pero después de su conversión, Paco acabó teniendo muchas personas alrededor que le querían, aunque le costó mucho recuperar su confianza. Al principio, cada cosa buena que hacía por ellos, era interpretada como: “seguro que quiere algo a cambio”.

Pero Paco, continuaba hablando de Dios Amor, y siendo coherente con el Evangelio; ya no era dueño de su vida, dejaba que todo fuera hecho por Dios, entregó a Dios su voluntad curando así su orgullo. Como decíamos, había perdido poder en su trabajo y su “prestigio” se había visto muy afectado por aquel cambio. Se había implicado con la causa aceptando las consecuencias que pudieran venirle. Lo más importante en todo testigo es la autoridad de que éste está revestido, y la mayor autoridad la da la coherencia entre la verdad que se afirma y la vida que vive. Paco ya no era tan admirado en su trabajo, pero seguía entregándose por amor a Dios. No era tan “líder” en su casa, ni quedaba tan bien con sus amigos por saber tanto de todo, pero la Buena Noticia no es eficaz si no la proclama un “hombre nuevo”. Y eso, nadie lo negaba, ni su esposa, ni sus hijos. Paco era un “hombre nuevo”.

Ahora Paco es ante todo, testigo de la resurrección de Jesús, y su esposa está locamente enamorada del “nuevo” Paco.

¿Queréis conocer también la historia de la esposa de Paco? No os la perdáis. Continuará… mañana.

Madre,
Te doy gracias porque he creído. Tú has estado pendiente de mí, hasta que he creído. Cristo ha resucitado, y está aquí, a mi lado, en mí. Y me ama tan intensamente, que no me abandonará nunca. Y de eso, soy testigo, Madre. Alabado sea el Señor que nos ha salvado. ¡Aleluya!

Desandar el camino. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 24, 13-35

EVANGELIO
Lo reconocieron al partir el pan
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35

Aquel mismo día, el primero de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
– «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
– «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabe lo que ha pasado allí estos días?».
Él les dijo:
– «¿Qué?».
Ellos le contestaron:
– «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
– «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrará así en su gloria?»
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea a donde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
– «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
– «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
– «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor.

Desandar el camino.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

A veces, como los discípulos de Emaús, tenemos un contacto con Jesús y con la fe, que interpretamos a nuestra manera, pero acaba por desilusionarnos.

Los discípulos esperaban que Jesús reinase en Israel, como cualquier otro rey conquistador y victorioso. Pero el reinado de Jesús no es de este mundo. Como dice San Juan Pablo II, es importante la experiencia de descubrir que lo invisible determina más nuestra vida que lo visible. Entonces Jesús, les explica las Escrituras y se hace presente entre ellos al partir el pan.

Tenemos que aprender a aplicar nuestra fe a nuestra vida, en nuestra vocación concreta de esposos.

Continuamos con la historia de ayer, de Laura y David. Laura estaba enamorada del Señor, pero era un enamoramiento emocional. Se sentía bien rezando, experimentaba paz cuando estaba en oración o iba a un retiro. Así que, Laura, que no se sentía amada por su esposo, se refugiaba en su relación con Dios, que no le daba quebraderos de cabeza. Su sed de comunión la saciaba de esa forma. Pero ella no tenía su interés puesto en su relación con David. Era como si las promesas del Señor no fuesen aplicables a su relación conyugal. Aquello era un sinsentido, porque si estaban unidos por un Sacramento ¿Cómo no iba a estar Jesús presente entre ellos? Pero los ojos de Laura, como los de los discípulos de Emaús, no alcanzaban a verlo.

Entonces, Laura, se interesó por la verdad del matrimonio. Era como si San Juan Pablo le abriese los ojos y le hiciera comprender, mientras ardía su corazón: Su relación con su esposo no era separable de su relación con Jesús. No podía dejar de amar a su esposo y amar a Jesús, a pesar de que no recibiese de su esposo lo que ella esperaba. Tenía que entregarle a su esposo el amor que había recibido de Dios, en lugar de estar siempre esperando recibir de él todo lo que ella consideraba que debería darle. Entregarle el amor de Cristo era su misión, su manera de ser fiel a Dios y a su sacramento.
Laura tuvo que desandar el camino que había iniciado en su relación con su esposo, y comenzar de nuevo, pero esta vez, de otra manera, después de haber comprendido las Escrituras. Después, le contaba a otras esposas lo que le había pasado…

Madre,
Queremos meter a Dios en nuestros parámetros, en lugar de meternos nosotros en los suyos, y esto nos hace perdernos de vez en cuando. Pero gracias por iluminarnos el camino. Alabado sea el Señor que nos muestra la Verdad y nos lleva a ella con tanta paciencia. Gloria a Ti por siempre, Señor.

Una soledad escalofriante. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Sábado Santo.

Sábado Santo: Hoy es un día alitúrgico. No hay lecturas. Cristo está muerto.

Una soledad escalofriante.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Sí, Cristo ha muerto. Como tú y como yo, algún día. Él quiso participar de nuestra muerte, y descendió al lugar donde se encontraban todos los muertos, para rescatarlos. Por tanto, hoy estamos sin Él. No está en ningún Sagrario del mundo. Entras a la Iglesia y se percibe la falta de vida. Es como cuando entras en una mezquita. Se percibe la soledad escalofriante de que no hay nadie allí.

Por un día, me viene bien reflexionar sobre qué sería de mí si Cristo no estuviese. Notaría esa misma soledad a todas horas, esa misma frialdad. Una falta de esperanza se apoderaría de mis horas de sueño y una carencia de sentido envolvería mi matrimonio: Cristo no estaría presente en mi relación con mi esposo y nuestra relación de comunión sería imposible. Mi existencia sería temporal y se volvería inútil cualquier ilusión, cualquier esfuerzo. Terrible vida la de los que no creen. Pedimos hoy especialmente por ellos.

Ella está sola. Su esposo falleció hace unos días. Está desconsolada. Al drama de la noticia de su muerte, le siguió la tremenda sensación de soledad en casa. Sí, es cierto que discutían de vez en cuando, es cierto que a veces se hicieron daño el uno al otro, pero hoy no está, ni va a volver. Su esposo, con el que lo compartió todo, con el que tuvo varios hijos, con el que esperaba tener cada día una entrega mayor, ser su mejor ayuda, no está. Nadie le podrá sustituir nunca. La cama se ha quedado grande. El armario está medio vacío… y un montón de recuerdos le vienen a la cabeza a todas horas, y le hacen llorar. Incluso las cosas que menos le gustaban de él, ahora las echa de menos. ¿Qué será de mi vida sin él, el resto de mis días? Se preguntaba. ¿Cómo superar esa terrible soledad? Un sacerdote le dice: No te preocupes. Dios no te abandona, ni tu esposo tampoco. Tu esposo no está muerto… (Continuará).

Madre,
Qué terrible sería esa soledad que sentirías. Rodeada de desesperanza, de llantos de los discípulos. Sin poder dormir, por las escenas tan terribles que viviste ayer. Te acompañamos hoy en Tu soledad. Nadie lo sufrió más que Tú. Hoy somos nosotros los que te acompañamos, los que te enviamos nuestro cariño. Pero Tú confiabas en Dios, y nunca perdiste la esperanza. Fuiste el sostén de todos en aquellas circunstancias, como lo eres de nosotros. Gracias Madre.

Para bien o para mal. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 1, 14-20

EVANGELIO
Convertíos y creed en el Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 14-20

Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía:
«Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio».
Pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón. echando las redes en el mar, pues eran pescadores.
Jesús les dijo:
«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. A continuación los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon en pos de él.

Palabra del Señor.

Para bien o para mal.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Asistimos a la llamada de los primeros discípulos. En la última cena, el Señor les recordará: «No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que deis fruto, y vuestro fruto permanezca» [Jn 15,7-8]

Hemos sido elegidos por el Señor desde toda la eternidad “Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes de que nacieses, te tenía consagrado…” (Jer 1, 5) Para entenderlo, podríamos decir que Dios Padre tomó la decisión de crearnos después de elegirnos en su Hijo: Sabía la misión que Él nos iba a encomendar, porque formaríamos parte de Él y Él actúa a través de nosotros. Una vez que digo “Sí”, formo parte de Su misión. Me convierto en Su colaborador en la instauración del reino de Dios en este mundo.

Por tanto, es Él quien me elige y a mí me toca responder “Sí” o “No”, porque la duda es también un “No”. Hoy lo veo en la llamada a los primeros discípulos. Él llama y ellos responden dejándolo todo para seguirle.

El Señor tiene una misión para mí, que me ha asignado a través de mi vocación de esposo. De mi respuesta no sólo depende mi salvación, sino que afecta a otros muchos. Si digo “No”, afectará negativamente de manera grave a una innumerable cantidad de personas de mi alrededor, otras que dependen de mí y otras que dependerán de las que dependen de mí, y así de generación en generación. Si digo “Sí”, mi respuesta ayudará a muchos: A mi esposo, a mis hijos, a esposos amigos, familiares, a los hijos de mis hijos, a los hijos de mis amigos… de generación en generación. Toda una pirámide de generaciones.

A veces tengo una visión demasiado individualista de mi fe, pero lo cierto es que somos como piezas de un inmenso mecano, perfectamente engranadas. Todas son movidas por el Espíritu Santo, pero si una no quiere moverse, dificultará el movimiento de todas las que dependen de ella de una manera u otra. Lo vemos en el pueblo de Israel del AT, cómo la respuesta de un solo hombre a Dios, afectaba para bien o para mal a todo el pueblo y a sus hijos y a los hijos de sus hijos…

Madre:
Qué importante es mi “Sí”. Dios ha querido contar conmigo para bien o para mal. Debería tomar más conciencia de esto, para ser más radical en mi respuesta al Señor, como hicieron los primeros discípulos que lo dejaron inmediatamente todo para seguirle. El Señor ha puesto su confianza en mí, Madre. No dejes que le defraude. Alabado sea el Señor.