Por qué hay temor y desconfianza en nuestras vidas.
Dice Crisóstomo: “Los pecadores temen lo que conocen y lo que ignoran, se asustan de las sombras, sospechan de todo y se estremecen al menor ruido.” La frase de Herodes denota que estaba preocupado porque algunos decían que había resucitado Juan.
Cuando el hombre rompe amarras con Dios como Padre, el mundo pasa de ser un hogar en el que puede estar tranquilo porque el Padre cuida de él, a ser un lugar inhóspito. Al ver al hombre como dueño, no se fía de nada ni de nadie. Vive atemorizado. ¿Vives con miedo o con preocupaciones?.
Hay tantas variables en la vida que nos pueden dar motivos de preocupación: Relaciones matrimoniales (Fidelidad, respeto, desgaste, rutina…), Relaciones con los hijos (Adolescencia, desarrollo, maduración, su futuro…), Salud (La nuestra o la de nuestros familiares), Dinero (Hipoteca, trabajo…), Poder (Competitividad, zancadillas…), Imagen (Críticas, faltas de respeto, atentados contra la dignidad…), Delincuencia, Accidentes…
Quien se considera dueño de su vida y/o de lo que le rodea o considera a alguien dueño de algo, tiene infinidad de motivos por los que estar preocupado. El que confía en la providencia del Padre, descansa.
Para confiar en Dios, no basta con “creer” que existe. Es necesario tener una relación íntima y haber comprobado cómo interviene en nuestra vida. En todo está Él. Podemos vivir sabiendo de su existencia y no llegar nunca a confiar sinceramente en Él. Lo mismo ocurre con muchos matrimonios, que conviven juntos, comparten hijos, hogar, amigos… pero no se conocen, no comparten su intimidad y por lo tanto no confían el uno en el otro.
Compartir la intimidad es lo que genera la confianza. Entre los esposos, hay una ley específica y es que nuestro esposo/a es ministro de las gracias de Dios para nosotros. Por tanto, no llegaremos a esta cercanía con Dios si no es a través de él/ella. Dios tiene mucho que revelarnos de Él mismo y de nosotros, en nuestra mutua relación.
Vivamos con la tranquilidad y la paz interior de que tenemos un Padre que nos ama infinitamente. Solamente falta que le respondamos entregándole también nuestra intimidad y la de nuestro matrimonio.
Oramos con el Salmo: Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos.