Familias sin miedo.
Como hablamos hace menos de una semana, cuando rezábamos este mismo Evangelio, la tradición de la Iglesia identifica la barca de los discípulos con la Iglesia, y nosotros, como en aquella ocasión, hablaremos de la Familia, como Iglesia Doméstica.
El día que nos casamos, Cristo nos envió a navegar hasta la otra orilla, la de la comunión perfecta entre nosotros y con Dios, a la que llegaremos el día de nuestra muerte. Pero está claro, que la travesía no es fácil. Por el camino se hace de noche y empiezan las tormentas. Tenemos la tentación de pensar que Cristo no está con nosotros, y llegan los miedos. Añadido a esto, los discípulos se encontraban a unos 6km de la costa justo en mitad del lago, (según dicen los estudiosos de la biblia), por tanto se suma el inconveniente de que estarían exhaustos, cansados de remar.
Dicen que más del 90% de los miedos, tienen su origen en cosas que no han sucedido y que no sucederán jamás. Pero tememos por lo que pudiera pasar. ¿Y si pierdo el trabajo? ¿Y si le pasa algo al niño? ¿Y si nos roban la casa? ¿Y si caigo enfermo? ¿Y si no podemos pagar la hipoteca? ¿Y si me deja?… Nuestra fragilidad, tiene un aspecto positivo, y es que nos recuerda que estamos necesitados de Dios, que la única manera de vivir nuestra vida con paz es confiar en Él. ¡Hay tantos “y si…” a lo largo de la vida de una familia…! ¿Quién podría vivir tranquilo contando con sus propias fuerzas?. Dice Juan Pablo II que la fragilidad del cuerpo nos recuerda nuestra dependencia de Dios, nos habla de la existencia de Dios.
Pedro mismo, es curioso que estando ya caminando sobre las aguas tormentosas, no se asusta de las aguas, sino del viento… A nosotros nos puede ocurrir lo mismo: Después de vivir el milagro de la vida, de haber creado una familia, tenemos miedo de lo superfluo y nos hace sucumbir. Hay muchas personas que no duermen, con depresiones, que no ven solución…
El Señor hoy, en medio de tantos miedos, nos dice ¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo! Él es. No se trata de un fantasma. Es, existe y vendrá con todo su poder a extender su mano y agarrarnos. Es posible que tarde, para que tomemos conciencia de nuestra debilidad y que le necesitamos, pero al final, no nos quepa la menor duda de que vendrá y extenderá su mano.
Esposos, dormid tranquilos y decidle cada noche, después del milagro de un día de travesía, “Realmente eres Hijo de Dios”.
Oramos con el Salmo: Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación. Voy a escuchar lo que dice el Señor: «Dios anuncia la paz a su pueblo
y a sus amigos.»