Vida en gracia para evitar la desgracia.
Hoy Jesús nos dice: no tengas miedo a los que matan el cuerpo.
En ocasiones no nos atrevemos a tratar un tema tabú con nuestro esposo, porque sabemos que siempre acabamos mal. Cuando recibimos una crítica el miedo nos paraliza, nos aleja. No lo consientas, no hay comparación entre tu esposo y tú y los gorriones, vosotros sois hijos de Dios, con la dignidad que ello conlleva, sois sacramento vivo y con esta dignidad hemos de amar a nuestro esposo, no por lo que diga o haga, no con miedo, sino como lo ama Dios, está en él, está en ti, vive en gracia. Lleva siempre contigo al Señor, no espantes al Espíritu Santo para en todo momento agradarle, y si Dios está contigo ¿Qué temerás? No pierdas la gracia de Dios por nada o vivirás en desgracia.
Si nuestro esposo nos hiere, no herirle nosotros a Dios con nuestro pensamiento y acciones, respondiendo a mal con mal… es el momento de elevar tu mirada al Señor pidiendo su auxilio…
Palabras de fortaleza
Libro del eclesiástico 51, 1-12:
“Te doy gracias, Señor y rey mío. Te alabaré, Dios de mi salud, y confesaré tu nombre, porque has sido mi protector y mi socorro. Tú libraste mi cuerpo de la muerte y mi piel del poder del sepulcro. Me libraste de la maledicencia pública, del azote de la lengua calumniosa, y contra mis adversarios fuiste mi socorro… Estaba mi alma al borde de la muerte, y mi vida próxima al profundo sepulcro…, pero me acordé de ti, Señor, de tu misericordia…”
El eclesiástico pone de relieve la experiencia del alma que, hallándose en momentos difíciles, encuentra en Dios el apoyo, la gracia, la animación. Somos débiles y solamente con la fuerza del Poderoso nos mantenemos en paz y equilibrio.
Detrás de estos términos se puede encontrar aquello que la Iglesia ha formulado con el nombre de “santo temor de Dios”, que es uno de los siete dones del Espíritu Santo. El Evangelio de hoy presenta algunas características de este don. No se trata del miedo propiamente dicho, sino de la manera cómo vivir la relación con Dios.
Si Él, que es Padre, vela por los seres humanos de un modo más sublime que el cuidado providente que tiene por los pájaros (cf. Mt 10,29.31), la relación que establece con la criatura más excelente es sobremanera más fuerte todavía. El temor de Dios hace vivir esta relación con respeto, con confianza, con la exigencia y la responsabilidad de aquel que sabe que el propio Jesús lo reconocerá ante el Padre.
El verdadero cristiano vive animado por esta relación que tiene sentido si es auténtica. Y la verdadera autenticidad se mide por la parte humana, pues por parte divina ya está presente con creces. Los santos ayudan a expresar y vivir esta relación basada en el santo temor de Dios.
Oramos con el Salmo: Líbrame de los enemigos que me persiguen; haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia.