La realidad de los esposos es superior a la idea de serlo.
(Ponemos nuestro comentario, y a continuación un fragmento de la encíclica Evangelii Gaudium del Papa Francisco, que viene a colación.)
Mi esposo (en genérico) ha sido creado “para” mí. Dios puso su trigo en él/ella, pero luego llegó por la noche “otro” y sembró la cizaña.
¿Te gusta su cizaña? Pues ¡no! ¿Puedes separar su trigo de su cizaña? ¡Tampoco! Qué nos pide a ti y a mí hoy el Señor. Que lo/la abracemos con su trigo y su cizaña. Primero porque no podemos juzgar qué es trigo y qué es cizaña, muchas veces no lo distinguimos porque nosotros tampoco somos puros. Y segundo porque al final, vencerá la bondad del trigo en nuestra relación.
La pregunta es ¿Qué hago con la semilla de trigo que plantó Dios en mi esposo/a? Puedo dejarme llevar por mi cizaña: mis problemas, miedos, puedo huir, dejarme llevar por la falta de esperanza… Probablemente tus “amigos” te dirán que por qué lo/la aguantas… Pero la alternativa del Evangelio es que puedo confiar en el Sembrador que la sembró, confiar en que en su momento dará sus frutos y para ello he de estar atento para regarla.
Podemos dejar de amar por nuestras ideas o dejarnos llevar por la mejor idea, que es la de amarnos. ¡Ámalo/a! y sus semillas de trigo germinarán. Son como la levadura que menciona el Señor en otra parábola: Deja que penetre en la masa de tu matrimonio y de tu vida, dale tu calor y verás cómo crece.
“La realidad es superior a la idea”. La realidad de mi esposo/a es la que es. Así lo/la ama Dios y así lo/la debo amar yo. Abracémosle y acojámosle en toda su dignidad. Al final, siempre vence el Amor ¡Garantizado!.
Oramos con el Salmo: Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre. Dichosos los que encuentran en ti su fuerza; caminan de baluarte en baluarte.
Evangelii gaudium (Papa Francisco):
225. …La parábola del trigo y la cizaña (cf. Mt 13,24-30) grafica un aspecto importante de la evangelización que consiste en mostrar cómo el enemigo puede ocupar el espacio del Reino y causar daño con la cizaña, pero es vencido por la bondad del trigo que se manifiesta con el tiempo.
La unidad prevalece sobre el conflicto:
226. El conflicto no puede ser ignorado o disimulado. Ha de ser asumido. Pero si quedamos atrapados en él, perdemos perspectivas, los horizontes se limitan y la realidad misma queda fragmentada. Cuando nos detenemos en la coyuntura conflictiva, perdemos el sentido de la unidad profunda de la realidad.
227. Ante el conflicto, algunos simplemente lo miran y siguen adelante como si nada pasara, se lavan las manos para poder continuar con su vida. Otros entran de tal manera en el conflicto que quedan prisioneros, pierden horizontes, proyectan en las instituciones las propias confusiones e insatisfacciones y así la unidad se vuelve imposible. Pero hay una tercera manera, la más adecuada, de situarse ante el conflicto. Es aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso. «¡Felices los que trabajan por la paz!» (Mt 5,9).
228. De este modo, se hace posible desarrollar una comunión en las diferencias, que sólo pueden facilitar esas grandes personas que se animan a ir más allá de la superficie conflictiva y miran a los demás en su dignidad más profunda. Por eso hace falta postular un principio que es indispensable para construir la amistad social: la unidad es superior al conflicto.
230. El anuncio de paz no es el de una paz negociada, sino la convicción de que la unidad del Espíritu armoniza todas las diversidades. Supera cualquier conflicto en una nueva y prometedora síntesis. La diversidad es bella cuando acepta entrar constantemente en un proceso de reconciliación, hasta sellar una especie de pacto cultural que haga emerger una «diversidad reconciliada»
La realidad es más importante que la idea:
231. Existe también una tensión bipolar entre la idea y la realidad. La realidad simplemente es, la idea se elabora. Entre las dos se debe instaurar un diálogo constante, evitando que la idea termine separándose de la realidad. Es peligroso vivir en el reino de la sola palabra, de la imagen, del sofisma. De ahí que haya que postular un tercer principio: la realidad es superior a la idea. Esto supone evitar diversas formas de ocultar la realidad: los purismos angélicos, los totalitarismos de lo relativo, los nominalismos declaracionistas, los proyectos más formales que reales, los fundamentalismos ahistóricos, los eticismos sin bondad, los intelectualismos sin sabiduría.