Archivo por meses: mayo 2022

Jornada “loveal”. Comentario para Matrimonios: Juan 6, 22-29

EVANGELIO

Trabajad no por el alimento que perece, sino por el que perdura para la vida eterna.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 22-29

Después de que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar.
Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.
Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».
Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios».
Ellos le preguntaron:
«Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?».
Respondió Jesús:
«La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado».

Palabra del Señor.


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Jornada “loveal”.

Los griegos y los romanos daban más importancia al ocio que al neg-ocio (o negación del ocio). Si considero el trabajo como un tiempo dedicado a ganar el alimento que perece y el ocio como descanso en el que recupero fuerzas para volver al trabajo, ¿cuándo me ocupo de ganar aquello que perdura para la vida eterna? Tengo que entender que a casa no vuelvo a descansar, sino a la “negación del ocio” más fructífera del día. Vuelvo de la jornada “labor-al” (relativa a la labor) y entro en la jornada “love-al” (relativa al amor). Amor al esposo, a la familia y amor a Dios. ¿Busco a Jesús? ¿Cómo? Y ¿Por qué? Ese rato con Dios para estar con Él, no sólo para pedirle ni para recibir consolaciones. Y con el esposo igual ¿Le busco? ¿Cómo? ¿Por qué? A partir de ahora tomaré más conciencia del valor de mi jornada “love-al”.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Juanjo: Bueno, llegando a casa. Eso significa que empieza la parte más importante de mi día. (Llama a Alicia, su esposa, desde el coche) ¡Hola cariño! ¿Dónde estás?
Alicia: Sigo en el trabajo, y me queda un rato para salir. Estoy agotada.
Juanjo: Muy bien, cariño. No te preocupes que yo ya voy de camino a casa. (Cuelga y se queda pensando: Estoy esforzándome en el trabajo para ver si consigo un ascenso. En mi casa tengo la oportunidad de trabajar simplemente por amor a mi esposa y a mis hijos. Voy al trabajo para ganar dinero, pero lo que gano trabajando en casa es ver a mi esposa más contenta, más relajada, más feliz. Es ver crecer a mis hijos y ayudarles con mi esfuerzo. Eso no tiene precio. Luego tenemos nuestro ratito con el Señor. Muchas veces, no siento nada pero ¿qué más quiero que tener la oportunidad de estar con Él? Te doy gracias Señor por esta oportunidad de hacer algo “no retribuido”. De poder entregarme por alguien, por amor a alguien. Eso me reconforta.)

Madre,

Creo en Jesús, creo en la conversión de mi corazón para que desee entregarse. Señor, dame la gracia. Amén.

Cómo conquistar al esposo. Comentario para Matrimonios: Juan 21, 1-14

EVANGELIO

Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 21, 1-14

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberiades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo; Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
«Me voy a pescar».
Ellos contestan:
«Vamos también nosotros contigo».
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
«Muchachos, ¿tenéis pescado?».
Ellos contestaron:
«No».
Él les dice:
«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».
La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro:
«Es el Señor».
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús les dice:
«Traed de los peces que acabáis de coger».
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
«Vamos, almorzad».
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.


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Cómo conquistar al esposo.

Solemos escuchar eso de que sólo Dios sacia. Y es cierto, porque hemos nacido para volver a Él. Pero ¿Eso significa que no podemos vivir una plenitud en la tierra a través de nuestra vocación? ¿Está nuestro matrimonio condenado a no darnos la felicidad? Porque en el cielo, no existirá ya el sacramento. ¿Nos ha llamado Dios a una vocación frustrada por nuestras limitaciones?
Creemos que no. Un Padre no hace eso. ¡Podemos conseguirlo! Podemos alcanzar la plenitud en nuestro matrimonio. ¿Sin la ayuda de Dios? No. Pero es nuestra unión como esposos la que nos dará esa plenitud. Una plenitud que se irá ensanchando y siempre podrá ser más plena, hasta que estemos preparados para abarcar la infinitud de Dios.
Para ello, todo lo que tengo que hacer es conquistar a mi esposo, siguiendo las instrucciones de Cristo: El Evangelio diario. Él nos dirá hacia dónde tenemos que echar las redes cada día, para conquistarle.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Ellos se casaron convencidos de que iban a quererse siempre. Pero pasaban los años y su amor se iba deteriorando, hasta que el peso acumulado de afectos negativos era tal, que dejaron de creer en su matrimonio. Entonces decidieron ponerse a trabajar, luchar por cambiar las cosas. Intentaban conocerse mejor, intentaban ser más agradables el uno con el otro, aprender a escucharse… pero no conseguían muchos frutos. El dolor de las heridas mutuas, el abismo que les separaba era tal, que no había manera de franquearlo. Los puentes que intentaban tender eran demasiado débiles y se venían abajo a la primera de cambio. A veces se cansaban de esforzarse, porque parecía que era inútil. Pero siguieron luchando…
Entonces, el Señor, al que invocaban juntos, les abrió un camino nuevo que ellos desconocían. Era el camino del matrimonio verdadero: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». Eso es Proyecto Amor Conyugal, hacia donde el Señor nos ha indicado que echemos las redes. Son redes muy resistentes, porque son coherentes y soportan cualquier embate. Son las catequesis de san Juan Pablo II sobre el amor humano. En ellas hemos encontrado nuestra verdad, la verdad de nuestro matrimonio.
Después viene la respuesta de cada uno. En el Evangelio vemos tres tipos de respuestas: La de Juan, el enamorado del Señor, que lo reconoce enseguida. La de Pedro, que salta sin pensárselo dos veces para encontrarse con Jesús, y la del resto de apóstoles que van hacia Él, poco a poco, remando, sin olvidar el pescado que ya habían conseguido. Pero todos llegan a Él.
Ahora el Señor nos espera cada día, en la orilla de nuestro “Mar de Galilea”, con la mesa puesta para que llevemos nuestra ofrenda y comamos con Él. Tú puedes firmar esta historia.

Madre,

Danos la esperanza de saber que nuestro matrimonio nos va a llenar, que es real, que podemos construir una comunión plena con la ayuda de Dios, que podemos hacernos uno. Es la promesa del Señor por nuestro Sacramento. Es muy importante para nosotros, Madre, mantener viva la esperanza. Confiamos en ti. Confiamos en Él. Alabado sea el Señor, que lo va a hacer. Nos lo has prometido.