Archivo por días: 20 febrero, 2021

Vía Crucis del Matrimonio Estación 4

4ª Estación
Jesús es negado por Pedro

V/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Padrenuestro y un Avemaría.

Pedro había confesado que Jesús era el Mesías, y el Señor le había respondido: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». Pero Jesús ahora necesita ayuda, y Pedro flaquea: niega a su maestro, no una sino tres veces.

Del Evangelio según San Mateo 26,69-75:

Entre tanto, Pedro estaba sentado fuera, en el atrio; se le acercó una sirvienta y le dijo: Tú también estabas con Jesús el Galileo. Pero él lo negó delante de todos, diciendo: No sé de qué hablas. Al salir al portal le vio otra vez y dijo a los que había allí: Este estaba con Jesús el Nazareno. De nuevo lo negó con juramento: No conozco a ese hombre. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: Desde luego tú también eres de ellos, pues tu habla lo manifiesta. Entonces comenzó a imprecar y a jurar: No conozco a ese hombre. Y al momento cantó el gallo. Y Pedro se acordó de las palabras que Jesús habla dicho: Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces». Y, saliendo afuera, lloró amargamente. (Cf Mc 14, 66-72; Lc 22, 56-62; Jn 18, 15-18. 25- 27).

Comentario

Pedro había estado con Jesús desde el principio, había cambiado su vida. Y lo quería de verdad. Era un hombre sencillo y apasionado; entonces, ¿por qué niega a su maestro?
Pedro, era impulsivo, saca su espada sin titubeos en un momento delicado, no sabe medir sus palabras, y alardea de que nunca le abandonará: «aunque todos te nieguen, yo no lo haré». Pedro confía más en sí mismo que en el Señor, se apoya en sus propias fuerzas, y cuando éstas fallan, se desmorona.
¡Cuidado con la soberbia! Es sutil y ciega ¿me he fiado más de mí mismo que del don que Tú, Señor, nos regalaste el día de nuestra boda? ¿Me creo que soy el autor de nuestro matrimonio y cuento con mis propias fuerzas y se las exijo a mi esposo en lugar de contar con el Señor? ¿Acaso cuestiono, Padre, el esposo que has elegido para mí, negándolo?
¿Y cómo actuaría yo en el lugar de Cristo? Mi predilecto, mi esposo, mi ayuda adecuada, me había prometido hacerme feliz. También, en muchas ocasiones me ha dicho que iba a cambiar. De boquilla, muy bien, pero luego… llegada la hora, me traiciona. Mi esposo, vuelve a hacerlo otra vez. Falla a nuestro compromiso de entrega. No me ayuda, o se enfada y echa sobre mí toda su indignación, o me saca una lista de todos los errores que cometí y que supuestamente me había perdonado, siento que con su actitud me niega…
Mi esposo me ha negado. ¿Le acojo como Cristo? ¿Le miro con Su ternura? ¿Me entrego a mi esposo aun sabiendo que me va a volver a traicionar? O soy demasiado vanidoso como para aceptarle sus caídas… como si yo no las tuviera…
Si le miro con ternura, si callo como Cristo, hay una posibilidad de restablecer fácilmente la comunión. Si espero a que pase la “tormenta”, entendiendo su debilidad, y le acojo como Cristo, luego tendré la posibilidad de que venga arrepentido, porque yo no he respondido a su dolor con más dolor. Entonces se abre la posibilidad del perdón, del reencuentro, y podré preguntarle ¿Me amas? y otra vez ¿Me amas? y otra vez, ¿Me amas? Y cuando me responda afirmativamente, le diré: Tú eres mi esposo a ti confío mi vida.

Oración

Señor, nosotros también, como Pedro, nos negamos en muchas ocasiones. Nos negamos a entregar lo más íntimo de nuestro corazón, nos olvidamos de las promesas, de esos momentos en que nos dijimos que no nos abandonaríamos. Y porque somos débiles, te pedimos, Señor, ser humildes en nuestras palabras y en nuestras acciones: que nos fiemos de Ti más que de nosotros mismos, que confiemos en el don que nos regalas y acudamos a nuestro Sacramento del matrimonio para ser una sola carne, un solo corazón y una sola alma.

V/ Señor, pequé.
R/ Señor, ten piedad de mí y de mi familia.

Gente “tóxica”. Comentario para Matrimonios: Lucas 5, 27-32

EVANGELIO

No he venido a llamar a los justos, sino a tos pecadores a que se conviertan.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 5, 27-32

En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».
Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y los escribas diciendo a los discípulos de Jesús:
«¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?».
Jesús les respondió:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan».

Palabra del Señor.

 

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Gente “tóxica”.

Pues sí, estoy enfermo y necesito del Señor constantemente para que me sane mi alma. En nuestro entorno solemos clasificar a la gente, como “malos” o “buenos” (¿los míos?). Hoy se habla de la gente “toxica”, esos que dan mal rollo y de los que hay que alejarse para que no nos contagien su negatividad. Jesús en cambio, quiere acercarse a ellos para sanarlos, para contagiarles Él Su Espíritu. Para los cristianos no hay gente tóxica, ni hay malos, lo que hay son hijos de Dios a los que Él está deseando acercarse para abrazarlos y recuperarlos para la eternidad.
En el cielo, entenderé realmente cuánto valen para Dios todos y cada uno de los hermanos que me rodean y que quizás he despreciado por considerarlos peores que yo. Seguramente entonces, me lamentaré de cómo los he tratado, especialmente a mi esposo.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Rafa (Padre de Ana): ¿Cómo aguantas a tu marido? Con ese carácter que tiene…
Ana: Papá, y yo ¿Soy perfecta o qué?
Rafa: Mi niña, tú te mereces alguien mucho mejor.
Ana: No hay nadie mejor que mi esposo, Papá. Es el que Dios ha creado para mí, y mi misión es ayudarle a llegar a ser lo que Dios quiere de él. Es una misión que cuesta, pero así es el amor. El amor es decirle a tu esposo: “Tú nunca morirás”. Es lo más hermoso que nos podemos aportar el uno al otro.
(Al día siguiente en casa de los padres de él)
Laura (Madre de Jaime): Ana, tu mujer, no acaba de integrarse en la familia. No sé por qué se lo consientes. Creo que en esta casa se le trata como una más. No sé a qué vienen esas distancias que crea con nosotros. Parece que viene forzada.
Jaime: Mamá, no es verdad que tratéis a Ana como una más. A veces cuchicheáis entre vosotras y la dejáis apartada, a veces tenéis miradas hacia ella que se nota a la legua que no os agrada. Yo entiendo que ella no es perfecta, pero yo tampoco lo soy. Sin embargo, mi misión como esposo es ayudarla a que crezca como persona y sea cada vez más como Dios quiere que sea. Yo soy un instrumento de Dios para darle de manera especial lo que Él quiere darle. Él ha venido a sanar a los enfermos, y todos tenemos algo que sanar.

Madre,

Cada vez que alguien hace referencia a alguno de mis pecados, me cuesta aceptarlo y reconocerlo. Es como si tuviera mucho interés en demostrar que no necesito a mi Médico, a mi Sanador, a mi Redentor. ¡Qué pena! Es casi como si lo rechazara, como si no valorara su misión salvadora para conmigo. Alabado sea mi Señor, que tantas veces me llama para comer en la misma mesa conmigo, cada día, en cada Eucaristía. ¿No he de tratar yo igual a mi esposo?