Archivo por días: 12 febrero, 2021

Matrimonios effetá. Comentario para Matrimonios: Marcos 7, 31-37

EVANGELIO

Hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 7, 31-37

En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos.
El, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua.
Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo:
«Effetá» (esto es: «ábrete»).
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente.
Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.
Y en el colmo del asombro decían:
«Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Palabra del Señor.

 

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Matrimonios effetá.

En el matrimonio hay mucho de sordera y muchos esposos que han enmudecido. Observamos cuando vamos en el coche, cuántos matrimonios van en silencio o uno conduciendo y el otro mirando el móvil. Muchos matrimonios han perdido el interés el uno por el otro, y ya no les interesa conocerse. Muchos nos confiesan que han dejado de mirarse a los ojos desde hace años.
Hoy el Señor viene a decirnos «Effetá»: ¡Ábrete! ¡Ábrete a tu esposo! Abre tus oídos para escucharle. Abre tus ojos para mirarle. Porque el Señor tiene mucho que darte a través de él/ella. Alabado sea el Señor.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Paula: Cuando nos dijisteis que nos miráramos a los ojos, nos costó muchísimo. Yo en realidad, le mantuve la mirada a mi esposo sólo porque me di cuenta de que él era incapaz de hacerlo. Después, cuando tuvimos que volver a mirarnos, aguantamos un poco más, pero no fuimos capaces de mirarnos relajadamente ninguno de los dos. Solamente después de pedirnos un perdón sincero, se desbloquearon nuestras miradas. El Señor nos había sanado. Ya no había barreras entre nosotros. Mirarnos a los ojos, mostrándonos nuestro interior, volvía a ser posible.
A la vuelta, en el coche, no parábamos de hablar. Hacía mucho tiempo que no nos contábamos tantas cosas de nosotros. Fue alucinante. Alabado sea el Señor.

Madre,

Vamos acumulando nudos y llega un momento en que nos quedamos sordos y mudos. Pedimos al Señor que se acerque a todos los matrimonios lo suficiente como para tocar nuestros oídos y nuestra lengua y que volvamos a abrirnos el uno al otro. Queremos ser matrimonios “effetá” y sabemos que Él todo lo hace bien. Alabado seas, Señor.