EVANGELIO
Quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 10, 13-16
En aquel tiempo, le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos los regañaban.
Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo:
«Dejad que los niños se acerquen a mi: no se lo impidáis; pues de los que son como ellos es el reino de Dios. En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él».
Y tomándoles en brazos los bendecía imponiéndoles las manos.
Palabra del Señor.
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Sin parpadear.
Los niños son contemplativos. Se admiran por todo tanto que ni siquiera parpadean. Así tiene que ser mi mirada ante las cosas de Dios, de admiración constante ante Él, ante Su grandeza, ante las maravillas de Su plan, ante Sus dones…
Todavía me admiro contemplando a mi esposo. Aun no puedo creerme que Dios lo/a haya creado para mí. Muchas noches al acostarnos le pregunto ¿puedo quedarme a dormir contigo? Otras veces, cuando estamos en la calle le pregunto ¿te vienes conmigo a casa? Otras veces le pregunto ¿Te quieres casar conmigo? Una y otra vez contemplo a mi esposo y no me puedo creer qué don tan inmenso me ha hecho Dios con él/ella. No me quiero acostumbrar y mirarle con indiferencia. ¿Ante quién estoy? A veces me quedo mirándole… y me pregunto: Pero ¿quién eres cuando te miro? Y cada mañana doy gracias a Dios por la oportunidad de vivir un día más para él/ella. Así, cada día, vivo con admiración el Reino de los Cielos entre nosotros.
No tengo palabras más que estas: ¡Alabado seas Señor por los siglos!
Aterrizado a la vida matrimonial:
Luis: Me parece un milagro que te hayas querido entregar a mí para toda la vida. ¿Quién soy yo para merecer esto?
Miriam: y ¿Quién soy yo para merecerme existir para ti? Todo esto son las cosas de Dios. Es el don de piedad que nos permite vernos en relación al Padre. Es Cristo quien transforma todo lo nuestro en algo divino.
Luis: Mi parte humana se somete a tu parte divina. Mi humanidad se postra ante tu divinidad y por tanto, ante Su Divinidad. Eres hija del Altísimo. No paro de admirarme ante este milagro, ante tanta dignidad, ante tanta sacralidad…
Miriam: Dios, por Su misericordia, ha querido hacernos demasiado grandes. Alabado sea el Señor.
Luis: Alabado sea. ¿Puedo admirarte un poco más…?
Madre,
Contemplo y contemplo y cada vez me admiro más de Dios, de nuestra vocación, de Su plan para nosotros. No puedo dejar de admirarme ante Él. ¡Alabado sea mi Señor por siempre!
En realidad el matrimonio viene de Dios. Él nos creó varón y mujer. Él quiere que apreciemos las cualidades y virtudes del cónyuge que nos ha designado. Que gocemos de esa persona a sabiendas de que es criatura de Dio y por tanto Él mismo nos la ha entregado para que junto a ella aseos in mismo espíritu y una misma carne.
Gracias Dios mio por los bienes que nos das y por tu sabiduría infinita que atiende a las necesidades del cuerpo y alma.
Virgen Maria ayúdanos a valorar la ternura de Dios para con nosotros.