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Evangelio del día
Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 5, 33-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”. Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».
Ni perjurar ni jurar
Jesús llama a la autenticidad: “Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no»
Los juramentos no deben ser garantía de veracidad, porque el verdadero discípulo de Cristo, debe vivir de tal manera que su palabra siempre sea digna de confianza.
En el matrimonio no hay lugar a las manipulaciones ni a las medias verdades ni aunque se haga con la intención de evitar conflictos… no existen las mentiras piadosas, a éstas sólo se llega a través del maligno, que es el príncipe de la mentira.
La alianza que hacemos los esposos, implica integridad, veracidad, una coherencia en el hablar y en el vivir, que nos debe llevar a reconocernos ante nuestro esposo/a con humildad y sinceridad. A veces será incómodo decir la verdad, otras veces costará pedir perdón, pero sólo así —con un corazón abierto y una palabra honesta— el amor crece.
Aterrizado a la vida Matrimonial:
Iris: ¡No soporto tus mentiras!
Alejandro: eres una exagerada. Yo no te miento, lo que pasa es que, para no disgustarte, hay veces que no te cuento todo.
Iris: pues eso es precisamente lo que no aguanto. Encima te creerás que lo haces por mi bien. Una vez un sacerdote me dijo que cualquier mentira es una concesión al príncipe de la mentira, al demonio, y, desde entonces procuro ir siempre con la verdad por delante. Pero, Alejandro, reconóceme que entre nosotros esto lo deberíamos llevar hasta el extremo. ¿Cómo voy a confiar en ti si hay veces que “no me lo cuentas todo”, como tú dices?
Alejandro: la verdad es que no lo había pensado así. Tienes razón. Te aseguro que intentaré, a partir de ahora, contártelo todo, aunque haya cosas que me cuesten.
Iris: te doy las gracias, Alejandro. A lo mejor he sido un tanto extrema, pero en el Evangelio ya nos dice que nuestro lenguaje debe ser «Sí, sí»; «no, no»: que lo que pasa de ahí viene del Maligno.
Alejandro: no, si me lo has dejado clarísimo, Yo con el maligno no quiero nada. Me da repelús sólo mencionar su nombre así que, gracias a ti por ponérmelo tan claro.
Madre,
Dame la gracia de dar siempre un testimonio coherente y veraz y nunca caer en la trampa de la mentira. Alabado sea el que es la Verdad.