Archivo por meses: febrero 2021

Cierra los ojos… Comentario para Matrimonios: Marcos 6, 7-13

EVANGELIO

Los fue enviando.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 7-13

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y añadió:
-«Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

Palabra del Señor.

 

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Cierra los ojos…

El problema de nuestra vocación, es que es una llamada de Jesús de la que no somos ni remotamente conscientes. Hoy quiero tomar conciencia de esa llamada y te recomiendo que hagas tú lo mismo: Lee esto, y después cierra los ojos y escucha Su voz…

Aterrizado a la vida matrimonial:

De repente una especie de sueño consciente me arrebata en la oración y me transporta al Reino de los cielos. Es un espacio gigantesco lleno de luz, donde se respira la paz y hay un olor a santidad que inunda todo el interior de mi cuerpo y parece conectar con mi alma haciéndola sentirse en casa. Miríadas de ángeles surcan aquel espacio inmenso yendo y viniendo al servicio de la cohorte celestial y de los seres humanos de la Tierra. Absorto, no sé a dónde mirar mientras un torrente de lágrimas de emoción se agolpan empujando mis ojos como si quisieran salir todas a la vez. Tú, mi esposo, estás cogido de mi mano y, mientras se cruzan nuestras miradas atónitas, no alcanzamos a creer lo que estamos presenciando.
Una voz profunda resuena como un estruendo y nos llama por nuestro nombre. Casi inmediatamente, dos ángeles nos recogen y nos llevan en volandas ante la presencia del Hijo de Dios que ocupa dignísimamente el fastuoso trono de Rey de reyes. Con voz solemne nos mira y nos dice: Yo, os envío y os doy autoridad para realizar vuestra misión de esposos cristianos. No debéis llevar nada para vosotros, llevad sólo aquello que os ayude a entregaros el uno al otro. Los frutos de vuestra entrega serán inmensos, para la gloria de Dios Padre, por los siglos de los siglos.
Tras caer de rodillas y adorarle pletóricos durante largo rato, salimos de allí con una llama de fuego en nuestro interior que nos empuja a lanzarnos hacia lo desconocido, sin importarnos las consecuencias, seguros de que Él nos sostiene y de que Su promesa se cumplirá. Grabamos cada palabra de Su envío en lo más profundo de nuestro corazón, para ser fieles a nuestra misión hasta el último minuto de nuestras vidas.
Pero antes de salir de la cohorte celestial, se presenta ante nosotros un imponente arcángel y nos dice. ¡Alegraos! Os llama la Madre. Y casi sin que nos dé tiempo a reaccionar vapuleados nuestros espíritus por la experiencia anterior, nos presenta ante Ella, ante Su majestuosa sencillez, ante Su arrebatadora humildad, y después de llamarnos por nuestro nombre, nos dice: Estoy preocupada por tantos hijos míos que sufren en sus matrimonios, y por lo que mi Hijo sufre con ellos. Os necesito para que vayáis en su rescate. No deis a ninguno por perdido, por favor. Mi amor maternal estará con vosotros en todo momento y yo os haré llegar las gracias que necesitéis. Contaréis con todo mi amor en esta misión.
Nos postramos ante Ella, le besamos los pies y nos consagramos a Su Proyecto Maternal. Después, salimos de allí henchidos, sabiéndonos elegidos por la Madre de Dios.
¡A ver quién nos para ahora…!

Madre,

Cuando Tú quieras, donde Tú quieras, como Tú quieras. Así sea.

¿Y si no le dejo? Comentario para Matrimonios: Marcos 6, 1-6

EVANGELIO

No desprecian a un profeta más que en su tierra.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 1-6

En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?».
Y se escandalizaban a cuenta de él.
Les decía:
«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa».
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

Palabra del Señor.

 

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¿Y si no le dejo?

Este Evangelio es clave, porque de la respuesta de la gente dependió que Jesús no pudiese hacer allí milagros. Y es que, le miraban con ojos terrenales en lugar de mirarle con los ojos de la fe. Necesitaban de esa mirada trascendental para que Jesús pudiese hacer milagros en ellos. Miraban lo sensible y no eran capaces de ver el mayor don de Dios.
Esto es lo que ocurre cuando miro mi matrimonio, mi familia, mi trabajo, mi ocio… según mi juicio sensible y no desde la providencia divina. ¿Y si la consecuencia es que Él no puede hacer nada porque no le dejo por mi respuesta ante Él? En cambio, si dejo de quejarme, de criticar todo lo que me rodea y tengo fe en la semilla que Dios ha puesto en mí, en mi matrimonio, en mi familia… y tengo fe en la actuación del Espíritu Santo, entonces, el Señor podrá hacer grandes cosas en mí y por mí.

Aterrizado a la vida matrimonial:

María: Sé que Dios me utiliza muchas veces para hablarte a ti. Lo sé porque luego soy incapaz de repetir lo que he dicho o incluso, ni siquiera soy capaz de recordarlo. Sólo sé que notaba la presencia del Espíritu.
Pedro: Estoy seguro de que a veces me hablas en nombre del Señor y no estoy atento, me cierro y no le escucho, probablemente porque te sigo viendo pecadora… Pero eso no le impide a Dios que seas mediación Suya especialmente conmigo. Además lo he visto en matrimonios que no han querido acoger el don que Dios les daba a través de ti. Muchas veces, en gente cercana a ti, que nos conoce desde hace tiempo y no se puede creer que tu conversión te ha hecho una mujer nueva al servicio de Dios, y que Dios reside en ti.
María: Es una pena que no reconozcamos el don de Dios en los que nos rodean, empezando por nuestro propio esposo, ministro de la gracia de Dios para mí. ¡Cuánta gracia de Dios derramada! Pedro, me comprometo a estar más atenta a Dios que me habla a través de ti.
Pedro: Y yo. No vamos a seguir desperdiciando la gracia de Dios para nosotros y nuestro matrimonio.

Madre,

Muchas veces no reconozco el don recibido de Dios, ni le reconozco en mi esposo/a. Como a los discípulos de Emaús, Señor enséñanos a reconocerte. Aumenta nuestra fe y no dejes de hacer milagros en nuestro matrimonio. Amén.

Esperando confiado. Comentario para Matrimonios: Lucas 2, 22-32

EVANGELIO

Mis ojos han visto a tu Salvador.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 2, 22-32

Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones».
Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel».

Palabra del Señor.

 

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Esperando confiado.

El Espíritu nos mueve, esto es real, siempre y cuando estemos en gracia y atentos a Sus mociones. Así que, qué importante es esperar confiado a que se cumplan las promesas de Dios. Si no me dejo llevar por el Espíritu sino por las falsas sensaciones o porque la respuesta de Dios tarda más de lo que nos gustaría, puedo desesperar. Pero no, como Simeón, debo permanecer fiel, esperando confiado meses, años… porque la promesa de Dios se cumplirá. Entonces daremos gloria a Dios como hizo Simeón. Que como él, sepa ser justo y piadoso en el entretanto.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Ana: Luis, estamos aquí luchando por vivir un matrimonio como Dios lo pensó, y parece que no avanzamos. Tenemos un mismo director espiritual, rezamos juntos, vamos a la Eucaristía diariamente… ¿Por qué lo avanzamos más rápido? ¿Qué estamos haciendo mal?
Luis: Ana, nuestras limitaciones son muchas, y aún hay muchos vicios instalados en nuestro corazón que dificultan la unión entre nosotros, porque sólo el pecado impide el amor. Y estos vicios se tienen que ir desarraigando de nosotros a base de un camino de virtud, y un camino de gracia, mucha gracia. Tenemos que permanecer, luchando, hasta que Dios considere que es el momento de concedernos un nuevo estadio en nuestra relación. Ya nos ha concedido muchos otros antes, no lo olvidemos.
Ana: Tienes razón, Luis, no lo logramos con nuestro esfuerzo, pero no podemos dejar de esforzarnos. Confiemos, Dios lo hará.
Luis: Es muy importante esta actitud, porque nuestro mayor problema es la soberbia. Dios lo hará.

Madre,

¿Podrán también nuestros ojos, como los de Simeón ver al “Salvador… luz para alumbrar a las naciones” en nuestra relación de esposos, antes de morir?. Esto te pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Para no herirme. Comentario para Matrimonios: Marcos 5, 1-20

EVANGELIO

Espíritu inmundo, sal de este hombre.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 5, 1-20

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos.
Apenas desembarcó, le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo. Y es que vivía entre los sepulcros; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para dominarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó con voz potente:
«¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes».
Porque Jesús le estaba diciendo:
«Espíritu inmundo, sal de este hombre».
Y le preguntó:
«¿Cómo te llamas?».
Él respondió:
«Me llamo Legión, porque somos muchos».
Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había cerca una gran piara de cerdos paciendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaron:
«Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos».
Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al mar y se ahogó en el mar.
Los porquerizos huyeron y dieron la noticia en la ciudad y en los campos. Y la gente fue a ver qué había pasado.
Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Y se asustaron.
Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su comarca.
Mientras se embarcaba, el que había estado poseído por el demonio le pidió que le permitiese estar con él. Pero no se lo permitió, sino que le dijo:
-«Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido misericordia de ti».
El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.

Palabra del Señor.

 

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Para no herirme.

Cuando uno se adentra en el mal, se puede quedar encerrado en él y rodearse de muerte. No quiere que se acerque nadie que le hable de la luz. El poder de los hombres no puede con este estado, y sólo Dios puede echar a esos demonios.
A veces, cuando caigo en el pecado, mi orgullo hace que no me acepte a mí mismo como pecador, y me revelo contra mi debilidad. Eso me quita la paz y me hace perder la esperanza. Me olvido de que mi fuerza está en Dios y que Él me mira con misericordia. Cuando mi actitud ante mi propio pecado viene del demonio, que es el acusador, no quiere que vea la luz para terminar de hundirme. Sin embargo, cuando viene del Señor me permite ver mis faltas, sí, pero a la vez me alienta y me ofrece su perdón. A pesar de todas mis faltas, una y otra vez el Señor me sigue dando Su gracia que me restaura.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Mónica: Yo sé que no supimos hacerlo bien con nuestros hijos, porque tú y yo no les hemos dado un ejemplo de amor. Ahora tengo esa losa sobre mí, y no sé qué será de ellos. Están iniciando sus vidas y me siento culpable de no haberles enseñado a amar. Su fracaso sería el mío.
Pedro: Mónica, no te tortures. Ahora que nos hemos convertido y el Señor nos ha mostrado nuestro error, tenemos la oportunidad de reconducir nuestras vidas y enseñarle a nuestros hijos que es posible perdonar y que nunca es tarde para empezar a amar de verdad. No te rindas, el Señor es más fuerte y vencerá, y nuestro matrimonio acabará dando el fruto que Él esperaba de nosotros. Tenemos que anunciarle a los nuestros lo que el Señor ha hecho con nosotros. ¿Vale? ¡Gloria a Dios!
Mónica: ¡Gloria a Dios!

Madre,

A veces nos encerramos en nuestro dolor y nuestra tristeza porque en el fondo es cosa nuestra. Pero el Señor quiere tener misericordia conmigo y que lo anuncie en Su nombre. El Señor siempre sana, siempre restaura. Alabado sea el Señor.