Archivo por meses: febrero 2021

Vía Crucis del Matrimonio Estación 2

2ª Estación
Jesús traicionado por Judas y arrestado

V/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Padrenuestro y un Avemaría.

Los cuatro evangelistas nos relatan este acontecimiento que tan vivamente debió quedar grabado en sus mentes: Le entrega uno de los Doce, uno de sus amigos íntimos, que ahora va a la cabeza de los enemigos del Señor.

Del Evangelio según San Lucas 22,47-48.52-54a:

Todavía estaba hablando, cuando llegó un tropel de gente, y el llamado Judas, uno de los doce, los precedía y se acercó a Jesús para besarle. Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al hijo del Hombre? (…) Dijo después Jesús a los que habían venido contra él, sumos sacerdotes, oficiales del Templo y ancianos: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y garrotes? Mientras estaba con vosotros todos los días en el Templo, no alzasteis las manos contra mí. Pero ésta es vuestra hora y el poder de las tinieblas.
Entonces le prendieron, se lo llevaron, y lo metieron en casa del Sumo Sacerdote.
(cf. Mt 26, 47-56; Mc 14, 43-50; Jn 18, 3-12).

Comentario

Judas había sido elegido personalmente por Jesús. Era de los Doce, del grupo inicial que más cerca estuvo de Él: vio sus milagros, escuchó sus palabras de vida. El Señor había tenido con él gestos de confianza y predilección.
¿Cuál es la respuesta? La traición. Judas vende a Jesús por dinero; cambia su amistad por unas monedas. Y la traición, como ocurre en tantas ocasiones, trata de ocultarse con el disfraz, se viste de apariencia: con un beso, gesto de amor y amistad, Judas entrega a su Maestro, a su amigo. Y sabe cubrirse las espaldas: junto a él vienen soldados armados. Al Príncipe de la paz vienen a arrestarlo con armas.
Ambos nos elegimos. Ambos nos entregamos el uno al otro. Pero cuántas veces es traicionada nuestra entrega, nuestra promesa de ser fieles:
Cuántas veces pienso que no está pendiente de mí. No me quiere. No le importo o le importan más los demás (su trabajo, los hijos, su madre, sus amigos, su hobby…). Y encima, probablemente venga a darme un beso, como si quisiera con un beso callarme. ¿No es esta una oportunidad de vivir pequeñas traiciones a imagen de Jesús?
¿Y cuántas veces soy yo quien traiciona? ¿Cuántas veces antepongo otras cosas a los gustos y necesidades de mi esposo? ¿Cuántas veces no hago lo que le agrada, como Cristo hacía con el Padre?
Traicionamos como Judas y nos sentimos traicionados, como Cristo, pero Cristo, se entrega sin oponer resistencia.

Oración

Señor, cuánto han debido dolerte nuestras traiciones al compromiso de nuestro matrimonio, un compromiso en el que te hicimos partícipe de nuestra comunión. Perdónanos, Señor, por tantos besos de traición. Perdónanos cuando no somos fieles a nuestra alianza matrimonial, y si tenemos la desgracia de alejarnos el uno del otro y dejar de ser uno entre nosotros y contigo, danos la serenidad para reconocer nuestro error y volver a tu lado.

V/ Señor, pequé.
R/ Señor, ten piedad de mí y de mi familia.

No a mí, Sí a Ti. Comentario para Matrimonios: Lucas 9, 22-25

EVANGELIO

El que pierda su vida por mi causa la salvará.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 9, 22-25

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día»
Entonces decía a todos:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se arruina a sí mismo?».

Palabra del Señor.

 

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No a mí, Sí a Ti.

Traduzcamos la primera frase del este Evangelio a nuestra vocación: El esposo que es hijo de Dios, tiene que padecer mucho, ser desechado, morir a sí mismo, y resucitar con Cristo como la unión de dos. La frase suena bastante fuerte, pero el Señor insiste: Si algún esposo quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, cargue sobre sí los pecados de su cónyuge cada día y me siga. Habrá que probar a seguirle ¿no?

Aterrizado a la vida matrimonial:

Paco: Ya viene con el careto. Verás la que me va a caer… me toca tragarme el orgullo y escucharla. Señor, ayúdame. Si es posible, pase de mí este cáliz… (Oración en el huerto)
Marta: Me dijo que era una mandona, sólo porque me preocupo de que las cosas de la casa estén en condiciones… (El juicio injusto)
Juan: Es como un castigo, un maltrato sicológico. Tenías que ver cómo se pone conmigo… Me insulta, me amenaza… Eso no es admisible. (Flagelación)
Julia: Me toma por tonta, me ridiculiza, se mofa de mí (La coronación de espinas)
Andrés: Está siempre quejándose de mí delante de todo el mundo… (Carga con la cruz)
Marga: Pasa de mí, no me tiene en cuenta para nada… ya no tiene ningún detalle conmigo. (No lloréis por mí)
Jaime: Veo mi orgullo, me doy cuenta de que soy incapaz de no defenderme cuando me acusa de algo injustamente. Y salto como un resorte. No lo puedo evitar. ¿Cuándo me librará Dios de esta carga? (1ª caída)
Ana: Lo intento, una y otra vez, pero no hay manera. No puedo con este hombre. Nuestro matrimonio no va a ningún lado… (2ª caída)
Ramón: Una vez más, te pido que no metas a tu madre en nuestros asuntos… (Se reparten sus vestiduras y lo dejan desnudo)
Laura: No puedo perdonarle lo que me hizo. Una infidelidad, es mucho. No puedo quitármelo de la cabeza. Quiero, pero no puedo. Es superior a mis fuerzas. (Clavado en la cruz)

(El esposo que quiera amar como yo amo, que coja su cruz y me siga).

Madre,

Sé que tú estás también a los pies de mi cruz. Dame el consuelo que necesito, porque quiero decirle que Sí al Padre, para que resucite nuestro matrimonio. Amén.

Vía Crucis del Matrimonio Estación 1

 

«Ciertamente el matrimonio corresponde a la vocación de los cristianos cuando refleja el amor que Cristo-Esposo entrega a la Iglesia, su esposa». (San Juan Pablo II: Audiencia 18 de agosto de 1982)

Esposos, unámonos a la Pasión de Cristo desde nuestra vocación conyugal. Recemos cada día una estación los esposos juntos.

ORACIÓN PREPARATORIA
R/ Espíritu Santo, con tu fuerza, ayúdanos a orar, Jesús, estamos aquí ante Ti, dispuestos a acompañarte en este camino de amor y sufrimiento redentor. Queremos meditar los acontecimientos que viviste tan intensamente y por amor a nosotros: desde la oración del huerto hasta Tu muerte y sepultura. Nuestros pecados han sido la causa de tanto dolor, te pedimos perdón y prometemos no ofenderte más. ¡Muéstranos Tu amor para gloria de Dios! Padre, queremos cumplir Tu voluntad, de amarnos de verdad a imagen de Jesucristo Tu Hijo y nuestro Señor.
María, Tú que siempre estuviste cerca de tu Hijo, ayúdanos a «tener los mismos sentimientos” que tuvo Cristo Jesús. Tú, que permaneciste fiel al pie de la cruz, muéstranos el camino de la fidelidad.

1ª Estación

La oración en el huerto de los olivos

V/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Padrenuestro y un Avemaría.

Sigamos a Cristo, que en el Huerto de los Olivos se entrega a la voluntad del Padre y nos pide velar y orar para no caer en tentación.
La Última Cena ha sido la despedida, rebosante de cariño hacia los suyos. Después Jesús va con ellos al Huerto de los Olivos y allí ora al Padre. Es el momento de aceptar con obediencia de hijo la voluntad divina.

Del Evangelio según San Lucas 22, 39-46.

Salió [Jesús] y fue como de costumbre, al monte de los Olivos; le siguieron también los discípulos. Llegado al lugar, les dijo: Orad para no caer en tentación. Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y puesto de rodillas, oraba diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y entrando en agonía oraba con más intensidad. Y le vino un sudor como de gotas de sangre que caían hasta el suelo. Cuando se levantó de la oración y llegó hasta los
discípulos, los encontró adormilados por la tristeza. Y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para no caer en tentación.
(cf. Mt 26, 47-56; Mc 14, 43-50; Jn 18, 3-12).

Comentario

En el huerto de los olivos, Jesús se echa sobre sí los pecados de los hombres, se entrega a la oración y a la obediencia.
En momentos importantes de su vida, Jesús reza: Vuelve los ojos al Padre y entabla con Él un diálogo lleno de amor y confianza: “Y entrando en agonía oraba con más intensidad”. Jesús Nos insiste en la importancia vital de orar para no caer en tentación.
Es en la intimidad de la oración donde descubre, donde también nosotros descubrimos, la voluntad del Padre, y de donde sacamos las fuerzas.
La obediencia de someterse a la Palabra, nace de la confianza absoluta en el amor de un Padre que nos amó primero. La palabra obediencia proviene del latín, (ob-audiere): Saber escuchar abierto a la acción.
Jesús entra en diálogo con el Padre, le escuchó atentamente y decidió con libertad.
El poco apoyo de Sus amigos, la visión de los tormentos, la agonía del pecado en los matrimonios, tantas almas que se autodestruyen y destruyen a sus familias… Todo esto, hace que Jesús sienta tristeza y angustia hasta sudar gotas de sangre. Getsemaní fue un
dolor desgarrador. Pide a sus amigos: “quedaos aquí velando conmigo”, pero ellos duermen, no saben ofrecerle el consuelo de estar a su lado.
Quizás hoy o tal vez ayer, yo también me quedé dormido, no supe ver el dolor que estaba atravesando mi esposo, quizás lo percibí, pero no quise acompañarle, apoyarle, consolarle o estaba harto de sus quejas.
Jesús mira al Padre y le dice: No se haga mi voluntad sino la tuya. Sale de sí, de su dolor, para amar. No huye, se entrega por amor al Padre y a nosotros. ¿Cuántas veces hago mi voluntad y no la de mi esposo? ¿Cuántas veces me empeño en llevar razón, hasta enfadarme si es necesario? ¡Maldito orgullo! ¿Por qué me cuesta tanto entender que el amor siempre debe estar por encima de la razón”?.
Miro a Jesús y le sigo: «¡Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz! Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc 22,42). Dos voluntades se enfrentan por un momento, para confluir luego en un abandono de amor ya anunciado por Jesús: «Es necesario que el mundo comprenda que amo al Padre, y que lo que el Padre me manda, yo lo hago» (Jn 14,31).
¡Despierta! Jesús te necesita, te espera en el corazón de tu esposo, ¡ve a su lado!
Los momentos difíciles son momentos para intensificar la oración juntos, pues aunque el Espíritu está presto, la carne es débil. Sólo la oración que brota del corazón, y la unión de ambos en esa intimidad, puede transformarnos y ayudarnos a vencer cualquier batalla. Esto hace el amor ¡Más fuerte que la muerte!

Oración

Señor, me emociona Tu entrega sin condiciones. En la dificultad buscas la oración, la unión íntima con el Padre. Yo, que tantas veces hago mi voluntad y me olvido de la Tuya, me olvido de mi esposo y la tristeza me adormila. Quiero pedirte la fuerza para estar despierto, estar unido a mi esposo. Sin mirarme yo, siendo su ayuda adecuada, acudir juntos al Padre en los momentos de alegría o tristeza, de esperanza o desaliento, para conocer su voluntad y aprender juntos a amarla. Para entregarnos con presteza a lo que nos pidas. Jesús, Hermano nuestro, que para abrir a todos los hombres el camino de la Pascua has querido experimentar la tentación y el miedo, enséñanos a refugiarnos en Ti, y a repetir Tus palabras de abandono y entrega a la voluntad del Padre y de nuestro cónyuge. Haz que conozcamos el poder de Tu amor sin límites (cf. Jn 13,1), del amor que consiste en dar la vida por los amigos (cf. Jn 15,13). Amén.

V/ Señor, pequé.
R/ Señor, ten piedad de mí y de mi familia