Esposos en la Vid o en el fuego.
«Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí» dice San Pablo. «permaneced en mí, y yo en vosotros» nos dice hoy el Señor.
Los esposos también debemos permanecer el uno en el otro. Son las leyes del amor. Sin embargo, nuestros criterios pueden estar equivocados y nuestras tendencias pueden ser contrarias al bien común. Por eso necesitamos un camino y una verdad que nos lleve a la Vida.
Señor, debes ser Tú quien vivas en nosotros, no siendo nosotros con nuestros criterios, sino con los Tuyos. Señor, que yo mengüe para que Tú crezcas para dar vida al nosotros, a ser una sola carne, un solo corazón, una sola alma. Siendo tu Palabra la que reinen en nuestra vida, podremos aspirar a ser uno entre nosotros y contigo.
Incorporamos aquí un texto de San Agustín (Comentarios al evangelio de San Juan 81):
“Considerad una y mil veces las siguientes palabras de la Verdad: Yo soy la vid, y vosotros los sarmientos. El que está en mí y yo en él, ése dará mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada (Jn 15,5). Y para evitar que alguno pudiera pensar que el sarmiento puede producir algún fruto, aunque escaso, después de haber dicho que quien permanece en él dará mucho fruto, no dice: «porque sin mi podéis hacer poco», sino: sin mí no podéis hacer nada. … Y si el sarmiento da poco fruto, el agricultor lo poda para que lo dé más abundante; pero, si no permanece unido a la vid, no podrá producir fruto alguno. … continúa diciendo: El que no permanezca en mí será echado fuera, como el sarmiento, y se secará, lo cogerán y lo arrojarán al fuego y en él arderá (Jn 15,6). Los sarmientos son tanto más despreciables fuera de la vid cuanto más gloriosos unidos a ella. … El sarmiento ha de estar en uno de esos dos lugares: o en la vid o en el fuego; si no está en la vid estará en el fuego. Permanezca, pues, en la vid para librarse del fuego.”
Y continúa después: “cuando sus palabras (de Cristo) están sólo en la memoria, sin reflejarse en nuestro modo de vivir, somos como el sarmiento separado de la vid.”
Cuando estamos pasando un momento difícil, Señor, estando crucificados contigo, es momento de poda. Pero tenemos que vivirla con esperanza y alegría, con confianza en Ti, porque sabemos que quieres lo mejor para nuestra familia y que crezcan nuestros bienes comunes.
Pues sin Ti Señor, nuestra familia sería un fracaso personal, familiar y social, sin Ti, no podemos hacer nada. No podemos vivir un amor de comunión. Nuestra familia tiene mucho que decirte, mucho por lo que pedirte perdón, tiene mucho por lo que alabarte y darte gracias.
Concluye San Agustín: “En cuanto estamos unidos a Cristo queremos unas cosas y en cuanto estamos aún en este mundo queremos otras. Por el hecho de vivir en este mundo, a veces nos viene la idea de pedir algo cuyo daño desconocemos. … Permaneciendo, pues, en él y reteniendo en nosotros sus palabras, pediremos cuanto queramos, y todo nos será concedido.”
Te pedimos por nuestras familias, Señor, para que permanezcamos unidos a Ti. Que como María, guardemos todas Tus cosas en nuestro corazón.
Oramos con el Salmo: Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias. El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege. Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él.