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EVANGELIO
Él había de resucitar de entre los muertos.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 1-9
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.
Ahora sí.
¡El Señor ha resucitado! ¡Gloria a Dios! Nos ha traído el Perdón de Dios, y hace posible perdonarnos mutuamente. El matrimonio vuelve a ser posible porque ya podemos restaurarlo en cada caída, con el Perdón que nos ha traído Dios. Es nuestro nuevo camino del amor, el camino del Perdón. ¡Aleluya!
Aterrizado a la vida matrimonial:
Marta: Juan, te perdono.
Juan: Disculpa, Marta, que creo que no te he oído bien. ¿Qué me has dicho?
Marta: Que te perdono de verdad. Sinceramente. Quedas libre de todo el dolor que me has provocado. Y yo me libero de mi dolor, y de mi tentación de tenerte sometido sacándote aquellas ofensas cuando me convenía, utilizándolas para coartar cualquier intento tuyo de pedir algo e incluso de actuar con normalidad o de hacer el amor.
Juan: Marta, ¿de verdad? ¿No será un flush que te está dando hoy por ser domingo de Pascua?
Marta: No, Juan. Me he dado cuenta de que si no te perdono es porque quiero ejercer un domino sobre ti, y me he dado cuenta de todo lo que el Señor pasó para traernos el Perdón, y no puedo yo quitarte ese derecho por mi orgullo.
Juan: ¡Qué pasada! Gracias Dios mío. Gracias por liberarme. (Se abraza a Marta) Gracias mi amor. Creí que nunca podría quitarme esa culpa de encima. Ahora veo que realmente me quieres, porque a través de ti, me llega la Misericordia de Dios.
Marta: Te amo Juan. Gracias Señor, porque nos has salvado. Alabado seas por siempre.
Madre,
Por fin el triunfo sobre el mal y sobre la muerte. Por fin, redimidos de todas nuestras culpas. Estamos alegres, estamos gozosos, es un maravilloso don de Dios. Ahora sí entendemos cuánto merece la pena la cruz. Ahora todo cobra sentido. Exulten los coros de los ángeles… Gloria a Dios…