Archivo por días: 13 enero, 2024

Quién podrá resistir. Comentario para Matrimonios: Marcos 2, 13-17

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EVANGELIO

 

No he venido a llamar a los justos, sino a pecadores.
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 2, 13-17

En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del mar; toda la gente acudía a él y les enseñaba.
Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dice:
«Sígueme»
Se levantó y lo siguió.
Sucedió que, mientras estaba él sentado a la mesa en casa, de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaban con Jesús y sus discípulos, pues eran ya muchos los que los seguían.
Los escribas de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos:
«¿Por qué come con publicanos y pecadores?».
Jesús lo oyó y les dijo:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a pecadores».

Palabra del Señor.

Quién podrá resistir.

Señor, sólo Tú puedes llamar así. Tu llamada hace que lo deje todo y te siga, y mi vida cambie completamente.
Te veo actuar con los pecadores. Tú no centras tu mirada en lo que han hecho y lo que se merecen a partir de sus actuaciones, sino que miras cómo sanarles, confías en ellos y en sus capacidades para cambiar el rumbo de sus vidas.

Así debería mirar yo a mi esposo. Dice el salmo 129: “Si llevas cuentas de los delitos, ¿quién podrá resistir?” Por eso mismo, no debo llevar yo cuenta de los delitos que mi esposo ha cometido contra mí, porque el Señor podría hacer los mismo conmigo y entonces estoy perdido. Al contrario, sigue el salmo diciendo: “Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto”. ¡Qué importante! Tengo la oportunidad de infundir respeto a mi esposo perdonándole.

Doy gracias a Dios por permitirme ser mediación Suya en su deseo de perdonar a mi esposo, cuando yo le perdono. Le administro Su respeto. Gracias Señor.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Ana: Carlos, el Señor me ha hecho verlo claro en la oración y a partir de ahora, no volveré a sacarte ninguna de las heridas que me produjiste en el pasado. Me he dado cuenta de que te hacía responsable de ellas y la que las mantenía abiertas era yo por tanto lamérmelas. Así las mantenía frescas. Todo queda perdonado y olvidado. Y si me vuelve el recuerdo de cualquiera de ellas, apartaré ese pensamiento por respeto hacia ti.
Carlos: Te lo agradezco de verdad, Ana. Era un fantasma contra el que no podía luchar y estaba afectando gravemente a nuestro amor. Me siento liberado y ahora sí, querido por ti, no por lo que hice, sino por lo que soy. Siento que he recuperado la dignidad de cara a ti. Alabado sea el Señor.
Ana: Alabado sea.

Madre,

Qué alegría haber recibido la llamada del Señor. Es maravilloso que me quiera con Él y me aparte de mi vida anterior. Alabado sea Dios.