Archivo por días: 25 febrero, 2023

¿Contento conmigo? Comentario para Matrimonios: Lucas 5, 27-32

EVANGELIO

 

No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 5, 27-32

En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».
Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y los escribas diciendo a los discípulos de Jesús:
«¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?».
Jesús les respondió:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan».

Palabra del Señor.

 

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¿Contento conmigo?

Cuando vamos a ver a Ntra. Madre o nos situamos frente a una imagen del Señor que nos dé devoción, solemos mirarlos a la cara buscando en ella una sonrisa de complacencia porque están contentos con nosotros, porque hay veces que parecen estar más sonrientes que otras. Puede darnos la sensación de que estarán más contentos si lo hemos hecho mejor y más tristes si hemos caído recientemente.
Pero eso son sensaciones nuestras porque creemos que Ellos actúan según haríamos nosotros por nuestra naturaleza caída, con nuestras esas tendencias “justicieras” que nos encantan.
Cometemos una grave equivocación cuando nos obstinamos en ocultar nuestro pecado, pacificar nuestra conciencia o justificar nuestra vida, para poder presentarnos con una cierta dignidad ante Dios. Lo mismo hacemos entre nosotros: No paramos de justificarnos y defender nuestra imagen ante el esposo para presentarnos más dignamente ante él o ella. Si no, ¿qué va a pensar de mí?
Pero la realidad es que nuestro pecado, por muy grave que sea, no ha de ser nunca un obstáculo para acercarnos humildemente a Dios. Al contrario, pocas veces está el hombre tan cerca de Dios como cuando se reconoce pecador y acoge agradecido el perdón de Dios y su fuerza renovadora.
Así debía ser también entre los esposos. Cuando peor lo haya hecho es el mejor momento para presentarme ante mi esposo, contarle lo que he hecho y pedirle perdón. ¿Qué tal si lo practicamos esta cuaresma? Descubriremos qué bien nos va.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Lourdes: Pedro, te veo otra vez muy despistado. No rezas lo que deberías y hace tiempo que no te confiesas, y se te nota mucho en el carácter. Vuelven a aparecer en ti esos malos modos y esas respuestas impulsivas tan desagradables.
Pedro: Tienes razón, Lourdes. Lo estoy haciendo aún peor de lo que dices. En mis pensamientos hay mucha oscuridad y mis intenciones son aún peores de lo que me estás diciendo.
Lourdes: Gracias Pedro. Me ha sorprendido que no te has defendido y has presentado tu situación peor de lo que te decía. Esperaba tus excusas e incluso que te enfadaras conmigo. Te pido perdón por ello y te agradezco tu humildad. Me deja muy tranquila.
Pedro: Gracias a ti, Lourdes por estar atenta a mi camino de santificación. Realmente eres mi ayuda adecuada.

Madre,

Gracias a Dios, Jesús como y bebe con pecadores. Gracias porque así podemos sentarnos cada día a la mesa con Él, para que pueda venir a alimentar y sanar nuestros corazones y ser así mejores esposos. Alabado sea Dios.

Vía Crucis del Matrimonio Estación 4ª

4ª Estación
Jesús es negado por Pedro

 

V/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Padrenuestro y un Avemaría.

Pedro había confesado que Jesús era el Mesías, y el Señor le había respondido: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». Pero Jesús ahora necesita ayuda, y Pedro flaquea: niega a su maestro, no una sino tres veces.

Del Evangelio según San Mateo 26,69-75:

Entre tanto, Pedro estaba sentado fuera, en el atrio; se le acercó una sirvienta y le dijo: Tú también estabas con Jesús el Galileo. Pero él lo negó delante de todos, diciendo: No sé de qué hablas. Al salir al portal le vio otra vez y dijo a los que había allí: Este estaba con Jesús el Nazareno. De nuevo lo negó con juramento: No conozco a ese hombre. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: Desde luego tú también eres de ellos, pues tu habla lo manifiesta. Entonces comenzó a imprecar y a jurar: No conozco a ese hombre. Y al momento cantó el gallo. Y Pedro se acordó de las palabras que Jesús habla dicho: Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces». Y, saliendo afuera, lloró amargamente. (Cf Mc 14, 66-72; Lc 22, 56-62; Jn 18, 15-18. 25- 27).

Comentario

Pedro había estado con Jesús desde el principio, había cambiado su vida. Y lo quería de verdad. Era un hombre sencillo y apasionado; entonces, ¿por qué niega a su maestro?
Pedro, era impulsivo, saca su espada sin titubeos en un momento delicado, no sabe medir sus palabras, y alardea de que nunca le abandonará: «aunque todos te nieguen, yo no lo haré». Pedro confía más en sí mismo que en el Señor, se apoya en sus propias fuerzas, y cuando éstas fallan, se desmorona.
¡Cuidado con la soberbia! Es sutil y ciega ¿me he fiado más de mí mismo que del don que Tú, Señor, nos regalaste el día de nuestra boda? ¿Me creo que soy el autor de nuestro matrimonio y cuento con mis propias fuerzas y se las exijo a mi esposo en lugar de contar con el Señor? ¿Acaso cuestiono, Padre, el esposo que has elegido para mí, negándolo?
¿Y cómo actuaría yo en el lugar de Cristo? Mi predilecto, mi esposo, mi ayuda adecuada, me había prometido hacerme feliz. También, en muchas ocasiones me ha dicho que iba a cambiar. De boquilla, muy bien, pero luego… llegada la hora, me traiciona. Mi esposo, vuelve a hacerlo otra vez. Falla a nuestro compromiso de entrega. No me ayuda, o se enfada y echa sobre mí toda su indignación, o me saca una lista de todos los errores que cometí y que supuestamente me había perdonado, siento que con su actitud me niega…
Mi esposo me ha negado. ¿Le acojo como Cristo? ¿Le miro con Su ternura? ¿Me entrego a mi esposo aun sabiendo que me va a volver a traicionar? O soy demasiado vanidoso como para aceptarle sus caídas… como si yo no las tuviera…
Si le miro con ternura, si callo como Cristo, hay una posibilidad de restablecer fácilmente la comunión. Si espero a que pase la “tormenta”, entendiendo su debilidad, y le acojo como Cristo, luego tendré la posibilidad de que venga arrepentido, porque yo no he respondido a su dolor con más dolor. Entonces se abre la posibilidad del perdón, del reencuentro, y podré preguntarle ¿Me amas? y otra vez ¿Me amas? y otra vez, ¿Me amas? Y cuando me responda afirmativamente, le diré: Tú eres mi esposo a ti confío mi vida.

Oración

Señor, nosotros también, como Pedro, nos negamos en muchas ocasiones. Nos negamos a entregar lo más íntimo de nuestro corazón, nos olvidamos de las promesas, de esos momentos en que nos dijimos que no nos abandonaríamos. Y porque somos débiles, te pedimos, Señor, ser humildes en nuestras palabras y en nuestras acciones: que nos fiemos de Ti más que de nosotros mismos, que confiemos en el don que nos regalas y acudamos a nuestro Sacramento del matrimonio para ser una sola carne, un solo corazón y una sola alma.

V/ Señor, pequé.
R/ Señor, ten piedad de mí y de mi familia.