EVANGELIO
No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 5, 27-32
En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».
Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y los escribas diciendo a los discípulos de Jesús:
«¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?».
Jesús les respondió:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan».
Palabra del Señor.
Para ver los próximos RETIROS Y MISIONES haz click AQUÍ
Para rezar el VIA CRUCIS DEL MATRIMONIO 4ª Estación haz click AQUÍ
¿Contento conmigo?
Cuando vamos a ver a Ntra. Madre o nos situamos frente a una imagen del Señor que nos dé devoción, solemos mirarlos a la cara buscando en ella una sonrisa de complacencia porque están contentos con nosotros, porque hay veces que parecen estar más sonrientes que otras. Puede darnos la sensación de que estarán más contentos si lo hemos hecho mejor y más tristes si hemos caído recientemente.
Pero eso son sensaciones nuestras porque creemos que Ellos actúan según haríamos nosotros por nuestra naturaleza caída, con nuestras esas tendencias “justicieras” que nos encantan.
Cometemos una grave equivocación cuando nos obstinamos en ocultar nuestro pecado, pacificar nuestra conciencia o justificar nuestra vida, para poder presentarnos con una cierta dignidad ante Dios. Lo mismo hacemos entre nosotros: No paramos de justificarnos y defender nuestra imagen ante el esposo para presentarnos más dignamente ante él o ella. Si no, ¿qué va a pensar de mí?
Pero la realidad es que nuestro pecado, por muy grave que sea, no ha de ser nunca un obstáculo para acercarnos humildemente a Dios. Al contrario, pocas veces está el hombre tan cerca de Dios como cuando se reconoce pecador y acoge agradecido el perdón de Dios y su fuerza renovadora.
Así debía ser también entre los esposos. Cuando peor lo haya hecho es el mejor momento para presentarme ante mi esposo, contarle lo que he hecho y pedirle perdón. ¿Qué tal si lo practicamos esta cuaresma? Descubriremos qué bien nos va.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Lourdes: Pedro, te veo otra vez muy despistado. No rezas lo que deberías y hace tiempo que no te confiesas, y se te nota mucho en el carácter. Vuelven a aparecer en ti esos malos modos y esas respuestas impulsivas tan desagradables.
Pedro: Tienes razón, Lourdes. Lo estoy haciendo aún peor de lo que dices. En mis pensamientos hay mucha oscuridad y mis intenciones son aún peores de lo que me estás diciendo.
Lourdes: Gracias Pedro. Me ha sorprendido que no te has defendido y has presentado tu situación peor de lo que te decía. Esperaba tus excusas e incluso que te enfadaras conmigo. Te pido perdón por ello y te agradezco tu humildad. Me deja muy tranquila.
Pedro: Gracias a ti, Lourdes por estar atenta a mi camino de santificación. Realmente eres mi ayuda adecuada.
Madre,
Gracias a Dios, Jesús como y bebe con pecadores. Gracias porque así podemos sentarnos cada día a la mesa con Él, para que pueda venir a alimentar y sanar nuestros corazones y ser así mejores esposos. Alabado sea Dios.