Archivo por meses: agosto 2022

Los tres requisitos. Comentario para Matrimonios: Mateo 16, 24-28

EVANGELIO

¿Qué podrá dar un hombre para recobrar su alma?
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 16, 24-28

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.
Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará.
¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?
Porque el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta.
En verdad os digo que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre en su reino».

Palabra del Señor.

 

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Los tres requisitos.

Jesús nos habla de tres condiciones necesarias para ser discípulos Suyos: Renunciar a mí mismo, tomar mi cruz y seguirle.
Renunciar a mí mismo, supone luchar contra mis apetitos desordenados que impiden al Espíritu Santo actuar en mí. Tomar mi cruz es estar dispuesto a cargar con los pecados del otro. Y seguirle es trabajar por y para su salvación. Contemplamos cómo un Dios se hace carne, limitándose a sí mismo infinitamente. Vive más de 30 años encorsetado en un cuerpo limitado, que sufre como consecuencia del pecado, que se cansa… y lo hace por ti y por mí. ¡Cuánto me ama! Participar de Su misión como discípulo, es lo más grande que hay.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Ramón: Estamos aquí, pasando el veranito con un estrés… Chiringuito, cervecita… Los niños en la piscina, que parece que no hay niños. Lo que daríamos por estar así toda la vida, ¿Verdad Sonia?.
Sonia: Ramón, piénsalo bien. Este plan unos días, para descansar y coger fuerzas, vale. Pero toda la vida, dedicados a la complacencia… Nos convertiríamos en unos egoístas empedernidos, nuestra vida perdería todo su sentido. No creceríamos, no construiríamos.
Ramón: Es cierto. Lo decía por decir. Doy gracias a Dios por este descanso, pero también le doy gracias por nuestra vida del día a día, con todas sus dificultades. Ahí es donde nos hacemos más generosos, más humildes, más serviciales, más comprensivos… Es en nuestras propias limitaciones y en las de los demás, trabajando para el Señor en nuestra familia, donde Él nos hace purificarnos y crecer.
Sonia: Alabado sea el Señor, que comparte Su Cruz con nosotros.
Ramón: Alabado sea. Por cierto, Sonia, ¿Te he dicho cuánto te amo?
Sonia: Noooo. Hace mucho que no me lo dices.
Ramón: Te quiero pa reventar.
Sonia: Anda tonto, dame un beso.

Madre,

Doy gracias a Dios porque me ha llamado para ser discípulo Suyo. Es tan grande Su misión… Es increíble que quiera compartirla con nosotros. Ayudarle a salvar a otros, empezando por mi esposo. No hay nada más valioso. No hay nada más gratificante. Alabado sea el Señor que cuenta conmigo. Amén.

Configura-dos. Comentario para Matrimonios: Mateo 16, 13-23

EVANGELIO

Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-23

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».
Ellos contestaron:
«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Jesús le respondió:
«¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en los cielos».
Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:
«¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte».
Jesús se volvió y dijo a Pedro:
«¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios».

Palabra del Señor.

 

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Configura-dos.

Dos cosas definen a Jesús: Su procedencia y Su misión. Hijo de Dios y Mesías. Esto es algo revelado por el Padre, con lo cual es una verdad absoluta. Dos cosas nos definen a nosotros también: Nuestra procedencia como hijos de Dios y nuestra misión como esposos. Mi procedencia me configura absolutamente, porque ser hijo de Dios implica tener unas prioridades diferentes, expectativas diferentes, actitudes diferentes, escala de valores diferentes… Todo cambia para el que se hace hijo de Dios.
Pero también nos configura la misión. Al convertirnos en esposos, somos configura-dos… vuelven a cambiar nuestras prioridades (que ahora somos el uno para el otro), nuestras expectativas (que ahora se centran en la caridad conyugal), nuestras actitudes (pues pasamos a ser ministros de la gracia de Dios el uno para el otro), la escala de valores (pues toda mi individualidad queda atrás para dar paso a una intimidad común)…

Aterrizado a la vida matrimonial:

Juan: ¿Qué acontecimiento ha sido el que más ha marcado tu vida?
Carlos: Cuanto tuvimos el segundo hijo. Con el primero todavía hacíamos más o menos las mismas cosas, pero cuando vino el segundo, ya tuvimos que cambiar de vida. ¿Y tú?
Juan: Sin duda, nuestra boda. Pasamos de ser dos individuos a ser uno. Atrás quedaron mis gustos, mis apetencias, mis hobbies, mis decisiones… tuvimos que crear juntos nuestra vida en común. Y cuando entiendes que existes para el otro, obviamente todo cambia. Es una manera buenísima de salir del egoísmo. Ya no puedes pensar en ti. Sólo puedes pensar en tu esposa.
Carlos: Ahora entiendo por qué nosotros nos divorciamos a los 5 años de casados y vosotros habéis celebrado ya las bodas de plata. Ojalá lo hubiera sabido yo antes.
Juan: Nunca es tarde Carlos, para reconquistar a tu esposa… porque ella, diga lo que diga el código civil, sigue siendo tu esposa.

Madre,

Qué hermosa misión nos ha entregado el Padre. No somos dignos. Alabado sea por siempre.

A fuerza de lágrimas. Comentario para Matrimonios: Mateo 15, 21-28

EVANGELIO

Mujer, qué grande es tu fe.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 15, 21-28

En aquel tiempo, Jesús se retiró a la región de Tiro y Sidón.
Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:
«Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo».
Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:
«Atiéndela, que viene detrás gritando».
Él les contestó:
«Sólo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel».
Ella se acercó y se postró ante él diciendo:
«Señor, ayúdame».
Él le contestó:
«No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos».
Pero ella repuso:
«Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos».
Jesús le respondió:
«Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas».
En aquel momento quedó curada su hija.

Palabra del Señor.

 

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A fuerza de lágrimas.

Hay muchas madres (y padres) sufriendo porque sus hijos no tienen fe, y el demonio tiene desviada su atención hacia caminos que no llevan a Dios. Están dispuestas a lo que sea, porque saben que la fe, es el mayor regalo que le pueden dejar a sus hijos. Dispuestas a mendigar si hace falta unas “migajas” de la Gracia. Pero no es la primera, ni la última, que salva a sus hijos a base de muchas lágrimas y mucha oración.
Queridas madres, queridos padres, llorad juntos, pedid juntos por vuestros hijos, y tened la seguridad de que el Señor responderá a vuestras peticiones, ya lo veréis.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Marisa: Señor, yo sé que no me lo merezco, porque he sido un mal ejemplo para nuestros hijos durante muchos años. Les he enseñado a preocuparse más del qué dirán, que de cuál es tu voluntad, les he llevado a misa los domingos, pero no he vivido el Evangelio en casa, ni con mi esposo, ni con ellos. Pero Señor, sabemos que puedes hacerlo, dales Tú la fe.
Jaime: Señor, yo tampoco me lo merezco, porque he sido especialmente reticente a entregarme a ti, y he enseñado a mis hijos a preocuparse más de sus carreras y su éxito que de Tus cosas. Perdóname, Señor. Pero te pido que les muestres a nuestros hijos lo grande que eres, como me lo has mostrado a mí, que les muestres el camino del amor y de la verdad.
Juntos los esposos: No sabemos ya ni qué hacer, pero sí sabemos que si quieres puedes hacerlo. Confiamos en ti, Señor.

Madre,

Ninguno somos dignos de la fe. Es un don demasiado grande para mí. Conocerte y conocer al Señor, es una pasada. Es lo que da sentido a nuestra vida. Alabado sea el Señor por este inmenso don.

Unidos para la Vida. Comentario para Matrimonios: Mateo 14, 22-36

EVANGELIO

Mándame ir hacia ti sobre el agua.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 14, 22-36

Después que la gente se hubo saciado, enseguida Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
Y después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo.
Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo enseguida:
«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!».
Pedro le contestó:
«Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti sobre el agua».
Él le dijo:
«Ven».
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:
«Señor, sálvame».
Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
«¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?».
En cuanto subieron a la barca amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él, diciendo:
«Realmente eres Hijo de Dios».
Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y los hombres de aquel lugar apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y trajeron a todos los enfermos.
Le pedían tocar siquiera la orla de su manto. Y cuantos la tocaban quedaban curados.

Palabra del Señor.

 

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Unidos para la Vida.

Acercarnos a Jesús es lo que nos sana y nos da vida, hasta que llegue el momento de las bodas del Cordero, momento en el que nos haremos uno con Él plenamente y recibiremos la Vida eterna. La vida terrenal es un desposorio imperfecto con el Esposo, en la que nos vamos preparando para el gran momento, el momento en que nos haremos uno plenamente, en cuerpo y alma con Él.
Cuanto más unidos estamos a Él en esta vida, más vida hay en nosotros y más vida generamos y transmitimos a nuestro alrededor. Pero la duda en Su amor, o sea, la falta de fe, hace que nos hundamos, que nos alejemos. Unámonos a Él y confiemos en Él y experimentaremos un anticipo del reino de los cielos en esta vida y estaremos preparados para vivirlo en plenitud eternamente.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Marina: ¿Dudas de mi amor? Sé que es imperfecto, pero con mis capacidades actuales, es real. Me he entregado a ti con lo que tengo y lo que soy.
Juanjo: Mi corazón no te ama aún suficientemente, como el tuyo a mí. Pero es verdad que no debemos dudar nunca de nuestro amor, o nuestro matrimonio se hundirá. Pero ¿cómo vamos a hacerlo si hay tentaciones y pecado en nosotros?
Marina: Sólo hay una opción. Estar muy cerca del que da el amor eterno. De Jesucristo. Sólo Él puede garantizar nuestro amor. Él está en nuestro Sacramento, pero si vivimos como si no estuviera, estamos perdidos.
Juanjo: Lo entiendo. Al final es una cuestión de confiar en el amor del Señor para no volver a tener dudas del nuestro. Esto es lo que nos permitirá caminar sobre las tormentas de la vida.
Marina: Por eso la Eucaristía es fuente de nuestro matrimonio. Es nuestra unión con Él la que garantiza nuestra unión entre nosotros.

Madre,

Que tomemos conciencia de nuestra unión con Cristo en la Eucaristía. Que no sea una unión de cuerpos sin que se una nuestra alma a la Suya. Es nuestra unión con el Esposo la que garantiza nuestra unión de esposos. Alabado sea el Señor que se hizo Hombre para desposarse con nosotros y con la unión mutua, darnos la Vida.

Más que solidarios. Comentario para Matrimonios: Mateo 14, 13-21

EVANGELIO

Alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición y dio los panes a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 14, 13-21

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, se marchó de allí en barca, a solas, a un lugar desierto. Cuando la gente lo supo, lo siguió por tierra desde los poblados.
Al desembarcar vio Jesús una multitud, se compadeció de ella y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle:
«Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer».
Jesús les replicó:
«No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer».
Ellos le replicaron:
«Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces».
Les dijo:
«Traédmelos».
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos y se saciaron y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

Palabra del Señor.

 

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Más que solidarios.

Es fácil que, ante la necesidad del otro, lo primero que hagamos es medir nuestras fuerzas o sopesar nuestros recursos y los perjuicios que nos puede causar lanzarnos en su ayuda. Eso no es compasión. Podríamos llamarle solidaridad, en caso de que terminásemos por decidirnos a ayudar con aquello que nos sobra o no necesitamos del todo.
Pero Cristo nos enseña otra actitud frente al necesitado, y es: Pon tú todo lo que tienes (incluido lo necesario) y yo me comprometo a proveer el resto. Esto es algo que sólo sabe el que lo ha experimentado y lo ratifica con su experiencia. Desde luego, hace falta amar mucho para lanzarse a hacerlo.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Luis: ¿Qué es la magnanimidad?
María: Es apuntar alto sabiendo que actuamos en nombre del Señor cuando buscamos sinceramente Su voluntad. Una clave importante es trabajar para el que lo necesita, porque Dios es muy sensible a esa necesidad por su amor compasivo y misericordioso. Cuando actuamos por compasión, entonces sabemos que podemos aspirar a hacer cosas grandes gracias a Su poder que actúa a través de nosotros.
Luis: Pero para eso hay que tener mucha fe ¿no?
María: Al principio más, pero luego, a medida que vas viendo cómo Dios hace los milagros, esa evidencia va fortaleciendo tu fe. Aunque hay que reconocer que somos un poco cabezones y a veces nos cuesta convencernos.
Luis: Tengo mucha sed y no me apetece levantarme. ¿Serías tan magnánima de traerme un vasito de agua fresca? Así aumentarás mi fe…
María: Jajaja. Qué tontorrón eres… Anda… yo te lo traigo.

Madre,

El Señor hoy nos muestra su corazón compasivo y cómo actúa frente a nuestras necesidades. Alabado sea por siempre.