Archivo por meses: octubre 2014

Los matrimonios a los que Jesús promete la dicha. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 12, 35-38

EVANGELIO
Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 35-38
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas; vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.
Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.»

Palabra del Señor.

Los matrimonios a los que Jesús promete la dicha.

Son diametralmente opuestas la actitud que propone hoy Jesús para los esposos cristianos y la que aparece en el Génesis protagonizada por Adán y Eva después del primer pecado.
Ellos se escondieron porque escucharon a Dios que se acercaba: (Gen 3, 8-10) “Oyeron al Señor Dios que se paseaba por el jardín tomando el fresco. El hombre y su mujer se escondieron entre los árboles del jardín, para que el Señor Dios no los viera. Pero el Señor Dios llamó al hombre: —¿Dónde estás? Él contestó: —Te oí en el jardín, me entró miedo porque estaba desnudo, y me escondí.”

Decía San Juan Pablo II que el Creador es “el lugar de la totalidad, el hogar de todos los encuentros y de todos los hombres. Fuera de este sitio, son hombres sin hogar”.
El hombre sin Dios se encierra en sí mismo, pero la tragedia es que ni siquiera dentro de él mismo encuentra cobijo. La grieta que le separa de Dios le rompe por dentro. Se enzarza en una lucha sin tregua consigo mismo, pierde la paz interior: “Estaba en conflicto conmigo mismo, separado de mí mismo” (San Agustín).

Es incapaz de dominarse a sí mismo, de poseerse a sí mismo y por tanto, es incapaz de entregarse con todo su ser.

Jesús propone que reconozcamos nuestra filiación divina, que estamos esperando al Señor que vuelve de su boda, de su entrega esponsal a la Iglesia. Dependemos de su intervención para salvarnos. Por tanto, debemos ser exigentes. Seguir nuestro camino de esposos a Su imagen. Formarnos sobre nuestra vocación para conocer el plan de Dios para los esposos, mantener la relación de intimidad con Él rezando juntos y trabajar: Ceñirse es lo que hacían con la túnica cuando iban a trabajar o se ponían en camino. Trabajar nuestro matrimonio, poner en práctica lo que aprendemos, luchar día a día por ser mejores esposos, ponernos metas.

Hoy el Señor nos habla del Amor, un Amor que no puede ser abandonado, el amor es grande, delicado, necesita los mejores cuidados cada día como el mejor tesoro.
Para ello tenemos que ser exigentes.
Amar es buscar el bien integral del otro. El que ama y sólo el que ama, conoce bien a la persona amada, porque la conoce no sólo como aparece sino como es por dentro, y más aún conoce “su posible”, aquello que puede y “debe” llegar a ser.
El que ama no sólo conoce lo que la persona amada puede llegar a ser, sino que “le ayuda a ello”, le ayuda a que desarrolle todas las potencialidades que tiene y que muchas veces ignora, le ayuda a que sea lo que puede llegar a ser.
Esto requiere una dedicación continua con mucha delicadeza, entrega de si… amor

Que cuando venga el Esposo, nos encuentre trabajando nuestra relación conyugal a Su imagen. Entonces será Él quien llene nuestro matrimonio, quien nos siente a la mesa y nos haga participar de Su banquete nupcial, nos haga saborear los mejores manjares del verdadero matrimonio. “dichosos ellos”.

Oramos por los frutos del sínodo de la familia:
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¿Pensabais que desear lo de otros es malo? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 12, 13-21

EVANGELIO
Lo que has acumulado, ¿de quién será?

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 13-21
En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: -«Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia. »
Él le contestó: -«Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?»
Y dijo a la gente: -«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
Y les propuso una parábola: -«Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: «¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha.»
Y se dijo: «Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida.»
Pero Dios le dijo: – «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?»
Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios. »

Palabra del Señor.

¿Pensabais que desear lo de otros es malo?

El evangelio nos habla sobre la codicia, que va contra el décimo mandamiento.

Una casa, unos bienes mobiliarios, un coche seguro, dinero para una buena educación de los hijos y asegurarles vivir de una manera conveniente, educación y financiación de sus estudios… son bienes necesarios y algunos incluso de obligación para la vida de una familia que garantiza una formación a nuestros hijos y la ayuda a construir su futuro.
Los esposos podemos vivir como si no poseyéramos nada y fuéramos simples administradores temporales pues tenemos unos deberes con nuestros hijos, pero poseyéndolo todo porque tenemos a Dios en el centro de nuestra familia. El problema no está en lo que tengamos o lo que deseamos tener, sino en el fin para lo que lo buscamos y en los medios para conseguirlos.

(Ideas extraídas del comentario de Mons. Munilla sobre el punto 2537 del Catecismo Mayor)
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El deseo de tener cosas o alcanzar metas de otros, por medios justos, no es malo. Tener deseos legítimos de crecimiento es bueno. Jesús responde en el Evangelio “que se haga según tu deseo”. Si no deseas ¿Cómo le pides a Dios? Si no tienes hambre de Él no vas a abrir la boca.
Nuestra fe católica defiende que el deseo es bueno, en contra de la filosofía oriental que practican religiones como el budismo. El problema no está en desear, sino que se contamine nuestro deseo con el desorden del pecado. Se puede incluso pecar de tener pocos deseos, por cobardía por miedo a no afrontar retos, por miedo a fracasar… Cristiano no es aquel que no desea nada, sino aquel que todos los deseos los matiza en Dios. La acusación del marxismo era que la religión nos evade de los deseos del mundo centrándonos en los deseos teologales. Benedicto XVI venía a decir en Spes Salvis, que la esperanza en Dios, está activando nuestra capacidad desear en nuestra vida que el reino de Dios se instaure ya aquí. Esperar en Dios no es alienarnos de esta vida. El presente carece de futuro, si el futuro no transforma el presente. Estamos comprobando que el verdadero opio del pueblo es el “pan y circo” («Panem et circenses»): Dale pan y diversión al pueblo y mantenlo así entretenido. Muchos idealistas de los años 60 y 70 se han convertido en vividores escépticos, porque les ha faltado el deseo de Dios para sustentar el deseo de justicia. Luego, hay que integrar las esperanzas, los deseos de que esta vida mejore, teniendo la esperanza en la vida eterna. Una potencia la otra.

Por tanto, el hombre no tiene que renunciar a todo deseo. Sí es verdad que nuestros deseos tienen que ser conformes a la voluntad de Dios.

¿Cómo reconocer la frontera entre el deseo bueno y la codicia? Si deseo el mal del otro para mi beneficio, claramente es codicia. Por ejemplo, si un abogado desea que la gente tenga conflictos para poder tener más casos, tiene un objetivo destructivo. El deseo es desordenado cuando veo al prójimo como competidor ineludible de mi bien. Necesito que a él le vaya mal para que a mí me vaya bien.
Sin embargo, un caso bueno de deseo sería, ver una familia que vive una relación de amor y entrega mutua, y yo deseo que mi familia tenga ese tipo de relación que he visto en ellos. En este caso, no deseo que a esa familia le vaya mal, sino que doy gracias a Dios por ellos y por su ejemplo. Por tanto, es bueno que yo desee, busque y pida para mi familia que vivamos de esa manera.
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Hay muchos matrimonios que tienen a menudo discusiones a causa del dinero. Por más que posean no llegará a ser suficiente. Se reprochan mutuamente gastos personales cuyo fin ha sido su propio bien y no el común…

La verdadera riqueza es aquella que ayuda a construir un camino hacia Dios, es aquella que no caduca y que nos ha ido presentando el evangelista Lucas en los episodios de los domingos anteriores: la compasión hacia la necesidad, la escucha de la Palabra de Jesús en familia, la oración confiada al Padre bueno…

Hoy contemplamos juntos a Jesucristo, el verdadero pobre («no tiene donde reclinar la cabeza»), generoso hasta el extremo (Jn 13,1). Él es el que no hizo alarde de su categoría de Dios, sino que se hizo nada… (Flp 2,6-11). El reconoce que todo se lo ha dado el Padre Y nos invita a llenarnos de su alegría viviendo en armonía y unidos por un mismo amor, un mismo espíritu y por un mismo propósito (Flp 2,2).
Damos gracias a Dios por los bienes que nos ha dado y le pedimos que sepamos siempre administrarlos y usarlos para el bien común

Pedimos a María que nos ayude a ser millonarios de todo esto en nuestra familia!

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La ley de Dios y el código civil. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 22, 15-21

EVANGELIO
Pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios
Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 15-21
En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron:
-«Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es licito pagar impuesto al César o no?»
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
-«Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto. »
Le presentaron un denario. Él les preguntó:
-«¿De quién son esta cara y esta inscripción?»
Le respondieron:
-«Del César.»
Entonces les replicó:
-«Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.»

Palabra del Señor.

La ley de Dios y el código civil.

En el matrimonio también hay aspectos que le corresponden a Dios y otros que le corresponden a los hombres.
El matrimonio es un bien social y por lo tanto debe estar amparado por cualquier sistema jurídico que se precie. De la misma manera, esta relación, ya que tiene un carácter social, debe estar regulada según unos derechos y unos deberes. Hasta aquí, al cesar lo que es del cesar.

Sin embargo, el matrimonio, ha sido creado por Dios y existen unas leyes específicas, como son la unión (en una sola carne) o la indisolubilidad. En este sentido, tendremos que reconocer: A Dios lo que es de Dios.

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La monogamia y la exclusividad (por ejemplo), no suponen un mero “no”, sino que es defensa de la grandeza del amor. Si el amor entre hombre y mujer es exclusivo, es porque en él se pone en juego algo que solo puede ser comunicado entre dos… Lo que aquí se entrega es, por tanto, toda la persona única e irrepetible; … se trata de afirmar que el cónyuge basta para contener la alianza fundamental que da sentido a la vida y que, por eso, se le puede confiar todo. (A los amantes)… se les abre una dimensión en que su entrega resulta completa, sin límites: darse al otro excluyendo un tercero para afirmar al calidad del amado. A este elemento de totalidad añadiremos luego la capacidad de dar el tiempo entero de una vida, hasta la muerte. Al “solo para ti” se une el “siempre para ti”. (Una sola carne en un solo Espíritu Pg. 154)
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No admitir estas leyes, sería tanto como minusvalorar a la persona, puesto que dejaría de ser suficiente para contener toda la plenitud de la alianza. Por nuestra parte, una de las mayores bellezas del matrimonio es su categoría de imagen y semejanza de las nupcias de Cristo con su Iglesia. De esa semejanza hemos sacado muchas conclusiones para nuestra vida cotidiana en el amor, conclusiones que hemos experimentado y tienen mucha importancia. Si el matrimonio no fuese indisoluble, dejaría de asemejarse a la Alianza de nuestro Señor con todos nosotros, y el matrimonio, perdería toda su belleza y todo lo que tiene de Verdad. Y si nos empeñásemos en mantener la semejanza a pesar de no ser indisoluble (el matrimonio), no queremos pensar el terror que nos entraría por el cuerpo si el Señor pudiese en algún momento “arrepentirse” de haberse desposado con nosotros. Perderíamos la gracia del bautismo: su Espíritu, la filiación Divina, la vida eterna… ¡Qué horror! Las consecuencias de que el matrimonio no fuese indisoluble son terribles en ambos casos.

De cualquier manera, todo esto son razonamientos que nos pueden ayudar a entender las leyes de Dios desde la razón, siempre basadas no en una ideología, sino en el amor de Dios que nos entrega un don tan extremadamente bello. Decíamos que los razonamientos pueden ayudar, pero lo cierto es que, cuando Cristo dijo “lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”, deja el asunto fuera de toda discusión. Si el Señor lo dice, solo nos queda obedecer ¿No os parece?.

Por tanto, demos a Dios lo que es de Dios, y el matrimonio no es nuestro. Somos libres de elegirlo como vocación, pero no de modificar sus leyes.

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Consigue tu paz y reparte Su amor. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 10, 1-9

EVANGELIO
La mies es abundante y los obreros pocos

Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 1-9
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
-«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa». Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario.
No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: «Está cerca de vosotros el reino de Dios.»»

Palabra del Señor.

Consigue tu paz y reparte Su amor.

Hoy Señor, inflamas nuestros corazones y nos envías a este Proyecto de Amor. Un proyecto misionero de María para el matrimonio y la familia. Nos envías de dos en dos. Los esposos. Para que llevemos tu paz y anunciemos que Tu Reino está cerca. Está tan cerca que podemos empezar a vivirlo ya aquí. ¡Es real! Estás muy vivo y te experimentamos constantemente entre nosotros.

Nos envías a llevar la misma paz que le trajiste a los apóstoles después de Tu resurrección. Una paz que solo puede vivirse cuando te has entregado (como Tú en la cruz), por amor, unidos a Ti. Una paz que se experimenta estando en intimidad contigo y con las llagas en las manos de trabajar y en los pies, de caminar y servir a nuestros esposos (genérico) y nuestra familia, pero sobre todo, la llaga del costado, la del corazón. La de abrir mi interior, la de no dejarse llevar por las emociones, la de entregar el corazón en lugar de protegerlo… Las llagas de habernos entregado al esposo/a.

Nos mandas de dos en dos, para ser luz y con el anuncio, demos testimonio de comunión. Uno solo no puede. En aquel tiempo la gente al veros exclamaban: mirad cómo se Aman. Pues así tiene que suceder hoy en el matrimonio. Nos mandas donde piensas ir Tú, Señor. No nos cabe duda, de que no es casualidad que pongas personas en nuestro camino.

Hay tantas personas perdidas, que equivocan la ruta, otras sufriendo y otras paralizadas por la frialdad, que no se mueven ya por nada y se han hecho insensibles al amor, al verdadero amor ¡Hay tantas necesidades!

Te pedimos Padre que envíes obreros a Tu Proyecto de Amor. Matrimonios que quieran construir sobre roca y luego anunciar la verdad del amor conyugal, sobre la que se puede construir una vida…

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Cocinando nuestro matrimonio. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 12, 1-7

EVANGELIO
Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 1-7
En aquel tiempo, miles y miles de personas se agolpaban hasta pisarse unos a otros.
Jesús empezó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos:
-«Cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con su hipocresía.
Nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, nada hay escondido que no llegue a saberse.
Por eso, lo que digáis de noche se repetirá a pleno día, y lo que digáis al oído en el sótano se pregonará desde la azotea.
A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden hacer más.
Os voy a decir a quién tenéis que temer: temed al que tiene poder para matar y después echar al infierno. A éste tenéis que temer, os lo digo yo.
¿No se venden cinco gorriones por dos cuartos? Pues ni de uno solo se olvida Dios.
Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados.
Por lo tanto, no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones.»

Palabra del Señor.

Cocinando nuestro matrimonio.

Cristo se refiere a la levadura en dos pasajes, para expresar dos conceptos totalmente contrarios. En éste se refiere a la de los fariseos, y en Lc 13,21 la compara con el reino de Dios, cuando dice “¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.”

Así que, parece ser que hay 2 tipos de levadura. Ambas hacer crecer algo. La de los fariseos, que hace crecer nuestra soberbia, ya que nos apropiamos de una supuesta “bondad” que no poseemos, y la del Reino que hace crecer la Verdad en nosotros, es decir, Cristo (camino, verdad y vida). ¿Con cuál de esas dos levaduras cocinamos nuestro matrimonio?.

Dios tiene un plan para nuestra misión de esposos. Quiere que todo lo que vivimos, sea una oportunidad para santificarnos. Quiere que seamos ese grano de trigo que cae en tierra y muere, aceptando ser olvidados y haciéndonos siervos. La levadura de los fariseos, la hipocresía, es justo lo contrario, es la actitud del que se crece porque no muere, porque busca ser el centro. La actitud del que se endiosa.

Esposos, escuchemos hoy lo que nos dice con tantísimo cariño: “A ti te digo amigo mío, no tengas miedo a los que matan el cuerpo”, con sus críticas, desprecios, con su falta de amor hacia ti, teme a Satanás que quiere aprovecharse de este dolor tuyo para hacer crecer la cizaña en tu corazón, destruyéndote, sembrando en ti el rencor, una respuesta violenta, responder con otra crítica, la desesperanza…

Buscad los dos esposos la Verdad de Cristo e id abriéndoos vuestro corazón mutuamente, mostrándoos quiénes sois realmente. Dios nos ha puesto como una “ayuda” el uno para el otro. Lo importante no es lo que piense el otro de mí, salvaguardar mi “imagen”, pues todo llegará a saberse. Lo importante es que no venza Satanás y nos eche al fuego eterno. Vivamos como si tuviéramos un único espectador: Dios Padre. Él sabe lo que ocurre con cada uno los pelos de nuestra cabeza. A Él no podemos esconderle nada. ¿No será mejor compartir nuestras miserias con nuestro/a esposo/a y pedirle ayuda, en lugar de aparentar lo que no somos? ¿Qué tipo de levadura introduzco en mi matrimonio, la de la Verdad o la de la hipocresía? ¿Qué busco, crecer yo o que crezca Cristo en nuestra relación?.

No tengamos miedo. Cuanto más dejemos que entre Cristo en nuestra vida, mejor podremos comprender que todo tiene valor en tanto en cuanto nos lleva a reconocer el amor de Dios, y responderle con amor a Él y a los demás. Con el Amor de Dios, nada nos turba, nada nos espanta, nada nos falta.

Esposos cocineros de familias, elijamos la levadura correcta, la del Reino y digamos: Jesús confío en Ti.

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