Archivo por días: 19 octubre, 2014

¿Pensabais que desear lo de otros es malo? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 12, 13-21

EVANGELIO
Lo que has acumulado, ¿de quién será?

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 13-21
En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: -«Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia. »
Él le contestó: -«Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?»
Y dijo a la gente: -«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
Y les propuso una parábola: -«Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: «¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha.»
Y se dijo: «Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida.»
Pero Dios le dijo: – «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?»
Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios. »

Palabra del Señor.

¿Pensabais que desear lo de otros es malo?

El evangelio nos habla sobre la codicia, que va contra el décimo mandamiento.

Una casa, unos bienes mobiliarios, un coche seguro, dinero para una buena educación de los hijos y asegurarles vivir de una manera conveniente, educación y financiación de sus estudios… son bienes necesarios y algunos incluso de obligación para la vida de una familia que garantiza una formación a nuestros hijos y la ayuda a construir su futuro.
Los esposos podemos vivir como si no poseyéramos nada y fuéramos simples administradores temporales pues tenemos unos deberes con nuestros hijos, pero poseyéndolo todo porque tenemos a Dios en el centro de nuestra familia. El problema no está en lo que tengamos o lo que deseamos tener, sino en el fin para lo que lo buscamos y en los medios para conseguirlos.

(Ideas extraídas del comentario de Mons. Munilla sobre el punto 2537 del Catecismo Mayor)
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El deseo de tener cosas o alcanzar metas de otros, por medios justos, no es malo. Tener deseos legítimos de crecimiento es bueno. Jesús responde en el Evangelio “que se haga según tu deseo”. Si no deseas ¿Cómo le pides a Dios? Si no tienes hambre de Él no vas a abrir la boca.
Nuestra fe católica defiende que el deseo es bueno, en contra de la filosofía oriental que practican religiones como el budismo. El problema no está en desear, sino que se contamine nuestro deseo con el desorden del pecado. Se puede incluso pecar de tener pocos deseos, por cobardía por miedo a no afrontar retos, por miedo a fracasar… Cristiano no es aquel que no desea nada, sino aquel que todos los deseos los matiza en Dios. La acusación del marxismo era que la religión nos evade de los deseos del mundo centrándonos en los deseos teologales. Benedicto XVI venía a decir en Spes Salvis, que la esperanza en Dios, está activando nuestra capacidad desear en nuestra vida que el reino de Dios se instaure ya aquí. Esperar en Dios no es alienarnos de esta vida. El presente carece de futuro, si el futuro no transforma el presente. Estamos comprobando que el verdadero opio del pueblo es el “pan y circo” («Panem et circenses»): Dale pan y diversión al pueblo y mantenlo así entretenido. Muchos idealistas de los años 60 y 70 se han convertido en vividores escépticos, porque les ha faltado el deseo de Dios para sustentar el deseo de justicia. Luego, hay que integrar las esperanzas, los deseos de que esta vida mejore, teniendo la esperanza en la vida eterna. Una potencia la otra.

Por tanto, el hombre no tiene que renunciar a todo deseo. Sí es verdad que nuestros deseos tienen que ser conformes a la voluntad de Dios.

¿Cómo reconocer la frontera entre el deseo bueno y la codicia? Si deseo el mal del otro para mi beneficio, claramente es codicia. Por ejemplo, si un abogado desea que la gente tenga conflictos para poder tener más casos, tiene un objetivo destructivo. El deseo es desordenado cuando veo al prójimo como competidor ineludible de mi bien. Necesito que a él le vaya mal para que a mí me vaya bien.
Sin embargo, un caso bueno de deseo sería, ver una familia que vive una relación de amor y entrega mutua, y yo deseo que mi familia tenga ese tipo de relación que he visto en ellos. En este caso, no deseo que a esa familia le vaya mal, sino que doy gracias a Dios por ellos y por su ejemplo. Por tanto, es bueno que yo desee, busque y pida para mi familia que vivamos de esa manera.
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Hay muchos matrimonios que tienen a menudo discusiones a causa del dinero. Por más que posean no llegará a ser suficiente. Se reprochan mutuamente gastos personales cuyo fin ha sido su propio bien y no el común…

La verdadera riqueza es aquella que ayuda a construir un camino hacia Dios, es aquella que no caduca y que nos ha ido presentando el evangelista Lucas en los episodios de los domingos anteriores: la compasión hacia la necesidad, la escucha de la Palabra de Jesús en familia, la oración confiada al Padre bueno…

Hoy contemplamos juntos a Jesucristo, el verdadero pobre («no tiene donde reclinar la cabeza»), generoso hasta el extremo (Jn 13,1). Él es el que no hizo alarde de su categoría de Dios, sino que se hizo nada… (Flp 2,6-11). El reconoce que todo se lo ha dado el Padre Y nos invita a llenarnos de su alegría viviendo en armonía y unidos por un mismo amor, un mismo espíritu y por un mismo propósito (Flp 2,2).
Damos gracias a Dios por los bienes que nos ha dado y le pedimos que sepamos siempre administrarlos y usarlos para el bien común

Pedimos a María que nos ayude a ser millonarios de todo esto en nuestra familia!

Oramos por los frutos del sínodo de la familia:
http://proyectoamorconyugal.wordpress.com/2014/09/30/oracion-a-la-santa-familia/

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La ley de Dios y el código civil. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 22, 15-21

EVANGELIO
Pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios
Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 15-21
En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron:
-«Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es licito pagar impuesto al César o no?»
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
-«Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto. »
Le presentaron un denario. Él les preguntó:
-«¿De quién son esta cara y esta inscripción?»
Le respondieron:
-«Del César.»
Entonces les replicó:
-«Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.»

Palabra del Señor.

La ley de Dios y el código civil.

En el matrimonio también hay aspectos que le corresponden a Dios y otros que le corresponden a los hombres.
El matrimonio es un bien social y por lo tanto debe estar amparado por cualquier sistema jurídico que se precie. De la misma manera, esta relación, ya que tiene un carácter social, debe estar regulada según unos derechos y unos deberes. Hasta aquí, al cesar lo que es del cesar.

Sin embargo, el matrimonio, ha sido creado por Dios y existen unas leyes específicas, como son la unión (en una sola carne) o la indisolubilidad. En este sentido, tendremos que reconocer: A Dios lo que es de Dios.

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La monogamia y la exclusividad (por ejemplo), no suponen un mero “no”, sino que es defensa de la grandeza del amor. Si el amor entre hombre y mujer es exclusivo, es porque en él se pone en juego algo que solo puede ser comunicado entre dos… Lo que aquí se entrega es, por tanto, toda la persona única e irrepetible; … se trata de afirmar que el cónyuge basta para contener la alianza fundamental que da sentido a la vida y que, por eso, se le puede confiar todo. (A los amantes)… se les abre una dimensión en que su entrega resulta completa, sin límites: darse al otro excluyendo un tercero para afirmar al calidad del amado. A este elemento de totalidad añadiremos luego la capacidad de dar el tiempo entero de una vida, hasta la muerte. Al “solo para ti” se une el “siempre para ti”. (Una sola carne en un solo Espíritu Pg. 154)
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No admitir estas leyes, sería tanto como minusvalorar a la persona, puesto que dejaría de ser suficiente para contener toda la plenitud de la alianza. Por nuestra parte, una de las mayores bellezas del matrimonio es su categoría de imagen y semejanza de las nupcias de Cristo con su Iglesia. De esa semejanza hemos sacado muchas conclusiones para nuestra vida cotidiana en el amor, conclusiones que hemos experimentado y tienen mucha importancia. Si el matrimonio no fuese indisoluble, dejaría de asemejarse a la Alianza de nuestro Señor con todos nosotros, y el matrimonio, perdería toda su belleza y todo lo que tiene de Verdad. Y si nos empeñásemos en mantener la semejanza a pesar de no ser indisoluble (el matrimonio), no queremos pensar el terror que nos entraría por el cuerpo si el Señor pudiese en algún momento “arrepentirse” de haberse desposado con nosotros. Perderíamos la gracia del bautismo: su Espíritu, la filiación Divina, la vida eterna… ¡Qué horror! Las consecuencias de que el matrimonio no fuese indisoluble son terribles en ambos casos.

De cualquier manera, todo esto son razonamientos que nos pueden ayudar a entender las leyes de Dios desde la razón, siempre basadas no en una ideología, sino en el amor de Dios que nos entrega un don tan extremadamente bello. Decíamos que los razonamientos pueden ayudar, pero lo cierto es que, cuando Cristo dijo “lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”, deja el asunto fuera de toda discusión. Si el Señor lo dice, solo nos queda obedecer ¿No os parece?.

Por tanto, demos a Dios lo que es de Dios, y el matrimonio no es nuestro. Somos libres de elegirlo como vocación, pero no de modificar sus leyes.

Oramos por los frutos del sínodo de la familia:
http://proyectoamorconyugal.wordpress.com/2014/09/30/oracion-a-la-santa-familia/

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