Suena a Caridad:
“Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre”.
Y ¿Cómo puede comunicarnos su Amor? A través del Espíritu Santo: El amor mismo de Dios entre Padre e Hijo. Por él participamos de la entrega de Cristo a su Iglesia. Y nos diréis: ¿Cómo un Espíritu, que no tiene ni idea de ser hombre, puede enseñarnos? Porque el Espíritu Santo aprendió las experiencias del hombre acompañando a Cristo durante su vida como hombre.
Cristo sabe muy bien de lo que habla: “me buscáis, porque comisteis pan hasta saciaros”. ¡Qué bien nos conoce! Entre esposos cuántas veces esperamos una respuesta, un consuelo, que nos ayude en nuestro trabajo, que reconozca nuestro esfuerzo… esperamos y muchas veces exigimos que nos dé algo a cambio de nuestra entrega. Es un desorden de la esperanza, porque el que ama siempre tiene la esperanza de ser amado para vivir una comunión. Pero ese amor humano, se tiene que ir convirtiendo cada vez más en Caridad, en la Caridad de Dios. Y para eso es imprescindible recibir el Espíritu de Cristo. El Espíritu modela al hombre según la semejanza de Jesús, el Hijo y el Esposo.
Debemos trabajar no por la respuesta, reconocimiento… del esposo, sino para dar gloria a Dios.
Hay muchas cosas que corregir en nuestro amor, ¿verdad? Pues empecemos hoy: “Trabajad por el alimento que perdura para la vida eterna” (y lo primero es nuestro matrimonio, nuestra vocación). Pongámonos una pequeña meta para esta semana. Nosotros lo hemos hecho.
Oramos con el Salmo: (Señor) Instrúyeme en el camino de tus decretos, y meditaré tus maravillas. Apártame del camino falso, y dame la gracia de tu voluntad.
Pedimos a San Juan Pablo II para que interceda por nuestros matrimonios y nuestras familias.