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EVANGELIO
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo; recibid el Espíritu Santo.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 19-23
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Palabra del Señor.
Hoy en mayúsculas.
En el principio Dios insufló en nosotros aliento de vida. Éramos un trozo de carne animal, pero Dios nos insufló un espíritu humano, un alma capaz de albergar el cielo. Pero decidimos utilizar nuestra inteligencia, nuestra libertad y nuestra voluntad para hacerle la competencia a Dios por el camino de la autosuficiencia.
Entonces Cristo vuelve a insuflar en nosotros un aliento de Vida, esta vez en mayúsculas, porque infunde en nosotros un nuevo Espíritu, también en mayúsculas. Esta vez es la vida eterna, está vez es la vida definitiva, esta vez es el Infinito, esta vez no hay límites, esta vez apuntar a lo más alto deja de ser presunción para convertirse en virtud, la magnificencia.
Sí, está en nosotros, forma parte de nuestra alma. Que no vivamos como si no estuviera.
Aterrizado a la Vida Matrimonial:
María: ¿Por qué escribes el título de hoy en mayúsculas?
José: Porque hoy les quiero hablar de la Vida con mayúsculas, la que pueden vivir realmente en su matrimonio, para que no se conformen con menos. Tú, María, ¿qué les dirías desde Tu experiencia como Esposa?
María: Bueno, ya sabes que soy de pocas palabras. Me gusta más bien escuchar, escuchar la Palabra de Dios y guardarla en mi Corazón.
Quiero hablarte en primera persona a ti que escuchas este mensaje: Enamórate del Amor que Dios te tiene, para que acabes enamorado de Él. Cuando descubras la fuerza de atracción tan tan inmensa que experimenta el Sagrado Corazón de Jesús por ti, se llenará de alegría tu corazón y se acabarán tus pesares. Te lo digo yo que tengo a Jesús aquí a mi lado, sentado junto a mí, y veo cómo te mira y cómo arde Su Corazón por ti. Y te digo: Bienaventurado tú si haces esto que te digo, porque el Espíritu del Señor vive en ti.
Y tú, José, ¿qué les dirías?
José: Pues a imitación de Tu delicadeza, les hablaré en primera persona: A ti que me escuchas te digo que estés atento para no interferir o frenar el poder del Espíritu en tu alma. Olvida tus planes, tus razones, tus deseos… Hay Alguien en ti que se llama «Amor de Dios» deseando ardientemente conducirte para haceros uno con Nosotros. ¿No notas Su fuerza? Estate más atento a Él y la notarás cómo te guía. Te lo digo yo que lo hice.
María: Esperemos José que esta vez nos escuchen y vivan las consecuencias de entender nuestro mensaje.
José: Esta vez sí, María, le pedimos al Padre por éstos.
Madre,
Gracias por haber recibido sobre ti al Espíritu Santo y haber abierto el camino hacia la inhabitación del Espíritu de Dios en nosotros.
A Él lo acogemos hoy en nuestro corazón. Alabado sea, por nosotros, para la eternidad.