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Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según San Juan 13, 31-33a. 34-35
Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús:
«Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros.
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros».
Un amor que no se retiene.
Minutos antes de ser entregado, Jesús habla de que va a ser glorificado. Aquí la “gloria” no se refiere al triunfo humano, al éxito, sino a la manifestación suprema del amor de Dios en la entrega de Jesús. Su pasión es, en la lógica divina, la revelación más profunda de su gloria: un amor que no se retiene nada, que se entrega hasta el extremo. No retengas tu amor, el amor que Dios ha puesto en tu corazón, es todo para entregarlo.
Aterrizado a la vida Matrimonial:
Ana: ¿Sabes lo que me dijo Teresa el otro día? Que no se atreve a entregarse del todo a su esposo… por miedo a que él la decepcione.
Marcos: Qué duro… Es como tener alas, pero decidir no usarlas por miedo a caer. Así nunca se estrella, sí, pero tampoco llega a volar.
Ana: Exacto. Es el miedo a amar de verdad, a confiar sin reservas. Pero si no se entrega sinceramente, ¿cómo podrá experimentar el amor pleno? Es como si ya se estuviera rindiendo antes de empezar.
Marcos: Sí… sin entrega, no hay gloria. El amor, para ser verdadero, necesita riesgo, fe, abandono. Y ella, más que protegerse, se está perdiendo.
Ana: Me da mucha pena. Quiero ayudarla a ver que solo cuando uno se da del todo, puede descubrir quién es de verdad… y quién puede llegar a ser.
Marcos: Hazlo. Necesita a alguien que le recuerde que su valor no depende del otro, sino de quién es y a quién pertenece. Y que amar de verdad es lo único que glorifica.
Madre,
tú que dijiste sí sin reservas, sin saber lo que vendría, enséñanos a amar con valentía. Tú no te protegiste del dolor, ni pusiste condiciones a tu entrega.
Confiaste en el Padre, y por eso fuiste glorificada.
Ayúdanos a no vivir a medias, a no temer dar el corazón, a no encerrarnos por miedo a sufrir. Gracias bendita Madre.