EVANGELIO
Que sean uno, como nosotros.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 17, 11b-19
En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo:
«Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad».
Palabra del Señor.
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Salvavidas.
Me siento muy querido y protegido por el Señor. Pensar que Él está constantemente orando al Padre para que no nos perdamos y seamos uno… ¡Dios Hijo rezando por mí y por ti para que seamos uno!
A mí también, Señor, me has querido dar a un esposo para custodiar, para que no se pierda, y unos hijos, y en cierto modo otros muchos matrimonios que nos encomiendas para que ayudemos… Te pido por mi esposo todos los días, y por mis hijos y por los matrimonios, como Jesús, para que no se pierda ninguno, y así tengamos en nosotros mismos Tu alegría cumplida.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Carmen: Hoy me estoy dando cuenta, de la responsabilidad que tengo hacia tu santidad, Marcos. San Juan Pablo dice que la pureza del corazón la alcanzamos el uno junto al otro. Dios me encomienda que no te pierdas, y resulta que, cuando estás viéndote afectado por el pecado, yo me enfado contigo o salgo huyendo para que no me salpique. ¿Pero qué estoy haciendo? Te imagino en un mar revuelto, intentando salir desesperadamente mientras las olas te cubren y te impiden respirar. ¡Menuda socorrista estoy hecha! Ese justo, es el momento de actuar en el nombre del Señor y preguntarme qué salvavidas querrá Él que yo te dispense para evitar que te pierdas, para que salgas de tu dificultad y que vuelvas al Señor.
Marcos: La verdad es que sí, que te necesito, necesito tu ayuda. Hay actitudes mías que intento controlar, por ejemplo mis reacciones impulsivas en las que salto como un resorte y te hablo mal. Perdóname, sé que te hago daño, pero a veces no consigo dominarme. No quiero herirte, Carmen. Yo también tengo una enorme responsabilidad, que es la de custodiar el amor verdadero entre nosotros, para que seamos uno. Cada vez caigo menos, con la ayuda de la gracia, porque cada vez odio más hacerte daño y deseo más ser uno contigo.
Carmen: Yo te perdono, y también intentaré ayudarte más.
Marcos: Gracias, esposa.
Madre,
Por un lado, me siento muy agradecido, porque Dios haya querido cederme la custodia de algunos de Sus hijos, y por otro lado, siento una responsabilidad enorme y cierto pesar por no estar cumpliendo con esa misión. Pero también sé que estáis rezando por mí en el cielo, y es me da una paz enorme. Descanso en el Señor. Alabado sea Dios!!