Archivo por meses: noviembre 2016

La felicidad oculta. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 17, 20-25

EVANGELIO
El reino de Dios está dentro de vosotros

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 17, 20-25
En aquel tiempo, los fariseos preguntaron a Jesús:
«¿Cuándo va a llegar el reino de Dios?».
Él les contestó:
«El reino de Dios no viene aparatosamente, ni dirán:” “Está aquí “o “Está allí”; porque mirad, el reino de Dios está en medio de vosotros».
Dijo a sus discípulos:
«Vendrán días en que desearéis ver un solo día con el Hijo del hombre, y no lo veréis.
Entonces se os dirá: “Está aquí” o “Está allí”; no vayáis ni corráis detrás, pues como el fulgor del relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día.
Pero primero es necesario que padezca mucho y ser reprobado por esta generación»

Palabra del Señor.

 

La felicidad oculta.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El hombre siempre busca lo espectacular y las cosas del Señor son sencillas.
Tendemos a pensar que nuestra felicidad depende de que se resuelva alguna circunstancia externa: Que mi esposo cambie, una situación de sufrimiento, las dificultades que nos ponen los demás, determinados dones que me faltan…
Cristo nos lo dice muy claro. El reino de Dios, es decir, la felicidad o la posibilidad de comunión o la santidad, está dentro de nuestro corazón. Cuando le abrimos al Señor las puertas de nuestro corazón y dejamos que Él reine, entonces en nuestros hogares reina la paz y la caridad.

El Señor vino a derrotar el pecado y no, como esperaban los fariseos, a derrotar a sus “enemigos”. Si Jesús no derrota el pecado, estaríamos hundidos bajo nuestras propias “victorias”, por nuestros “triunfos” terrenales.

El Señor nos aparta de esa manera de entender el reino de Dios. Si tú en tu corazón acoges Sus enseñanzas y tienes fe en Él, tienes una paz y una alegría inmensas. Ese es el comienzo del reino de Dios. Para que Su reino llegue a plenitud, hay que pasar por las pruebas de la fe, una purificación.

Ante las dificultades del matrimonio, siempre aparece una solución mundana aparentemente compasiva, que es contraria a lo que Dios ha creado y lo que nos enseña sobre nuestra vocación. Ante esto, “Si os dicen que está aquí o está allí, no vayáis detrás”. Comprobemos si las soluciones que nos ofrece la sociedad, los amigos… son coherentes con el Evangelio. El mundo le dice constantemente a la Iglesia: Haz lo que te digo y entonces te querrán. La Iglesia debe mantenerse en la verdad. Para ello, el Señor sufrió mucho, para revelarnos la Verdad.

El catecismo (CIC 677) nos dice que la solución vendrá del cielo. No desfallezcamos. Veremos la victoria de Dios.

Señor, que tu Reino encuentre sitio en nuestro corazón. Que actuemos según el Evangelio en todas las circunstancias. Que no pretendamos “conquistar” el cariño y la admiración de nuestro esposo por nuestros méritos, sino que persigamos Tu amor infinito.

Lugar de encuentro. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 2, 13-22

EVANGELIO
Hablaba del templo de su cuerpo

Lectura del santo Evangelio según san Juan 2, 13-22
Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:
«Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre».
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito:
«El celo de tu casa me devora».
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron:
«¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó:
«Destruid este templo, y en tres días lo levantaré».
Los judíos replicaron:
«Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?».
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo habla dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.

Palabra del Señor.

Lugar de encuentro.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Podríamos resumir la situación que presenta este Evangelio, en que el lugar de encuentro con Dios se convierte en un negocio o un intercambio.

Qué importante es respetar todo lo sagrado y aprender a valorarlo. No es lo mismo rezar en cualquier sitio que rezar en la iglesia ante un Sagrario. Lo dice el Catecismo: «La iglesia, casa de Dios, es el lugar propio de la oración litúrgica de la comunidad parroquial. Es también el lugar privilegiado para la adoración de la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento. La elección de un lugar favorable no es indiferente para la verdad de la oración» (C. I. C.-2691). Señor, hoy me animas a rezar con mi esposo en lugares sagrados, en la Eucaristía, ante el Sagrario. La oración conyugal en un lugar sagrado es mucho más fructífera.

Otro templo que debemos respetar muchísimo es nuestro cuerpo. Lo menciona el Papa Juan Pablo II en la catequesis del 11/02/81:
‘»¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que, por tanto, no os pertenecéis?», pregunta Pablo a los Corintios (1Co 6,19)’.

Dice el Papa sobre los pecados carnales, son pecados contra el cuerpo, a diferencia de los demás, que son externos al cuerpo. ‘Estos pecados llevan consigo la «profanación» del cuerpo: privan al cuerpo de la mujer o del hombre del respeto que se les debe a causa de la dignidad de la persona. Sin embargo, el Apóstol va más allá: según él, el pecado contra el cuerpo es también «profanación del templo»’.

A la vista de estas enseñanzas del Papa, me doy cuenta de la “sacralidad” del acto conyugal, en el que ambos esposos unimos nuestros cuerpos para hacernos una sola carne. Con qué delicadeza tenemos que vivir nuestra unión, acogiendo con admiración y gratitud el don tan inmenso que Dios nos ha entregado, y con responsabilidad pero también con generosidad, abiertos a la vida diciéndole: Hágase tu voluntad y no la nuestra. Una experiencia que, muy lejos de ser un “intercambio” de placeres y de satisfacción de deseos, es experiencia de encuentro con Dios, que es amor y fuente de vida.

Madre:
Quizás algún día caigamos en la cuenta de la grandeza de los dones que Dios nos ha entregado. Cuándo dejaremos de vivir bajo el influjo de nuestros egoísmos, nuestras pasiones y nuestros gustos… Pero nos queda el consuelo de que, aunque destruyamos todo lo hermoso que Dios nos entrega, Él lo reconstruye todo en tres días. Alabado sea el Señor, que es grande y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad.

Engreimiento o sencillez. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 17, 7-10

EVANGELIO
Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 17, 7-10
En aquel tiempo, dijo el Señor:
-«Quién de vosotros, si tiene un criado labrando o pastoreando; le dice cuando vuelve del campo:
«En seguida, ven y ponte a la mesa»?
¿No le diréis más bien:
«Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú»?
¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid:
«Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer» ».

Palabra del Señor.

Engreimiento o sencillez.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Podríamos decir que el Evangelio de hoy habla del engreimiento y la sencillez. A veces nos preocupamos mucho de todo eso en lo que fallamos, y no nos damos cuenta que un pecador humilde puede ir al cielo, y alguien casi perfecto pero orgulloso, no va a ningún sitio. Ya lo decía el Señor en la parábola aquella del fariseo que se situaba en la parte delantera de la sinagoga dando gracias por no ser como los demás, y el publicano que no se atrevía casi ni a entrar porque se reconocía pecador. Sólo este último salió justificado.

Pedir cuentas a Dios ¿No es de un engreimiento descomunal? Es muy peligroso, porque Dios me da grandes cosas para trabajar en Su nombre, y cuando hay frutos puedo creer que son el resultado de mi trabajo. La prueba del nueve la experimento esas veces en que, a pesar de mi trabajo y mi esfuerzo, no hay frutos. Entonces me frustro, me pregunto una y otra vez en qué me he equivocado. ¿Por qué? ¿No será que espero que los frutos sean consecuencia de mi esfuerzo?. ¡Ay! Qué sutil es el orgullo y qué peligroso.

En el matrimonio ocurre con frecuencia. Si yo hago este esfuerzo y el otro y el de más allá ¿Por qué mi esposo no me quiere más? Y la pregunta de hoy es: ¿Acaso me lo merezco?. He hecho lo que tenía que hacer, y punto. La gloria es para Dios, no para mí.

En cambio, el sencillo, es ese que comprende que tiene un Padre que le ama, y tiene una relación muy estrecha con Él. Digamos que el engreído es el que siempre espera más de los demás, porque se lo merece, y el sencillo es el que se deja sorprender por la acción de Dios en su vida. ¿Qué tiene de extraño que se esfuerce y no haya frutos? Nada, es lo lógico. Con sus fuerzas… ¿Qué tiene de extraño que la fuerza de Dios se manifieste a través de él y haya muchos frutos? Nada, si tiene un Padre que le ama y así lo ha querido, pero… ¡Qué grande y bueno es! ¡Alabado sea!.

Oh Señora mía, Santa María: hoy y todos los días y en la hora de mi muerte, me encomiendo a tu bendita fidelidad y singular custodia, y pongo en el seno de tu misericordia mi alma y mi cuerpo; te encomiendo toda mi esperanza y mi consuelo, todas mis angustias y miserias, mi vida y el fin de ella: para que por tu santísima intercesión, y por tus méritos, todas mis obras vayan dirigidas y dispuestas conforme a tu voluntad y a la de tu Hijo. Amén.

La familia, es la solución. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 17, 1-6

EVANGELIO
Si siete veces en un día vuelve a decirte: «Me arrepiento», lo perdonarás

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 17, 1-6
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Es imposible que no haya escándalos; pero ¡ay de quien los provoca!
Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar. Tened cuidado.
Si tu hermano te ofende, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: «Me arrepiento», lo perdonarás».
Los apóstoles le dijeron al Señor:
«Auméntanos la fe».
El Señor contestó:
– «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar.» y os obedecería».

Palabra del Señor.

La familia, es la solución.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Nuestro hogar es una escuela de amor y Tú Señor, nos has encomendado la responsabilidad de enseñar a nuestros hijos, no con palabras sino con obras: “mirad cómo se aman”.

Es inevitable que sucedan escándalos, Pero ¡ay de aquel que los provoca!
Escandalizar a los pequeños, significa desde nuestra vocación conyugal: No ser fieles a nuestra llamada al Amor, no entregarme y no acoger. Que no vean en mí el espíritu de servicio, de sacrificio, el perdón, la reconciliación… Escandalizarles por ser con mi ejemplo, motivo para que pierdan la fe en Dios y no conozcan al verdadero Amor, pues amar a alguien es decirle: tú no morirás.

Somos pecadores y es inevitable que pequemos. El problema es que representamos la Paternidad de Dios, para nuestros hijos. Representamos la imagen de Dios para ellos. Una responsabilidad enorme, porque no somos perfectos. ¿Qué hacer? Tenemos que enseñarles que cuando no amamos, hay que pedir perdón y perdonar aunque sea “siete veces al día”. No parece que sea casualidad que Cristo hable en este Evangelio del perdón justo después de advertirnos que no escandalicemos a los pequeños.

Solamente en la familia le podemos enseñar a nuestros hijos a amar, y esto les puede salvar, para toda la eternidad.

Madre:
El orgullo me impide a veces perdonar rápidamente, porque me centro en mi dolor, en la ofensa recibida, y otras me impide pedir perdón inmediatamente, porque me creo en la razón. Realmente, el camino del esposo, es un camino duro, es el camino de Cristo. Sé que Él me acompaña, pero auméntame la fe. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

La revelación principal. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 20, 27-38

EVANGELIO
No es Dios de muertos, sino de vivos

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 20, 27-38
En aquel tiempo, se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y preguntaron a Jesús:
«Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y dé descendencia a su hermano”. Pues bien, había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron cono mujer».
Jesús les dijo:
«En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección.
Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor «Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob». No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos».

Palabra del Señor.

La revelación principal.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Toda un vida edificando nuestro matrimonio, purificando nuestra mirada para ver la verdad del otro, construyendo una intimidad común y de repente, la muerte ¿Lo destruye por completo?. No, en absoluto. Más bien al contrario, lo plenifica. Nuestro destino supera la comunión conyugal. Es la Comunión de los Santos y la Comunión con la Santísima Trinidad, lo que nos espera, si Dios en su misericordia así nos lo concede.

Por tanto, no pierdo la comunión con mi esposo, sino que ésta se convierte en una comunión entre santos. Dice San Juan Pablo II que será una experiencia totalmente nueva y al mismo tiempo no será distinta de la que vivimos en el principio. Tendremos cuerpo y volveremos a experimentar el cuerpo según lo que Dios puso en nosotros, perennemente desde el principio e históricamente.

Será el momento de la consumación del matrimonio entre Cristo y la Iglesia. En este vida, nuestro matrimonio es lo que San Juan Pablo II llama “Sacramento Primordial”, del que surgen todos los demás, porque representa precisamente esta unión entre Dios y el hombre. Pero después de la muerte, se producirá la unión real y definitiva entre Cristo y nosotros, la Iglesia. Y en ese momento, dejará de tener sentido nuestro matrimonio como signo, puesto que el modelo del que es imagen, será consumado en Dios.

El Papa viene a decirnos que el matrimonio en la tierra es una preparación para el auténtico matrimonio perpetuo que se hará efectivo en el cielo. De ese matrimonio, si Dios quiere, participará mi esposo y participaré yo.

Mientras tanto, tal como dice el Santo Padre, la relación sexual es la revelación principal en el mundo creado del misterio eterno e invisible de Cristo. Es la manera principal en que los hombres y las mujeres encuentran lo divino en el mundo natural. ¡Sorprendente! ¿Podría Dios otorgar mayor dignidad a nuestra sexualidad?

Madre:
Qué grande es Dios, que nos otorga tales dones. Mi matrimonio es tan sagrado y tan hermoso. Me sobrecoge pensar que nuestra unión sexual sea la revelación principal del misterio de Cristo. A veces le busco en tantos otros sitios… A través de nuestra unión conyugal, podemos participar de la vida Divina en este mundo. O como dice también San Juan Pablo II, que el signo visible del matrimonio (la relación sexual), ligado al signo visible de Cristo y la Iglesia (la Eucaristía), transfiere el plan eterno del amor de Dios en la historia y se hace «la fundación de toda el orden sacramental» (Audiencia General 29/9/82). O sea, que es una manera de participar de la Gloria de Dios. A ver si nos tomamos es serio este inmenso don, y le damos la importancia y la trascendencia que todo este misterio que Dios ha puesto en nuestras manos, tiene realmente. Alabado sea el Señor.