Archivo por meses: noviembre 2016

Date prisa… es necesario que hoy… Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 19, 1-10

EVANGELIO
El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 19, 1-10
En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad.
En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:
«Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa».
Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo:
«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador».
Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor:
«Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más».
Jesús le dijo:
«Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

Palabra del Señor.

Date prisa… es necesario que hoy…
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Normalmente, cuando leemos esta parábola, solemos centrarnos en la actitud de Zaqueo. Hoy nos vamos a centrar en Jesús, que al fin y al cabo es el protagonista de esta y de todas las enseñanzas de la Sagrada Escritura.

Sorprende la “prisa” que imprime Jesús a la llamada de Zaqueo: “Date prisa” “es necesario que hoy…”. Lo mismo ocurre con los apóstoles: Les invita a dejarlo todo “ya” y seguirle. Tanto uno como los otros, así lo hacen.

¿Qué tiene de especial la llamada de Jesús para que los que le siguen tomen una decisión tan radical y tan urgente? Nadie nace siendo discípulo. Por naturaleza tenemos unas tendencias bastante contrarias a las de Dios. Todos buscamos resolver nuestras insatisfacciones ¿No es cierto?. La cuestión está en decidir qué camino elegimos para resolverlas. Unos optan por una aparente solución fácil: El divorcio, el aborto… y luego vienen las consecuencias, que demuestran que las insatisfacciones del origen no llevan sino a otras mayores. Otros optamos por otro camino en el que hay que implicarse muchísimo más, el reino de Dios: De luchar por los primeros lugares, a luchar por los últimos… De modo que lo que nos hace dichosos, sea la pobreza, el ser perseguido. De modo que me convenza de que la mejor “satisfacción” es el perdón… (cf. Mt. 10, 18 ss) Y todas estas actitudes, salvan mi matrimonio y lo llenan de belleza y lo santifican. Mis insatisfacciones se mitigan rápidamente, pero de verdad.

Nuestra fe es única. Sólo el nuestro es un solo Dios formado por tres personas que viven en relación de perfecta comunión. Sólo nuestro Dios es un Dios relacional. Sólo los católicos tenemos un Dios que nos enseña a amar en Sí mismo, en Su propia relación. Sólo Él se abaja y entra en mí para que viva esa misma relación con mi esposo.

Y el Camino es Jesús: “Déjalo todo y sígueme”. Le escucho ¿Cuánto al día?, le imito ¿Cuánto al día?, me revisto de Él ¿Cuánto al día?. Jesús hoy me llama por mi nombre y me dice: ________, date prisa y baja del mundo absurdo en el que estás encaramado, un mundo de dominaciones, de potestades… porque ES NECESARIO QUE HOY ME QUEDE EN TU CASA. Sí, se quiere quedar conmigo, con mi esposo, con mis hijos. Es “necesario” que me dé prisa para que Él se quede “hoy” y que nos transforme, como hizo con Zaqueo, que obedeció y se dio prisa.

Madre:
Cuánto me gusta contemplar en Dios esa familia tan maravillosa que es la Trinidad. Cuánto cambia mi perspectiva de la vida. Cuánto me enseña sobre la verdad del Amor ¿Cómo apartar mis insatisfacciones sino es con amor?. Estoy tan seguro de Él, de que Él es la Verdad, que no tengo dudas, Madre. Quiero seguirle “aprisa” como Tú. Quiero dejarlo todo y vivir con mi esposo lo que Él vive conmigo. Es una maravilla. Gracias eternamente por guiarme hacia Él, bendita Madre. Amén.

Ten compasión de mí. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 18, 35-43

EVANGELIO
«¿Qué quieres que haga por ti?» «Señor, que recobre la vista»

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 18, 35-43
Cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le informaron:
«Pasa Jesús Nazareno.»
Entonces empezó a gritar:
«¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!».
Los que iban delante lo regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte:
«¡Hijo de David, ten compasión de mí!».
Jesús se paró y mandó que se lo trajeran.
Cuando estuvo cerca, le preguntó:
«¿Qué quieres que haga por ti?».
Él dijo:
«Señor, que recobre la vista».
Jesús le dijo:
«Recobra la vista, tu fe te ha curado».
Y enseguida recobró la vista y lo seguía, glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alabó a Dios.

Palabra del Señor.

Ten compasión de mí.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

“Señor, que recobre la vista”.

Yo lo sé, he podido experimentarlo. Mi vista está ofuscada, limitada por mi pecado. Me empeño en aferrarme a las cosas de este mundo, mis seguridades, mis comodidades, mis razones… y eso me impide ver mi pecado y las consecuencias, y tiendo a ver nada más que el de mi esposo. Me impide ver la alegría de la entrega. Me impide reconocer la grandeza de mi sacramento del matrimonio, que como dice el Papa Francisco, es lo más bello que Dios ha creado. Y en mi día a día me cuesta verlo, por mi ceguera, y me estoy perdiendo tantas cosas hermosas que habías pensado para mí…

Estoy ciego, sin ojos para mirar a mi esposo como lo miras Tú. A veces me hallo sentado, instalado en la comodidad por no construir nuestro matrimonio, por no comprender al otro, no escucharle…. A veces desaminado he dejado de caminar y estoy sentado al borde del camino…

Hoy siento que no puedo dejar de gritar como el ciego, una y otra vez: «ten compasión de mí», Señor. Sé que es lo primero, reconocerme necesitado y abrirme a Tu gracia. Y aunque la gente me diga que eso no sirve de nada, yo te seguiré gritando “Ten compasión de mí” Estoy cansado de vivir una vida mediocre. Quiero vivir la vida que Tú habías preparado para mí.

Tengo fe en ti, Señor. Sé que no me defraudarás, que me darás la vista para que glorifique a Dios. Seguiré gritando que me quites mi pecado para poder ver el mundo desde la sencillez, a mi esposo desde la misericordia y mi misión desde la humildad. No dejes que me lo pierda, Señor. Amén.

Libre para darme. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 21, 5-19

EVANGELIO
Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 21, 5-19
En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo.
«Esto que contempláis, llegarán un días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
Ellos le preguntaron:
– «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».
Él dijo:
– «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: «Yo soy», o bien: «Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos.
Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.
Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el final no será enseguida».
Entonces les decía:
«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes.
Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo.
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárceles, y haciéndonos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.
Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre.
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Palabra del Señor.

Libre para darme.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Nos quedamos con la última frase: “Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. Bueno… el Señor nos da la llave, la clave para el acceso a Su reino. Perseverancia. Permanecer en Su amor. No cejar en el intento por cumplir el mandamiento del amor.

La concupiscencia, es decir, nuestro pecado, nos hace perder la libertad para entregarnos al esposo. Nos cuesta porque no somos dueños de nosotros mismos. Hay unas fuerzas en el interior de mi corazón que me dicen: No debo permitir que me humillen, no debo permitir la injusticia contra mí, que me he merecido mi descanso, o que no pasa nada si por una vez me doy un capricho… Puedo dejarme arrastrar por todas esas tentaciones. Nadie me lo va a impedir, pero mientras siga alimentando mi concupiscencia, no voy a ser capaz de donarme. Mientras alimente mi vanidad, mi orgullo, mis apetitos, mis egoísmos… ellos podrán conmigo, no seré dueño de mí, y por tanto, no podré donarme.

La consecuencia es grave, porque he sido creado para donarme, y hasta que no lo haga, no descubriré la grandeza que Dios ha puesto en mí, la de ser persona. No descubriré quién soy realmente, porque mi verdadero “yo” se verá menguado por todo aquello que le quita la dignidad. Y hay otra consecuencia grave, que no seré capaz de reconocer que somos queridos por Dios “por sí mismos”, y esto me hace sentirme mal conmigo mismo, porque de este reconocimiento es el que me da la dignidad. Y en consecuencia, también pondré en duda que mi esposo es amado por Dios “por sí mismo”. Le minusvaloraré, le culparé de mi malestar y no consideraré lo “bueno muy bueno” que Dios ha creado en él/ella.

De todo esto nos habla San Juan Pablo II en la audiencia del 23 de julio del 80. ¿Y por qué hablamos de ello? Porque es en lo que hay que perseverar: En luchar por el autodominio, para ser libre, poder donarme, descubrir quién soy de verdad, descubrir la grandeza que Dios ha puesto en mi esposo, y que merece la pena amarle por sí mismo, y entregarme a él/ella.

Madre:
Tengo mucha ilusión por descubrir qué espera Dios de mí en esta vida. Dame perseverancia y permite que mi concupiscencia no me impida descubrir quién soy realmente, tal como Dios me pensó, y quién es mi esposo, y qué hay en él/ella para que el Señor estuviese dispuesto a sacrificarse sólo por mi esposo. Muy grande y hermoso debe ser ¿no?. Bendita Madre, viéndote a Ti, me hago una idea de lo que Dios ha querido hacer con los hombres. Alabado sea por siempre.

¿Encontrará fe en mi matrimonio? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 18, 1-8

EVANGELIO
Dios hará justicia a sus elegidos que claman ante él

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 18, 1-8
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer:
«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle:
«Hazme justicia frente a mi adversario.»
Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo:
«Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme»».
Y el Señor añadió:
-«Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».

Palabra del Señor.

¿Encontrará fe en mi matrimonio?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Por la oración nos vamos introduciendo en la intimidad de Dios. Como el niño que se introduce en la cama de sus padres porque tiene miedo de la tormenta, así, la Santísima Trinidad nos acoge en su intimidad para protegernos. Debemos recuperar esa imagen del Padre que nos protege y gracias al que no debemos temer nada. El roce hace el cariño. No tanto porque Él no nos ame, sino porque nosotros debemos aprender a amarle. De ahí la importancia de perseverar en la oración, como nos dice hoy el Señor. Y qué mejor que acercarnos los esposos juntos, conocerle juntos, hacerle presente en nuestros ratos de conversación.

La cuestión es, no poner en duda la respuesta de Dios, sino la nuestra. El problema no es lo que me ama Dios, sino mi respuesta ante Su amor infinito. Por tanto, lo que cabría preguntarnos es si nosotros, efectivamente, somos perseverantes en la oración, o si desistimos después de dos o tres intentos. Se cuenta que un joven sacerdote, fue un día a desfogarse con el santo Cura de Ars y expresarle toda su amargura: “¡He hecho todo lo posible, pero no veo ningún fruto!” refiriéndose a los fieles para a los que dedicaba todos sus esfuerzos. A lo cual, el cura de Ars le respondió: “¿Has hecho realmente todo lo posible? ¿De verdad rezas con toda el alma a Dios? ¿Has pasado noches en oración pidiendo al buen Dios que te ayude?”.

Jesús nos dice al final del evangelio de hoy: “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”. Es una pregunta muy fuerte, y en principio respondería ¡Claro que tengo fe!. Pero pongamos un ejemplo: Supongamos que mi esposo hace algo que no es correcto y que creo que perjudica a nuestros hijos. Se lo he comentado ya en varias ocasiones, pero no cambia. ¿De verdad pienso en que la solución está en orar por él o creo más bien que tengo que seguir insistiéndole una y otra vez hasta que cambie de actitud?. A lo mejor resulta que confío más en mis fuerzas que en las de Dios. ¿Encontrará el Señor esta fe en nuestro matrimonio?

Pidámosle hoy a María, Reina de la familia, que interceda por nosotros. Madre, es verdad que confío más en mí, con lo pequeño que soy, que en Dios todo poderoso. Que me afane más en que Él realice el milagro y dedique noches de oración por mi esposo si es necesario. También te pido a ti y a mi esposo que oréis por mí, porque es el mejor regalo que podéis hacerme. Por Jesucristo, nuestro Señor, amén.

Matrimonios del arca de Noé. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 17, 26-37

EVANGELIO
El día que se revele el Hijo del hombre

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 17, 26-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos.
Asimismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos.
Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del hombre.
Aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en casa, no baje a recogerlas; igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás.
Acordaos de la mujer de Lot.
El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda, la recobrará.
Os digo esto: aquella noche estarán dos juntos: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán».
Ellos le preguntaron:
-«¿Dónde, Señor?».
Él les dijo:
«Donde está el cadáver, allí se reunirán los buitres».

Palabra del Señor.

 

Matrimonios del arca de Noé.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Dos frases queremos destacar del Evangelio de hoy.

La primera frase es: “Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo”. ¿A qué tipo de seres alados atraes con tu vida? ¿A los buitres que acuden a todo lo que está destinado a morir? Es la satisfacción del propio instinto animal que prevalece sobre nuestra voluntad personal: como “en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos” Es como la gangrena que va necrosando nuestra voluntad. Luego nos quejamos de que no tenemos fuerza… Tenemos que salir de nuestra “Sodoma” sin mirar atrás, y entrar en el nuevo arca de Noé, el arca de la Alianza, que es el corazón de Cristo. Sólo unas parejas elegidas, entran en ese arca para salvar a la humanidad.

La segunda es “El que quiera salvar su vida la perderá”. ¿Qué significa para mí salvar mi vida? Quizás estar demasiado pendiente de mi salud, o pendiente de mi imagen (lo que piensan de mí) o reclamar el cariño de mi esposo…

El creyente debe vivir la paradoja cristiana: salvar la vida es perderla, y perderla por Cristo es salvarla. El tema es tan sencillo como: El que esté pendiente de sí mismo, se autodestruirá. El que esté pendiente del esposo por Cristo, vivirá por el Amor. Nuestro “yo” está tan acostumbrado a reclamar, que casi somos incapaces de aceptar que nuestro esposo no nos dé el cariño que “necesitamos”. Casi todo el mundo nos plantea ¿Qué pasa con esos matrimonios en que el esposo no responde a la entrega del cónyuge? La respuesta nos da vértigo: También pueden vivir el “gozo” de su matrimonio. ¿No sientes una especie de rebeldía interior al leer la palabra “gozo” en esta situación? Nos resistimos con uñas y dientes a perder la vida por amor. No está en nuestra naturaleza. Sin embargo Cristo nos lo promete. ¿Por qué ansiar el cariño de un alma mortal e imperfecta pudiendo tener el infinito amor de Dios? Es la pregunta que se hacía Teresita de Lisieux.

Señor, danos la fortaleza para estar dispuestos a perder la vida por Ti, a ser olvidados. Duele Señor, pero te insisto: Dame la fortaleza para estar dispuesto a ser olvidado por mi esposo. Quizás necesite que pierda mi vida por él/ella, por su salvación. No podría soportar que el día que vuelvas me lleves contigo y se quede él/ella lejos de Ti y de mí para toda la eternidad. Quizás sean otros esposos los que se juegan estar separados para toda la eternidad. Por Ti, por mi esposo, por todos los esposos, dame todo el sufrimiento a mí. Amén.