Archivo por días: 14 noviembre, 2016

Ten compasión de mí. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 18, 35-43

EVANGELIO
«¿Qué quieres que haga por ti?» «Señor, que recobre la vista»

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 18, 35-43
Cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le informaron:
«Pasa Jesús Nazareno.»
Entonces empezó a gritar:
«¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!».
Los que iban delante lo regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte:
«¡Hijo de David, ten compasión de mí!».
Jesús se paró y mandó que se lo trajeran.
Cuando estuvo cerca, le preguntó:
«¿Qué quieres que haga por ti?».
Él dijo:
«Señor, que recobre la vista».
Jesús le dijo:
«Recobra la vista, tu fe te ha curado».
Y enseguida recobró la vista y lo seguía, glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alabó a Dios.

Palabra del Señor.

Ten compasión de mí.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

“Señor, que recobre la vista”.

Yo lo sé, he podido experimentarlo. Mi vista está ofuscada, limitada por mi pecado. Me empeño en aferrarme a las cosas de este mundo, mis seguridades, mis comodidades, mis razones… y eso me impide ver mi pecado y las consecuencias, y tiendo a ver nada más que el de mi esposo. Me impide ver la alegría de la entrega. Me impide reconocer la grandeza de mi sacramento del matrimonio, que como dice el Papa Francisco, es lo más bello que Dios ha creado. Y en mi día a día me cuesta verlo, por mi ceguera, y me estoy perdiendo tantas cosas hermosas que habías pensado para mí…

Estoy ciego, sin ojos para mirar a mi esposo como lo miras Tú. A veces me hallo sentado, instalado en la comodidad por no construir nuestro matrimonio, por no comprender al otro, no escucharle…. A veces desaminado he dejado de caminar y estoy sentado al borde del camino…

Hoy siento que no puedo dejar de gritar como el ciego, una y otra vez: «ten compasión de mí», Señor. Sé que es lo primero, reconocerme necesitado y abrirme a Tu gracia. Y aunque la gente me diga que eso no sirve de nada, yo te seguiré gritando “Ten compasión de mí” Estoy cansado de vivir una vida mediocre. Quiero vivir la vida que Tú habías preparado para mí.

Tengo fe en ti, Señor. Sé que no me defraudarás, que me darás la vista para que glorifique a Dios. Seguiré gritando que me quites mi pecado para poder ver el mundo desde la sencillez, a mi esposo desde la misericordia y mi misión desde la humildad. No dejes que me lo pierda, Señor. Amén.