Archivo por meses: noviembre 2016

Crucificado por ladrón. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 23, 35-43

EVANGELIO
Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 23, 35-43
En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús, diciendo:
«A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
Había también por encima de él un letrero:
«Éste es el rey de los judíos».
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
– «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo».
Y decía:
«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
Jesús le dijo:
– «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».

Palabra del Señor.

Crucificado por ladrón.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Él es Dios, todo procede de Él y todo se recapitula en Él. Alfa y Omega, principio y fin. Y ahí lo contemplamos hoy, colgado en la cruz por nosotros.

¡Ay qué desgarro siento en mi corazón! por ver a mi Dios dejar que destrocemos Su cuerpo sagrado. Sí, ¿Acaso no formamos parte de su Cuerpo por el bautismo?.
Él creó y redimió el matrimonio y la familia, y ahora, ese proyecto tan hermoso que había entregado a la humanidad, bajo la custodia de cada esposo y de cada padre, es violado y vilipendiado. Belleza desfigurada, apaleada, desgarrada ¿y qué hace Él? Se entrega y se deja, deja que su Proyecto hermoso de Amor lo pisoteemos, le escupamos, lo ridiculicemos, lo abortemos… Insultos entre esposos, oposición entre ellos, indiferencia, distancia, violencia, divorcios… Es a Él a quien se lo hacemos.

Esto que estoy viviendo hoy entre lágrimas, me doy cuenta que es imagen de lo que aconteció en Su pasión. Dios Amor dejándose crucificar… ¡Es tan conmovedor! Cuanto más me muestra Dios Su belleza y Su bondad, la belleza de todo lo que nació de su Corazón, con entrañas de Madre, más duele ver cómo encima se deja apalear.

No hay palabras para definir esta locura de Amor, sólo puedo desear darle consuelo a mi Creador y Salvador, a mi Amado, sufrir en nombre de ese hermano que no conoce al Amor y opta por destruirlo con tal de no sufrir. Pero Dios quiso comprometerse a estar entre ambos, por el Sacramento, y es Él quien lo padece.

Nosotros estaremos en nuestras merecidas cruces, porque el daño que nos hemos hecho tiene sus consecuencias, pero Cristo está entre nosotros, experimentando mi misma cruz, entregándose por mí cada día. Y todavía puedo tener la cara de exigirle que arregle nuestros desórdenes ya: “Sálvate a ti mismo y a nosotros”. Cuando fuimos contra nuestro matrimonio, fuimos contra Él, y ahora exigimos que nos los solucione sin sufrimientos ni esfuerzos.

Pero yo Señor, quiero ser “el buen ladrón” crucificado, ese esposo que robó lo que le diste para amar y se lo quedó para sí, pero que hoy reconoce que estoy en mi cruz merecidamente, reconozco que yo te puse ahí a Ti también, y te pido misericordia, estar contigo en Tu reino, en la donación por amor. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

De diferentes ritmos a la plenitud. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 20, 27-40

EVANGELIO
No es Dios de muertos, sino de vivos

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 20, 27-40
En aquel tiempo, se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección y preguntaron a Jesús:
«Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y dé descendencia a su hermano.” Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer».
Jesús les dijo:
«En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección.
Y que lo muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor «Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob». No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos»
Intervinieron unos escribas:
«Bien dicho, Maestro»
Y no se atrevían a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor.

De diferentes ritmos a la plenitud.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hay un proverbio chino que dice: “Solo, se llega rápido; acompañado se llega lejos”. Cuando somos dos, tenemos que llevarnos el uno al otro; pero, al mismo tiempo, esto es muy complicado debido a nuestra tendencia al Yo, la impaciencia, el orgullo… y esa lucha durará hasta el día de nuestra muerte.

En el matrimonio, estamos llamados a tener en cuenta a nuestro esposo en todo, para avanzar juntos. El matrimonio es una bendición para esa lucha tan esencial, es el medio perfecto contra la concupiscencia, aunque tentaciones no faltan para huir de esta exigencia de la donación total. Sólo el que se dona, es capaz también de acoger. Una vez que abro mis puertas, lo mismo valen para salir que para entrar.

La Iglesia celebra el día de un matrimonio santo, el día en que celebraron su boda, pues ese día comenzó nuestra santidad en la comunión de las personas, que terminará en la comunión de los santos en el último día.

El cuerpo aquí en la tierra, tiene la función de permitir entregarnos el uno al otro y de esta manera vivir una comunión que da vida. Por nuestras limitaciones, debemos respetar nuestros ritmos en ese avance hacia la caridad conyugal, pero eso no significa detenerse. Hay que avanzar. Jesús respetó los ritmos de los discípulos, pero sin detenerse, sin abandonarnos. Él se abajó, algo que cuesta mucho, generalmente a la mujer, que suele tener que tirar de su esposo en el camino espiritual, y en el camino de la comunicación interior de la intimidad de las personas, a veces con la tentación de caminar a solas más rápido. ¿Que hizo Jesús? Poco a poco les iba hablando del Reino de los cielos, con parábolas en unas ocasiones, otras directamente, mostrándoles signos, se iba a orar y ellos le veían, también compartió con algunos en el Tabor o en Getsemaní, les iba anunciando.

¿Queremos ser juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro? Entonces será cuando experimentaremos la comunión de los santos. Se acabaron las luchas y los esfuerzos. Nuestro cuerpo ya no será el medio necesario para vivir una comunión, pues la gracia de Dios penetrará en nosotros y nos hará uno entre nosotros y con Él. Nos plenificará y viviremos una comunión perfecta, también con nuestros esposos.

Madre:
Ayúdanos a ser humildes, a ir al encuentro del esposo en su parálisis, ceguera, cojera… Con todo el Amor con que tú vienes a mí cada día, ayúdanos a unir la espiritualidad y la vivencia de la corporalidad, para ser una sola carne. Esto no sucede de repente ni sin dificultad, pero no es imposible, con Tu ayuda es posible, con Cristo es posible. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

El lenguaje de los ministros. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 19, 45-48

EVANGELIO
Habéis hecho de la casa de Dios una “cueva de bandidos”

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 19, 45-48
En aquel tiempo, Jesús entró en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles:
«Escrito está: «Mi casa será casa de oración»; pero vosotros la habéis hecho una «cueva de bandidos»»
Todos los días enseñaba en el templo.
Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo buscaban acabar con él, pero no sabían qué hacer, porque todo el pueblo estaba pendiente de él escuchándolo.

Palabra del Señor.

El lenguaje de los ministros.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

“Mi casa será casa de oración”, dice el Señor. Qué importante es ser tremendamente respetuosos con todo lo sagrado. Hacer silencio, interior y exterior, y realizar gestos de respeto, postrándonos en los lugares sagrados. Viene a ser todo lo relativo al segundo mandamiento.

Hoy nos queremos centrar en una realidad, y es que, por el bautismo Dios reside en mi esposo. Hoy te escucho Señor, decirme desde lo más profundo del interior de mi esposo: “Mi casa será casa de oración”. El cuerpo de mi esposo es templo del Espíritu Santo. ¿Me puedo permitir perderle el respeto? ¿Despreciarle?. Debo venerarle en tanto en cuanto es hijo de Dios y templo del Espíritu.

Nuestras relaciones conyugales son el culmen de mi encuentro con ese lugar sagrado que es el interior de mi esposo. No es un tiempo para el comercio, para buscar mis gustos ni mis intereses, es un momento para el recogimiento, para la oración, para alabar a Dios y darle gracias. Como dice San Juan Pablo II “Puede decirse que, bajo este aspecto, el «lenguaje del cuerpo» se convierte en el lenguaje de los ministros del sacramento, conscientes de que en el pacto conyugal se manifiesta y se realiza el misterio que tiene su fuente en Dios mismo. Efectivamente, su pacto conyugal es la imagen -y el sacramento primordial de la Alianza de Dios con el hombre, con el género humano- de esa alianza que nace del Amor eterno”.

Señor ¿Puedo hacer algo tan grande sin tomar conciencia de mis actos? “Mi casa es casa de oración”. Esta es la frase que debo recordar antes de unirme a mi esposo, como ministro del sacramento que se dispone a hacer presente la imagen de la Alianza de Dios. Como dice el Papa Francisco: “el Matrimonio responde a una vocación específica y debe ser considerado como una consagración (cfr Gaudium et spes, 48; Familiaris consortio, 56). Es una consagración. El hombre y la mujer son consagrados por su amor”

Madre:
Yo estoy consagrado a Dios por el amor a mi esposo. A veces me cuesta tanto ver la sacralidad de nuestro amor… Porque veo la parte humana, y no veo la parte Divina que hay en nuestra unión. Veo lo que hacemos, pero no lo que Dios hace. Ayúdame Madre a tomar conciencia de este misterio que es Grande, como lo define San Pablo. A veces, muchas veces, también experimento esta grandeza. Alabado sea el Señor. Amén.

Lo que conduce a los esposos a la paz. Comentario del Evangelio para matrimonios: Lucas 19, 41-44

EVANGELIO
¡Si reconocieras lo que conduce a la paz!

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 19, 41-44
En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, lloró sobre ella, mientras decía:
-« ¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos.
Pues vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco de todos lados, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento de mi venida».

Palabra del Señor.

Lo que conduce a los esposos a la paz.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Es escalofriante. Cuántas veces hemos vivido esta experiencia con varios matrimonios. Les hemos visto autodestruirse. No ponían interés en su relación y por más que veíamos que estaban avocados a la destrucción e intentábamos animarlos a luchar, a buscar la verdad, a ilusionarse con su vocación; no reaccionaban. Una y otra vez. Se dejaban arrastrar por la vida y no le abrían la puerta a Dios que llamaba. Vino la luz a ellos y la rechazaron.

Hay millones de esposos, familias sufriendo. Padecen heridas espantosas abiertas y maquilladas para no ser vistas, las más dolorosas heridas, las que no se muestran. Pero tú Señor sí las ves y lloras por ellas, por esa intimidad brutalmente golpeada y rasgada, en lo más sagrado del sacramento conyugal. La llamada al Amor y la comunión, es raptada por la dureza de corazón, la indiferencia, la tibieza… .

¿Por qué no reconocemos el momento de Su venida? Qué esperamos para creer que Él está aquí, entre nosotros, que nos ha salvado y hace posible que nos amemos los esposos con Su Amor, la Caridad Conyugal. Por el Sacramento que nos une, tenemos poder para ello. Tenemos poder para recuperar la presencia de Dios en todo, descubrir y administrar los dones que nos da, ansiarnos el uno al otro para formar una comunión de personas, vernos el uno al otro como ayuda, ver a mi cónyuge como parte de mí mismo, mirarnos como Dios nos mira y perdonarnos cuando caemos, para volver a empezar todo este ciclo.

Cristo ha venido, está con nosotros, ¡Está en nosotros!.

Pedimos a María, impulsora de este Proyecto de Amor Conyugal, que nos lleve adonde nos necesite y que abra los ojos de los matrimonios para que vean su verdad, la verdad de su hermosísima y riquísima vocación. Señor, que comprendamos el camino de los matrimonios hacia Tu amor, hacia Ti. Que lo demos todo por encontrarte en nuestra unión, que es donde estás esperándonos, y que arrastremos a nuestros hijos, no hacia los triunfos de este mundo, sino hacia el Amor eterno. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

A largo plazo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 19, 11-28

EVANGELIO
¿Por qué no pusiste mi dinero en el banco?

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 19, 11-28
En aquel tiempo, Jesús dijo una parábola, porque estaba él cerca de Jerusalén y pensaban que el reino de Dios iba a manifestase enseguida.
Dijo, pues:
«Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después.
Llamó a diez siervos suyos y les repartió diez minas de oro, diciéndoles:
«Negociad mientras vuelvo».
Pero sus conciudadanos lo aborrecían y enviaron tras de él una embajada diciendo:
«No queremos que este llegue a reinar sobre nosotros».
Cuando regresó de conseguir el título real, mandó llamar a su presencia a los siervos a quien había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.
El primero se presentó y dijo:
«Señor, tu mina ha producido diez».
Él le dijo:
«Muy bien, siervo bueno; ya que has sido fiel en lo pequeño, recibe el gobierno de diez ciudades».
El segundo llegó y dijo:
«Tu mina, señor, ha rendido cinco.»
A ese le dijo también:
«Pues toma tú el mando de cinco ciudades».
El otro llegó y dijo:
«Señor, aquí está tu mina; la he tenido guardada en un pañuelo, porque tenía miedo, pues eres un hombre exigente, que retiras lo que no has depositado y siegas lo que no has sembrado».
Él le dijo:
«Por tu boca te juzgo, siervo malo. ¿Conque sabías que soy exigente, que retiro lo que no he depositado y siego lo que no he sembrado? Pues ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses.»
Entonces dijo a los presentes:
«Quitadle a este la mina y dádsela al que tiene diez minas».
Le dijeron:
«Señor, si ya tiene diez minas».
«Os digo: al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Y en cuanto a esos enemigos míos, que no me querían que llegase a reinar sobre ellos, traedlos acá y degolladlos en mi presencia»».
Dicho esto, caminaba delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.

Palabra del Señor.

A largo plazo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hoy el Señor presenta nuestra vida como un tiempo en el que nos ha dejado unas minas que tenemos que explotar y hacer rentables para Él. Lo plantea como que se va para un largo tiempo, toda la vida.

Puedo caer en el riesgo de pensar que tengo toda la vida por delante y que, al final de mis días, ya me interesaré por las cosas de Dios. O puede simplemente que no esté ni pendiente de que algún día voy a tener que rendir cuentas de todos esos dones, talentos, habilidades, cualidades… que Dios me ha permitido administrar.

Pero, si uno invierte un dinero en un banco, no da la misma rentabilidad a corto que a medio o que a largo plazo. Así que nos podemos encontrar con que al final de nuestros días, no hayamos podido dar la rentabilidad esperada por el Creador.

Es el momento de preguntarme por los frutos que he dado a través de mi esposo y en mi matrimonio en estos años: Frutos de unión, de intimidad, de procreación, de dar vida a nuestro alrededor. ¿Y de mi esposo? ¿Estoy sacando lo mejor de él/ella? (Piénsalo, no sigas leyendo). Porque Dios me ha dado en él/ella una mina, un auténtico tesoro. ¿Qué valor tiene mi esposo? Mucho mayor que una mina de oro por muy grande que ésta sea. Si un empresario me hubiese dado la administración de una mina de oro ¿Qué rentabilidad esperaría? Pues ¿Cuánto más esperará Dios por haberme entregado a mi esposo y haber hecho sagrada nuestra unión en Cristo?

Madre:
Al atardecer de la vida nos examinarán de amor (Como dice San Juan de la Cruz), y si no he aprendido a entregarme liberándome de mi orgullo y mis apegos, no habré saboreado lo que es amar a mi esposo como Él me ama, ni amaré a Dios con todo el corazón, con toda mi mente y con todo mi ser. Hoy sigo con más ilusión con mi propósito del mes para amar más a mi esposo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.