Ver la extenuación. Comentario para Matrimonios: Mateo 9, 36-10, 8

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EVANGELIO

 

Llamo a sus doce discípulos y los envió.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 9, 36-10, 8

En aquel tiempo, al ver Jesús a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor». Entonces dice a sus discípulos:
«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».
Llamó a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.
Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, el de Zebedeo, y Juan, su hermano; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo, y Tadeo; Simón el de Caná, y Judas Iscariote, el que lo entregó.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
«No vayáis a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel.
Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis».

Palabra del Señor.

Ver la extenuación.

Jesús nos apunta a Su Corazón que es compasivo, lo contrario de un corazón endurecido que no sufre por el otro, no sabe ver su extenuación.
En el matrimonio es importante experimentar esta compasión de Jesús, antes de ir a sanar en Su nombre. Es habitual que, ante el esposo cuando ha descarriado, lleguen las culpabilizaciones y las exigencias, entonces ya no vamos en nombre del Señor y por tanto no recibiremos el poder de sanar.
Al final es una sanación que todos hemos recibido de Él gratis, y gratis la deberíamos dar. Sin reclamar nada ni echar en cara nada. Sólo compasión y darle al esposo la sanación para la que Dios nos envía en nuestra misión específica del matrimonio de sostenernos en la gracia.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Teresa y Luis, llevan varios días súper bien. El ambiente entre ellos es maravilloso. Pero esta mañana Teresa se ha levantado recordando problemas que aún están sin resolver y se ha apoderado de ella la tristeza. Intenta superarla rezando, pero no deja de mirarse a sí misma y esto le va cansando hasta llegar a la extenuación.
Luis empieza a ver a Teresa que aquel día no está tan agradable como los anteriores, y empieza a decirle cosas como “¿otra vez con lo mismo? ¿No ves que pensar eso no te hace bien? No deberías darle importancia. Ya te estás mirando y claro, ahora vienen las consecuencias…”
El Corazón de Jesús esperaba que Luis padeciese con ella, que “llorase” en su corazón por el sufrimiento de ella, y eso le llevase a animarla, a abrazarla, a hablarle de la confianza en el Señor. Esas actitudes son las que sanan y salvan.

Madre,

Tú eres Santa y estabas padeciendo con Jesús perfectamente para nuestra redención. Qué grande fuiste ante nuestras necesidades. Nosotros nacimos a la fe desde Tu corazón compasivo. Gracias, bendita Madre de los Apóstoles.

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