¿Me ayudas? Comentario para Matrimonios: Juan 3, 16-21

EVANGELIO

 

Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por él.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 3, 16-21

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Palabra del Señor.

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¿Me ayudas?

Una de las características típicas del mal es que tiende a esconderse y sólo se confabula con el mal.
Cuando hay algo que no queremos compartir con nuestro esposo ¿Por qué es? Es verdad que, por caridad, algunos temas, si son muy serios, tenemos que esperar a que nuestro esposo esté preparado para contárselos, pero el primer paso para salir del mal es sacarlo a la luz.
También el mal de uno se esconde a los propios ojos, y viene bien preguntarle al esposo qué ve en mí, para que me ayude a desenmascararlo. Yo no soy mi pecado. Yo quiero librarme de mi pecado. ¿Me ayudas?

Aterrizado a la vida matrimonial:

Teresa: Alfonso, veo que te quejas a menudo de mi falta de humildad a la hora de corregirte. Me gustaría que lo rezases y me dijeses qué ves en mí que no viene de Dios.
(Unos días más tarde)
Alfonso: Teresa, ya lo he rezado. Lo que él Señor me muestra es que, no basta con decir una verdad para que ésta venga de Dios. Es importante también la manera como se dice, porque si lo decimos desde una posición de superioridad, entonces ya no puede venir de Dios.
Teresa: Ya. Lo entiendo. Es verdad que no se puede corregir desde la exigencia y desde arriba, sino que hay que abajarse como hizo Cristo para enseñarnos a nosotros. Y más yo que soy tan pecadora o más que tú.
Alfonso: No, yo más.
Teresa: Que no, que yo más.
Alfonso: Y yo el más de los mases.
Teresa: Jajaja qué tontorrón eres. Bueno, gracias por la ayuda, esposo.
Alfonso: Gracias a ti por tu testimonio de humildad, esposa.

Madre,

Tú acogiste a Pedro después de su triple negación. Tus brazos le levantaron y Jesús le sanó con Su mirada. Que nos acerquemos siempre a Él en la confesión para que siempre estemos en gracia. Amén.

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