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Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 16, 5-11
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Adónde vas?”. Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré.
Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado».
Es de justicia.
Entiendes, Señor, que nos dé pena que te vayas al Padre, pero es de justicia que lo hagas, porque ya bastante que pasases 33 años de abajamiento y servicio a los hombres para traernos la verdad y la salvación. No sería justo pedirte más.
Gracias Señor por tanto. Me agrada enormemente verte en el cielo sentado a la derecha del Padre como Rey de todo lo creado. Un inmenso «gracias».
Aterrizado a la vida Matrimonial:
Lola: Cuánto anhelo verte, Jesús, pero Tú nos dejaste por un bien aún mayor: enviarnos al Espíritu Santo, quien nos guía a la verdad profunda del corazón.
Luis: Él nos ilumina nuestras heridas, nuestros desórdenes, nos purifica con su luz y nos conduce hacia Dios.
Lola: Sin el Espíritu, quedamos a merced del mundo, atrapados en placeres vacíos que nos alejan de lo divino y terminan por destruirnos.
Luis: Gracias Señor por el inmenso don del Espíritu Santo.
Madre,
Sólo de pensar en el valor que tendría para nosotros tener a Jesús entre nosotros, alcanzamos a entender la envergadura del don del Espíritu Santo. Alabado sea el Señor que nos lo ha enviado.