El dueño y el ocupa. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 6, 52-59

EVANGELIO
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida
Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 52-59

En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí:
– «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
– «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.

Palabra del Señor.

El dueño y el ocupa.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Parece que los judíos se escandalizaban de las palabras de Jesús ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Gracias a Dios que no vivimos en aquella época y ahora podemos entender a lo que Jesús se refería. A través de la Eucaristía, al comer el Cuerpo de Cristo, Él nos transmite la Gracia Santificante. Se transmite Él mismo y nos va transformando en Él. Pero para que la gracia sea efectiva, es necesario que vayamos confesados y que no encuentre ningún entorpecimiento cuando entre en nosotros con toda su potencia, y segundo, que después “hagamos” nosotros la Eucaristía, poniéndonos al servicio de la caridad y la justicia. Entregándonos como ofrenda a Dios a través de la ofrenda de nosotros mismos en nuestro matrimonio.

Una historia: Patricia no quiere ir a misa. Dice que hay mucha hipocresía. Los vecinos del quinto van todos los domingos, y no veas el pollo que montaron el otro día en la reunión de vecinos porque uno había puesto un aparato de aire acondicionado en una zona que hacía mucho ruido. Además, ella los oye, porque vive justo encima, y las discusiones entre ellos son de órdago. Patricia ve mucha incoherencia en ellos, mucha exigencia hacia los demás y poca misericordia y comprensión. ¿Tiene razón Patricia?

Cristo dice: El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él. Si Cristo habita en los vecinos del quinto ¿Cómo es que se comportan así?

Raúl, el esposo, se lo explica a Patricia. Mira, esto es como un dueño al que se le ha metido un ocupa en su casa y hasta que no se vaya, no lo puede echar. Así, el Señor, empieza intentando entrar en mi corazón, cuando todavía no se lo he entregado sino que le dejo estar el ratito de la Eucaristía como “invitado”, pero luego, al salir de la Iglesia, sigo de ocupa de mi corazón y le echo de él. Con el tiempo, me puedo esforzar por “desocupar” mi corazón y pasar a ocupar el tuyo (refiriéndose a Patricia), que es el que realmente me pertenece. Al ir desocupando el mío, Cristo puede recuperar su dominio sobre él. Cuando Él ve que aquello ha sido abandonado definitivamente, lo decora a Su gusto y lo adapta según sus prioridades. Entonces Cristo habita en mí, y con Él entra en mí todo su “mobiliario”: Su misericordia, Su comprensión… Su caridad. Y yo estoy cada vez más en ti. ¿Qué te parece?

Patricia ha decidido invitar (de momento) al Señor a entrar en ella, en la Eucaristía. Y el Señor ha decidido transformarla.

Madre,
La generosidad de Dios es infinita. La Eucaristía es la mayor muestra de ello. Es un misterio tan grande, que nos cuesta mucho entenderlo y más aún vivirlo. La grandeza de que Dios entre en mí… es de tal inmensidad, que no cabe en mi cabeza ni en mi corazón. ¡Gloria a Dios!. Alabado sea por siempre mi Señor.

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