Comentario del Evangelio para Matrimonios Jn 15,1-8

Los frutos de la Vid.

A Jesús no podemos acudir esporádicamente para que nos resuelva un problema y volver a dejarlo en el olvido. Esa actitud no es digna de ninguna relación entre personas.

Cristo actúa si permanecemos en Él. No limosnea cariño. ¿Cuáles son los frutos de alimentarnos de Él (Oración, sacramentos, mandamientos)? Su acción brota de la plenitud recibida del Padre y sus obras dan testimonio de esa Fuente inagotable de Amor. Así también quiere enriquecer nuestros gozos trasformados por un don mutuo, surgiendo un nosotros común: De lo mío a lo nuestro; del yo al nosotros.

Ya no existirá para los esposos: mi alegría, sino nuestra alegría, no mi dolor, sino nuestro dolor, ni mis planes, sino nuestros planes. Del eros o amor humano, el ágape de la Caridad divina. Surge en el matrimonio una escuela donde el maestro y hacedor es la Santísima Trinidad.

La primera fórmula que se aprende es «he recibido un don, Cristo” y sin Él no podremos donarnos el uno al otro (“Sin mí no podéis hacer nada”). De Él recibimos un gozo compartido, que a su vez compartimos con nuestros hijos, fruto también de nuestro amor pro-creador que Dios Padre, ha querido compartir con nosotros para que podamos amar como Él ama.

Con Cristo llegamos al núcleo de lo que Él mismo vivía y quiere comunicarnos: saberse amado por el Padre, haber recibido de Él todo y querer amarle, en todo amándonos.

Hoy Madre, queremos seguir las instrucciones que nos dejaste, guiada por la sabiduría del Espíritu: “¡Haced lo que Él os diga!”.
Después, los esposos, sabemos bien lo que nos espera: El vino bueno…

Oramos con el salmo: ¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»!

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