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Sí, quiero. Comentario para Matrimonios: Mateo 9, 14-17

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Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 9, 14-17

En aquel tiempo, los discípulos de Juan se acercan a Jesús, preguntándole:
«¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?».
Jesús les dijo:
«¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos?
Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán.
Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto y deja un roto peor.
Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque revientan los odres; se derrama el vino, y los odres se estropean; el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así las dos cosas se conservan».

Sí, quiero.

Al leer este evangelio nos puede surgir una pregunta: ¿qué tiene que ver el ayuno con el esposo? Parece que Jesús responde de una manera un tanto misteriosa, pero en realidad nos está mostrando un poquito de Su Corazón.
El pueblo judío llevaba siglos esperando al Mesías y en tiempos de Jesús ayunaban también como signo de esa espera. Cuando le preguntan por qué sus discípulos no ayunaban, Jesús no sólo responde a la pregunta, sino que está diciendo algo aún más grande; Yo soy el Esposo que habéis estado esperando.
Está revelándonos su identidad… ¡Él es el Esposo! Una imagen marcada profundamente por el amor y la intimidad… Y no sólo eso, sino que hace un anuncio velado de su Pasión: “Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán”.
Señor, hoy contemplo Tu Corazón de Esposo y tu “declaración” de amor que llega a lo más profundo de mi alma. Cierro los ojos y te escucho en mi corazón diciéndome: quiero desposarme contigo y daré mi Vida por ti para hacerlo posible, ¿quieres? Sólo necesitas un corazón nuevo para acogerme y Yo te lo daré…
Entonces, desde lo hondo de mi alma respondo con todo mi amor: “Sí, quiero”.
El matrimonio cristiano es un signo visible de este amor invisible de Cristo Esposo por su Iglesia, entonces resuena en mi interior estas palabras: “Acogiendo y agradando a mi esposo, te agrado a ti Señor”

Aterrizado a la vida matrimonial:

Rocio: ¡estoy harta Adolfo! Siempre estás igual, yo también vengo cansada del trabajo ¿sabes? Y la ropa no se lava sola, los niños no se duchan solos… Todo lo solucionas con buscar a alguien que venga a “ayudarme”. ¡Yo ya no puedo más! Lo he intentado todo…
Adolfo: ¡Yo también estoy cansado de todo esto! necesito mi espacio, mi ritmo, mis amigos y mi manera de hacer las cosas… ¡Yo tiro la toalla!
(Al día siguiente)
Rocio: Adolfo, doy gracias a Dios porque me ha hecho caer en la cuenta, que el problema no es el reparto de las tareas de casa, eso es un “remiendo superficial y mundano” que solo nos trae un problema peor, y es que estamos llegando a la desesperanza y tirar la toalla… Lo que necesitamos es una conversión del corazón, porque no sirve de nada todo lo que escuchamos y aprendemos si no lo acogemos y seguimos anclados en nuestra vida pasada…
Adolfo: ya… entiendo… puede que tengas razón, pero ¿qué podemos hacer?
Rocio: Tomar una determinada determinación: no podemos fallar a nuestra cita diaria a la oración. Necesitamos intimidad con el Señor. Él es el que va a ir transformando nuestro corazón de piedra en un corazón de carne como el Suyo, pero tenemos que buscarle, encontrarle y amarle en la oración.

Madre,

Te damos gracias porque tú diste el primer “sí” al Esposo.
Tú supiste reconocer Su amor y acogerlo sin reservas. Ayúdanos a perseverar en la oración para acoger a Jesús con un corazón sencillo como el tuyo. Gracias Bendita Madre.