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Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 9-13
En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. Y estando en la casa, sentado a la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?». Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa: “Misericordia quiero y no sacrificio”; que no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».
El día que dejé de cobrarte
Cuántas veces nos preguntamos qué puede estar pasando en nuestro matrimonio que no va bien. Discutimos por las tareas de casa, por cada decisión que hay que tomar, por la educación de los hijos, por lo que hacemos y por lo que no. Luego dos días de paz y luego a lo mismo. Quizá es que estamos sentados en un mostrador de recaudación de impuestos y no nos hemos dado cuenta: allí estoy, reclamando elogios, recaudando derechos frente a mi esposo, reclamando atenciones, reclamando un perdón, reclamando lo que yo entregué y a mi no me han dado… y mientras la tristeza, el dolor y la desesperanza corroen mi corazón, pensando que lo nuestro no tiene solución. Pero justo pasa Jesús y con amor me mira y me llama: ¡Levántate y sígueme! Él quiere levantarnos de ese mostrador que es una cárcel, y que me impide avanzar en el camino del Amor que es todo lo contrario a recaudar y exigir, sino entregarse y no medir. Haz como Mateo, levántate, deja de cobrar y síguelo.
Aterrizado a la vida Matrimonial:
Eva: Juan me siento agotada física y mentalmente. Sentía que estoy dándome mucho, y en la oración me he dado cuenta de que ya te estaba juzgando otra vez y midiendo lo que tú das.
Juan: Vaya… Muchas gracias por compartirlo conmigo Eva. La verdad es que yo a veces me relajo un poco.
Eva: Tú entregas en muchas cosas en las que yo no hago nada, pero es como si todo lo que tú haces se me borrara y sólo veo lo que hago yo y me pongo a exigirte recompensas. En fin… ¡vuelvo a empezar! Qué descanso ver cómo el Señor nos cuida y nos muestra la verdad de lo que está pasando. Te echaba a ti toda la culpa de mi tristeza.
Juan: Qué bonita eres Evita mía. Doy gracias a Dios por ti y le pido que me ayude a darme cuenta de tu tristeza y me entregue más a ti.
Madre,
Que contigo diga siempre: Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclavo/a. Alabado sea por siempre.