EVANGELIO
Se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11, 47-54
En aquel tiempo, dijo el Señor:
«¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, a quienes mataron vuestros padres!
Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros les edificáis mausoleos.
Por eso dijo la Sabiduría de Dios: «Les enviaré profetas y apóstoles: a algunos de ellos los matarán y perseguirán»; y así a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario.
Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación.
¡Ay de vosotros, maestros de la ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia: vosotros no habéis entrado y a los que intentaban entrar se lo habéis impedido!».
Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo implacablemente y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, tendiéndole trampas para cazarlo con alguna palabra de su boca.
Palabra del Señor.
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La llave de la ciencia.
Los fariseos y los escribas adornaban los mausoleos de los profetas, pero como sus antepasados, por su soberbia, no acogen a Aquel al que anunciaban todos los profetas.
Dice San Agustín: “…la llave de la ciencia es la humildad de Jesucristo, la que no querían conocer los doctores de la ley, ni permitían que la conociesen los demás.” La llave de la ciencia no es hacer las cosas perfectamente (cumplir la ley), no es ser docto en la materia, como pretendían los Fariseos y los Escribas respectivamente, sino que la llave de la ciencia es sabernos pequeños y necesitados de Dios para que Él pueda actuar. Quien no intenta vivir la humildad y no lo enseña así, ni entra, ni deja entrar.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Andrés: Me doy cuenta de que tiendo a juzgarte por cómo de perfectamente estás haciendo las cosas y estoy cayendo en un terrible error, porque la perfección está en que reconozcas tu pequeñez. Y soy yo el que está cayendo en la soberbia de creer que puedo juzgar tu corazón.
Marta: Yo también caigo en lo mismo. Pero me admira el hecho de que lo reconozcas, porque eso te hace andar en verdad. Veo que el Señor está haciendo Su obra en ti y te va dando luz, precisamente para hacerte más humilde.
Andrés: Gracias, Marta. Eso que me dices me anima y me ilusiona a seguir trabajando en este combate espiritual.
Madre,
Que nunca nos apoderemos de la llave de la ciencia de Dios. Que el conocimiento nunca nuble nuestro camino de la humildad y del amor. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.