Archivo por días: 11 enero, 2021

Cambio de táctica. Comentario para Matrimonios: Marcos 1, 21-28

EVANGELIO

Les enseñaba con autoridad.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 21-28

En la ciudad de Cafarnaún, el sábado entró Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar:
«¿Qué tenemos que ver nosotros, contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».
Jesús lo increpó:
«Cállate y sal de él».
El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. Todos se preguntaron estupefactos:
«¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen».
Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Palabra del Señor.

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Cambio de táctica.

Los escribas y fariseos difundían la Palabra de Dios, pero no sacaban los espíritus inmundos de la gente. Cristo en cambio, transmite la Palabra con autoridad, porque los espíritus inmundos lo obedecen, y sólo Dios es capaz de echar a los demonios.
Hay veces que intento realizar “correcciones” a mi esposo con un “debes hacer esto o lo otro”, y ¿qué descubro? Que no tengo ninguna autoridad sobre él/ella, y que no consigo echar los espíritus inmundos que le hacen caer, más bien al contrario, consigo que se instalen más si cabe en esa debilidad de mi esposo, provocándole además para que se revuelva contra mí o quizás huya por no oírme. Sólo si echo los espíritus inmundos, estaré transmitiendo la Palabra en el nombre del Señor.
Así que he decidido cambiar de táctica. Voy a dejar de exigirle a mi esposo que sea más perfecto de lo que es, y en su lugar, voy a hacerle feliz. Voy a hacer que se sienta acogido por mí, que descanse en mí cuando llegue cansado, que tenga confianza en mí y me cuente sus cosas sin miedo a una reprimenda. Voy a ser su amigo, su confidente, quien le mima, quien le hace sentirse valorado, quien más misericordia tiene con él/ella. Creo que eso es lo que Dios me pide que le dé. En definitiva, voy a ser quien más le ame. Quizás así, comportándome como un verdadero esposo, y con la autoridad que Dios me ha dado, le ayudaré a sacar lo mejor de él/ella.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Pedro: Cariño, reconozco que te estoy haciendo la vida imposible con tantas quejas sobre ti. Entiendo perfectamente que no te sientas valorada porque de mis labios no sale casi nada bueno cuando te hablo de ti. Pero quiero que sepas, que en realidad te valoro muchísimo, y quiero que cuando estés conmigo descanses en mí, que puedas estar relajada conmigo, que te sientas importante a mi lado, que puedas ser tú sin miedo a que te recrimine nada. Quiero que me sientas parte de ti porque te comprenda. No quiero enterrar nuestro amor en un montón de razonamientos y leyes que te impongo. Quiero que nuestro amor florezca hermoso, lleno de color.
María: (Llorando) Gracias, cariño. Ahora me siento mucho mejor. Yo haré lo mismo. Voy a quererte como eres, a dejar que seas tú y que te sientas admirado siendo tú. Sólo me importa una cosa en la vida, y es verte feliz. Todo lo demás es secundario para mí. Si tú eres feliz conmigo, yo soy feliz. Así que, no te juzgaré cuando te vea nervioso, te refugies en algo, cuando te vea amargado o abatido. En su lugar, me dedicaré a calmarte cuando estés nervioso, acompañarte cuando te sientas solo, a alegrarte cuando te vea triste, a animarte cuando te vea cansado. Creo que esa es la misión de esposa que Dios me ha encomendado.
Pedro: Gracias, preciosa. Te amo.
María: Te amo.

Madre,

A veces, a pesar de las dificultades de la vida, nos lo ponemos más difícil el uno al otro con tantas exigencias y tantos reclamos. Siempre pidiéndonos más, en lugar de hacernos la vida más sencilla, aliviarnos la carga mutuamente. Dios no quiere que actuemos como los fariseos, cargando fardos pesados sobre el otro, Dios quiere que nos amemos como Él, con ternura, comprensión y misericordia. Alabado sea el Señor que nos habla del amor con tanta autoridad. Él es el único Maestro. Amén.

Dejarás padre y madre. Comentario para Matrimonios: Marcos 1, 14-20

EVANGELIO

Convertíos y creed en el Evangelio.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 14-20

Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía:
«Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio».
Pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, echando las redes en el mar, pues eran pescadores.
Jesús les dijo:
«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. A continuación los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon en pos de él.

Palabra del Señor.

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Dejarás padre y madre.

Siempre me he preguntado cómo se quedaría el pobre Zebedeo, cuando llega un desconocido, invita a sus hijos a seguirle y se marchan con él, dejándole solo con la barca y las redes. También me he preguntado ¿Qué pasa con Jesús? ¿No le importa que dejen al Zebedeo solo? Podría al menos haber llamado a uno y dejado al otro… Pero Dios no se equivoca. Cuando te llama, te llama, y debemos responderle a pesar de todo lo que dejemos atrás.
Es relativamente frecuente que uno de los dos esposos tenga cierto “apego” a su familia de origen. Primero porque tiene la costumbre de vivir sometido a sus padres, y depender de ellos, segundo, porque hay cariño y tercero porque con su familia de origen se siente “como en casa”, pues es donde ha nacido y se ha criado. Pero cuando me caso, Dios me llama a realizar un servicio desde mi matrimonio, y eso implica desapegarme de mis padres. ¿Puede esto causarles algún tipo de “dolor”? Pues sí, pero es la llamada de Dios y Él no se equivoca. Puede también que viva la tentación de que mis padres me necesitan, y puede ser verdad, pero solo en casos de enfermedad grave o similar. No en vano, la familia de origen acaba siendo uno de los principales motivos de ruptura entre los matrimonios. Tiene triste gracia.
Por eso, hay un mandato expreso de Dios: “Dejará el hombre (o la mujer) a su padre y a su madre y se unirá a su mujer (o marido) y los dos serán una sola carne. Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”. Expresamente lo menciona Cristo, porque es posible que viva esa tentación de “dejar” a mi esposo por sentir lástima o cierta preferencia hacia mis padres o hermanos, y eso no es lo que Dios quiere. Él quiere que me haga una sola carne con mi esposo, que para eso me ha creado, y lo decimos nosotros que ya nos toca ser “dejados”.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Jaime: Dice mi madre que si vamos a comer el sábado.
Laura: Jaime, no puede ser que estemos todos los fines de semana metidos en casa de tus padres. Si entre semana casi no nos vemos, el sábado estamos con tus padres y el domingo con los míos ¿Qué tiempo queda para nosotros?
Jaime: Bueno… a ellos les hace ilusión, y es un rato, el rato de comer.
Laura: No, Jaime. Al final, no hacemos otra cosa en todo el día. Entre que vas, que empezamos a comer tarde, que luego viene una sobremesa eterna, que después ayudamos a recoger la mesa y después, que ya es la hora de merendar los niños… Acabamos ya sin ganas de nada más, y nos volvemos a casa al sofá. No hacemos excursiones juntos, ya no tenemos nuestros ratos para hablar, no hay momentos para cultivar nuestra familia, la nuestra.
Jaime: Lo entiendo. Eso no debe faltar. Si te parece, a partir de ahora programaremos los fines de semana en función de nuestros planes. Primero tú y yo, segundo nuestra propia familia y el tiempo que sobre lo dedicamos a la familia más amplia, amigos y demás. ¿Te parece?
Laura: Sí, gracias por comprenderme Jaime. También, necesitaba saber que para ti soy tu prioridad. A veces tengo la sensación de que te preocupas más de tus padres que de nosotros.
Jaime: No, tontorrona… Tú eres mi vida, y siempre lo serás. Y después de ti, nuestros niños. Te quiero, te amo.

Madre,

A veces no somos conscientes de la importancia de nuestra vocación, de que es Dios quien nos llama al matrimonio, y es Dios quien desea que nos centremos en hacernos uno. A veces disfrazamos de bien, centrar nuestra atención y nuestra caridad en otras cosas o personas que nos distraen de nuestra vocación. Madre, enséñanos a ser fieles a nuestra llamada, como Tú lo fuiste. Tú subyugaste cualquier otra cosa a tu vocación de Madre de Dios. Enséñame a hacer yo lo mismo con mi vocación. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.