Archivo por meses: agosto 2020

El amor elegido. Comentario para Matrimonios: Lucas 4, 16-30

EVANGELIO

Me ha enviado a evangelizar a los pobres… Ningún profeta es aceptado en su pueblo.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 4, 16-30

En aquel tiempo, Jesús fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos los clavados en él.
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca.
Y decían:
«¿No es este el hijo de José?».
Pero Jesús les dijo:
«Sin duda me diréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún».
Y añadió:
«En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio».
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.

Palabra del Señor.

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El amor elegido.

A lo mejor, a los cristianos que defendemos el matrimonio, nos cuesta defender un amor encarnado, como a los judíos les costaba entender que Dios se encarnara. El amor de Dios se ha querido manifestar también a través de nuestro amor de esposos, sí, un amor humano, imperfecto, con muchos desórdenes, pero es el que Dios ha elegido para manifestarse. ¿Creo como cristiano que a través de nuestro amor de esposos se quiere hacer visible Dios mismo? Porque de lo contrario me ocurrirá como a los habitantes de Nazaret, que por mirar con los ojos del cuerpo, no supieron ver la divinidad de Jesús. Detrás de lo que veo en mi esposo y en mi matrimonio hay un gran misterio. No seamos incrédulos sino creyentes.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Patricia: Profesor, ¿Qué queda de un esposo que se olvida de la cruz y del deber para con el cónyuge?
Ramón: Entre los esposos hay casos con problemas sicológicos, o casos de enfermedad, o infidelidad como consecuencia de una no asunción de los deberes de casados. ¿Qué dignidad le puede quedar a alguien que ha sido creado para una misión y no la cumple?
Patricia: Entonces, no es lícito abandonar al esposo porque es débil o porque se hace tediosa la cruz. ¿No?
Ramón: En absoluto. Ya lo dijo el Señor cuando le preguntaron los fariseos. El esposo que conoce a Cristo, construye un matrimonio a partir de un montón de carencias. Sólo aquel que espera en su matrimonio por su fe en Dios, persevera hasta el final.
Patricia: Según eso, la clave no está en la aparente fortaleza o debilidad del cónyuge, sino en la fe en el que nos ha unido.
Ramón: ¡Correcto!

Madre,

Danos la sabiduría para ser capaces de ver los misterios de Dios y perseverar en nuestro Sacramento. El que no cree en su matrimonio, no está dudando de su esposo, sino del Espíritu que Dios nos ha enviado. Alabado sea el Señor que nos envió al Paráclito. Amén.

Mi nada por Su todo. Comentario para Matrimonios: Mateo 16, 21-27

EVANGELIO

Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 16, 21-27

En aquel tiempo, comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:
«¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte».
Jesús se volvió y dijo a Pedro:
«¡Quítate de mi vista, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios».
Entonces dijo a sus discípulos:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.
Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará.
¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?
Porque el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta.

Palabra del Señor.

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Mi nada por Su todo.

Seguramente piense que si cambiase algo de lo que estoy viviendo, sería mejor para mí. Esto es como pensar que Dios lo puede todo pero hay algo bueno que no me quiere dar. Y resulta que, mi situación actual, por dura que me parezca, es exactamente lo que necesito, aunque no lo entienda. Verlo así es vivir en la voluntad de Dios.
Lo que yo soy, es en su mayor parte el resultado de los actos que he ido realizando en mi vida y que me han ido. Es decir, mi voluntad ha ido configurando lo que yo soy ahora. Mis actos no pasaron y ya, sino que han dejado una huella en mí, con ellos he ido construyendo los tabiques que sostienen mi personalidad. Pero la santidad consiste en ser lo que Dios quiere que sea y unirme a Su voluntad. Aceptar todas mis circunstancias como voluntad Suya, a través de al cual, irá construyendo lo que Él realmente quiere hace en mí. Entonces, mi voluntad deja de ser mi voluntad y pasa a ser Su Voluntad. Y al acoger Su Voluntad lo acojo a Él y todos sus atributos, y entonces Él actúa en mí y por mí. Cambio mi nada por Su Todo. Ese es el trato. Como para rechazarlo…

Aterrizado a la vida matrimonial:

Ana: Mi esposo actúa egoístamente muy a menudo, y no lo entiendo. Además, no me valora ni me agradece lo que hago, y no lo entiendo. Mis cuñadas son bordes conmigo, y me duele… Nada de esto entiendo. Pero estoy convencida de que si ocurre, forma parte del plan de Dios para mí, y si Él lo quiere, yo también lo quiero. Ya no quiero mi voluntad, sino la Tuya, Señor.
(Y el Señor pudo hacer grandes milagros a través de Ana)

Madre,

Que abandonemos nuestra voluntad y dejemos entrar en nosotros la voluntad del Señor. En ella nos hacemos uno con Él. Esto quieres, esto quiero yo, Señor. Te doy mi nada para que te des entero a mí. ¡Aleluya!

Mártir por el Matrimonio. Comentario para Matrimonios: Marcos 6, 17-29

EVANGELIO

Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 17-29

En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado.
El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.
Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo, quedaba muy perplejo, aunque lo oía con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.
La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:
«Pídeme lo que quieras, que te lo daré».
Y le juró:
«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».
Ella salió a preguntarle a su madre:
«¿Qué le pido?».
La madre le contestó:
«La cabeza de Juan, el Bautista».
Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».
El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados no quiso desairarla. Enseguida le mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.
Al enterarse sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.

Palabra del Señor.

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Mártir por el Matrimonio.

Juan, precursor de Cristo ni más ni menos, murió mártir por defender la verdad del matrimonio. Qué grandeza habrá asignado Dios al matrimonio que quien muere por defenderlo es considerado mártir. Obviamente, decir que esa unión era ilícita, le incomodaba mucho a Herodías, que mantenía esa relación con Herodes. ¿Qué habríamos hecho hoy día? ¿Respetar su unión? ¿Hacer lo que haga falta para no incomodarles, como hizo Herodes con sus invitados? ¿No decirles nada para no espantarles y que acogiesen a Cristo? O soportar sus embates y dar la vida, como Juan, por salvar su alma.

Dios nos ha hecho un encargo, como a Juan, y es que proclamemos la buena noticia del Evangelio. Es una noticia que no hay que esconder, porque es buena. Nuestra Madre nos ha hecho un encargo, y es que proclamemos la buena noticia del Sacramento del Matrimonio, y no tenemos que esconderla con vergüenza, porque es una buena noticia. El matrimonio ha adquirido una dimensión muy por encima de lo humano. Es Sacramento, signo del amor de Cristo y por tanto indisoluble. ¿Puede haber algo más hermoso?

Aterrizado a la vida matrimonial:

Juan: Marta, se casa mi hermana Luisa con su nueva pareja.
Marta (Esposa de Juan): Por lo civil, claro, porque ella sigue casada con Paco.
Juan: Sí claro.
Marta: ¿Y qué vamos a hacer? ¿Vamos a ir?
Juan: Lo rezamos y lo consultamos.
Marta: Hay que sopesar pros y contras.
(Después de rezarlo y consultarlo con varias personas)
Juan: Luisa, he venido a verte expresamente para decirte que no vamos a asistir a la celebración. El matrimonio es sagrado, y representa la unión de Dios mismo, y Dios es fiel para siempre. Nosotros no podemos cambiar estas leyes ni esta grandeza que se le ha otorgado a la unión entre hombre y mujer.
Luisa: Yo sé que para vosotros esta boda no tiene ningún efecto y lo respeto, pero respetadme también a mí. Me hace ilusión celebrarlo. ¡Es mi boda!
Juan: Lo sé y lo siento, Luisa. Por nada del mundo quiero hacerte daño, y por eso, porque estamos plenamente convencidos de que esta unión no es voluntad de Dios y por tanto, no es buena para vosotros, no podemos celebrarlo. No podemos celebrar algo que no es bueno para ti ni para él.
Luisa: Y ¿Qué propones? ¿Qué vuelva con Paco? Eso no lo voy a hacer.
Juan: Estoy convencido de que lo único que te puede hacer verdaderamente feliz, es actuar según la voluntad de Dios.
(Días más tarde)
Luisa: Juan y Marta no vienen a mi boda. No aceptan a mi nueva pareja. Estoy muy dolida (llorando). Saben que me hace mucha ilusión mi boda y no vienen por sus ideas ¿Y eso es ser cristiano?.
(Y desde entonces, Luisa y su pareja, mantuvieron una relación tensa con Juan y Marta, porque no se consideraban aceptados por ellos).

Madre,

Que no te defraudemos en esta misión que nos has encomendado, por miedo, vergüenza o falsos escrúpulos. Que seamos fieles al mensaje del Evangelio, aunque nos cueste dolor y sufrimiento. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

No hay sobredosis. Comentario para Matrimonios: Mateo 24, 42-51

EVANGELIO

Estad preparados.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 24, 42-51

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa.
Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.
¿Quién es el criado fiel y prudente, a quien el señor encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas?
Bienaventurado ese criado, si el señor, al llegar, lo encuentra portándose así. En verdad os digo que le confiará la administración de todos sus bienes.
Pero si dijere aquel mal siervo para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo castigará con rigor y le hará compartir la suerte de los hipócritas.
Allí será el llanto y el rechinar de dientes».

Palabra del Señor.

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No hay sobredosis.

Dios me confía almas. Para empezar, la de mi esposo, del que me ha hecho administrador de Su Gracia para él/ella. Y Dios quiere que yo le administre Su alimento. Son dosis de amor que mi esposo necesita, y en esto, no hay sobredosis posible. Dar amor es comprenderle, estar en su corazón; es servirle; es ayudarle a que sea santo; es serle fiel… ¡Todo lo que Dios quiere darle! Así que, no nos cansemos de ser administradores del Amor de Dios para nuestros esposos. No os entretengo más, que tenemos tarea…

Aterrizado a la vida matrimonial:

Marta: ¡Oh! Se acaba el verano. Pero la verdad, cariño, es que estoy deseando volver a la vida de verdad, la de la lucha de cada día. Este verano me he relajado en todos los sentidos, y noto que tengo menos paciencia, estoy demasiado pendiente de mis gustos y apetencias… Necesito meterme en cintura y recuperar el ritmo de oración, y centrarme en mi entrega diaria a ti y a nuestros hijos.
Carlos (Esposo de Marta): Aunque nos cueste reconocerlo, es verdad. Necesitamos volver a la vida de sacrificio y de oración intensa. Tengo ganas de empezar de nuevo con el itinerario para matrimonios, recuperar nuestra oración juntos todos los días y dedicarme a hacerte feliz: A esas largas conversaciones contigo para comprenderte y conocerte mejor, a ser ese apoyo tuyo cuando me necesitas y también pedirte ayuda cuando te necesite.
Marta: ¿Sabes? Sólo se es feliz cuando se ama, y tengo muchos días para amarte. O quizás no serán tantos…

Madre,

Tenemos esa tendencia constante a acomodarnos y relajarnos, pero queremos ser fieles a la tarea que Dios nos ha encomendado. Danos fuerzas para no defraudarle, Madre. Queremos que se sienta orgulloso de nosotros. Alabado sea el Señor que nos hace partícipes de su misión y nos nombra administradores de Sus cosas. Amén.

Tremendo contraste. Comentario para Matrimonios: Mateo 25, 1-13

EVANGELIO

¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 25, 1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
«El reino de los cielos se parece a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron a encuentro del esposo.
Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes.
Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.
El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A medianoche se oyó una voz:
“¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!”.
Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas.
Y las necias dijeron a las sensatas:
“Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”.
Pero las prudentes contestaron:
“Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”.
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.
Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo:
“Señor, señor, ábrenos”.
Pero él respondió:
“En verdad os digo que no os conozco”.
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».

Palabra del Señor.

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Tremendo contraste.

La prudencia regula todo el resto de virtudes. A veces invita a frenar y a veces empuja a actuar. Es la madre de todas las virtudes porque está iluminada por la Sabiduría divina. Hay un contraste tremendo entre la sabiduría de los hombres y la Sabiduría divina, de manera que ésta, resulta necedad para los hombres, cuando la realidad es que la sabiduría de los hombres es necedad para Dios: «La sabiduría del hombre rehúsa ver en la propia debilidad el presupuesto de su fuerza; pero San Pablo no duda en afirmar: “pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte” (2 Cor 12, 10). El hombre no logra comprender cómo la muerte pueda ser fuente de vida y de amor, pero Dios ha elegido para revelar el misterio de su designio de salvación precisamente lo que la razón considera “locura” y “escándalo”» (San Juan Pablo II, Enc. Fides et ratio, 23.)

Aterrizado a la vida matrimonial:

Jaime: Por favor, dejadme ya. Tengo 20 años, ya no soy un niño. Es mi novia, y nos queremos. Punto.
Rafael (Padre de Jaime): Jaime hijo. Tienes mucho que aprender todavía. El noviazgo es una etapa muy seria. No es para que estéis todo el día por ahí de juerga. No digo que no sea lícito que lo paséis bien, pero sobre todo, tenéis que prepararos para algo grande, que es el matrimonio. Tenéis que aprender a renunciar, a conteneros, a estar unidos en las dificultades, etc. Y todo eso os lo enseña Cristo y nos lo enseña la Iglesia. Si no aprendéis, llegarán los malos momentos y no sabréis salir adelante.
(15 años más tarde)
Jaime: Marisa y yo estamos mal. Hace tiempo que ni siquiera intimamos. No sé qué nos ha pasado, con todo lo que nos queríamos…
Rafael: Hijo mío, cuánto lo siento. Pero no te preocupes, esto tiene remedio. Es cuestión de que empecéis a construir las bases que no construisteis antes. ¿Quieres aprender?
Jaime: Yo sí. Ya he escarmentado. Le preguntaré a Marisa…
Marisa: Sí, Jaime. Lo estoy pasando realmente mal. No estamos unidos y no sé cómo arreglarlo.
Jaime: Pero hay que poner a Dios en nuestro matrimonio. ¿Estás dispuesta?
Marisa: Ya me agarro a lo que sea.
Rafael: Bendito sea Dios. Aprended sobre el matrimonio, que no sabemos amar. Ya veréis cuántas sorpresas os lleváis.
(Jaime y Marisa empezaron un itinerario de aprendizaje, y poco a poco, se les iba iluminando el camino, y su esperanza en su matrimonio iba creciendo, y su amor, también).

Madre,

Qué poco nos ocupamos de nuestra vocación. Y luego nos sorprendemos de que las cosas vayan mal, y nos quejamos. La culpa es nuestra, que no nos ocupamos de llenarnos de la Sabiduría de Dios, de Su revelación. Alabado sea el Señor que ha compartido su intimidad con nosotros. Amén.