Archivo por meses: marzo 2020

Alegría en la prueba. Comentario para Matrimonios: Lucas 4, 24-30

EVANGELIO

Jesús, al igual que Elías y Elíseo, no fue enviado solo a los judíos.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 4, 24-30

Habiendo llegado Jesús a Nazaret, le dijo al pueblo en la sinagoga:
«En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio».
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.

Palabra del Señor.

Alegría en la prueba.

Señor, nos unimos en familia para pedirte que aumentes nuestra fe. Estos son días para demostrar nuestra fe con obras: Amor, comprensión, alegría… Cuando el miedo quiere quitarte de en medio, que nuestra fe te haga más presente a través de nuestra entrega, de pensar en el otro, de nuestra oración. Que así, puedas venir a visitarnos como Elías a la viuda, que puedas venir a curarnos como al leproso, de las lepras de nuestra alma que necesitan también de tu curación. Porque estos días que nos das la oportunidad de poder orar más en familia, de poder amar más en familia, nos encuentres amando y orando.

Aterrizado a la vida matrimonial:

(Toda la familia se reúne para ver en qué puede contribuir cada uno para que estos días reine más que nunca el Amor de Dios)
Javier (el pequeño de 6 años): Señor, yo no voy a tener rabietas y voy a ser obediente.
Silvia (15 años): Señor, yo voy a hacer una tarta de chocolate para que mañana todos merendemos juntos.
Antonio (18 años): Señor, yo quiero aprovechar para pedir perdón por las veces que me resisto en rezar la familia unida. Me comprometo a animar a mis hermanos a hacerlo a partir de ahora.
Mercedes (esposa y madre): Señor, yo animaré a mi familia a continuar yendo a la Eucaristía, tomando las precauciones oportunas, pero que no nos falte el alimento de la vida. Encontraré una iglesia para hacerlo posible.
Mario (esposo y padre): Señor, yo ofrezco coger la guitarra y animar la oración familiar para hacer la celebración más hermosa para ti.
(Ellos siguieron su camino del Evangelio y el Señor les protegió porque tenían fe en Él)

Madre,

Enséñanos a tener puesta nuestra mirada en el Corazón de Tu Hijo. A aprender de ti. Cuando las cosas se complicaban, Tú mirabas al cielo y sabías ver la providencia de Dios en todo. ¡Gracias Madre!

Mucho, mucho. Comentario para Matrimonios: Juan 4, 5-15. 19-26, 39a. 40-42

EVANGELIO

Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 4, 5-15. 19-26, 39a. 40-42

En aquel tiempo, llegó Jesús a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el pozo de Jacob.
Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo.
Era hacia la hora sexta.
Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice:
«Dame de beber».
Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.
La samaritana le dice:
«¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mi, que soy samaritana?» (porque los judíos no se tratan con los samaritanos).
Jesús le contestó:
«Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “dame de beber”, le pedirías tú, y él te daría agua viva».
La mujer le dice:
«Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?».
Jesús le contestó:
«El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna».
La mujer le dice:
«Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla. Veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén»
Jesús le dice:
«Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad.»
La mujer le dice:
«Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo».
Jesús le dice:
«Soy yo, el que habla contigo.»
En aquel pueblo muchos creyeron en él. Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer:
«Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo».

Palabra del Señor.

Mucho, mucho.

El Evangelio nos trae hoy el bellísimo diálogo de Jesús con la Samaritana. Un texto de una riqueza tremenda, donde encontramos malentendidos, ironías, cambios de tema para escabullirse…
De todos los mensajes que aquí aparecen, nos quedamos especialmente con el del “agua” como don: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “dame de beber”, le pedirías tú, y él te daría agua viva». La Samaritana no acaba de entenderlo, y en cierto modo se burla de Él: “Si no tienes cubo”, e incluso le ridiculiza “¿eres tú más que nuestro padre Jacob…?” Efectivamente, la Samaritana deja patente que no conoce el don de Dios.
Pero ¿y yo? ¿Conozco realmente el don de Dios? O me falta mucho para terminar de descubrirlo.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Carlos: Cariño, me doy cuenta que no recurrimos suficientemente a nuestro Sacramento. Está claro que nosotros, con nuestra naturaleza caída, no podemos construir nuestro matrimonio. Necesitamos acudir a Cristo que está presente en nuestra unión, para que Él lo haga posible. Hay muchos esposos intentando mejorar torpemente su relación, quizás porque no conocemos el don de Dios.
Elisa: El Señor nos pide el esfuerzo de sacar para Él el agua de nuestro pozo. Es costoso y es pesado, porque luchar para vivir un matrimonio como Dios lo pensó no es fácil. Pero a cambio Él me dará al Amor verdadero. Un intercambio de un amor cutre (el mío) por un amor inmenso (el Suyo).
Carlos: Si fuéramos conscientes de lo que Dios nos está dando con esta posibilidad de entregarnos el uno al otro, la belleza que esto conlleva, los frutos que da: La libertad, la santidad, la vida, la felicidad… nuestra y de nuestros hijos… Venderíamos todo por conseguir este tesoro. El tesoro es inmenso, porque mereció la muerte de nuestro Señor, y eso vale mucho, mucho.

Madre,

Pedimos el don del Espíritu Santo, para que adoremos al Padre en espíritu (a través de la oración, los sacramentos…) y en verdad: A través de nuestro matrimonio. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

A gusto en casa. Comentario para Matrimonios: Lucas 15,1-3.11-32

EVANGELIO

Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 15,1-3.11-32

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
“Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”.
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
“Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.
Se levantó y vino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.
Pero el padre dijo a sus criados:
“Sacad en seguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado”.
Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Este le contestó:
“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.
Él se indignó y no quería entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre:
“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.
El padre le dijo:
“Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado»».

Palabra del Señor.

A gusto en casa.

Señor, contemplo al Padre y me da una pena enorme que nosotros, sus hijos, no estemos a gusto en Su casa, como los hijos de la parábola. Ninguno de los dos valora suficientemente estar con su padre, como nos pasa a nosotros. En este mundo hay incomodidades, hay pruebas, pero el Padre está conmigo. ¿Cómo puedo quejarme incluso en las circunstancias actuales? Ser fiel al Padre, estar con Él, disfrutar de sus dones, descubrir las maravillas que ha puesto a mi disposición… Si me quejo es porque no soy capaz de valorar todo lo que el Padre me ha dado.

Señor, vuelvo a ti en cada confesión para pedirte perdón y que me devuelvas la dignidad. Tú no miras mis desprecios a Tu amor, simplemente me amas más sin dejarme casi terminar de pedirte perdón, aunque incluso venga a ti de manera interesada. Así eres, Padre, digno de que ante ti, toda rodilla se doble.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Almudena: Carlos, reviso esta noche cuántas veces me he quejado durante el día, y me quedo asustada. Qué poco he apreciado las grandezas de este día. Qué poco he valorado todo lo que Dios me da. Su aliento de vida, Su perdón, Su esperanza, Su providencia… Todo el día pendiente de mí y yo quejándome. Me avergüenzo de mí misma.
Carlos: Bueno, Almudena, pues olvida incluso eso y alabemos a Dios. Valórate a ti misma como un don de Dios y no te avergüences, porque yo estoy encantado contigo. Doy muchas gracias a Dios por tenerte, por todo tu trabajo de hoy, tus preocupaciones por mí y por los niños, tus intuiciones que nos orientan, el cariño que pones en todo lo que haces. Me encantas.
Almudena: Gracias Carlos. Tienes razón. ¡Hora de alabar a Dios!

Madre,

Me encanta mi Padre. Es una maravilla sentirse tan amado por Él de esta manera. No le pido más. No necesito más. Alabado sea Dios por siempre.

El aviso del ángel. Comentario para Matrimonios: Mateo 21, 33-43. 45-46

Nota: Consulta calendario de misiones del Proyecto aquí: https://wp.me/P6AdRz-D1

EVANGELIO

Este es el heredero: venid, lo matamos.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 21, 33-43. 45-46

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«Escuchad otra parábola:
“Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje.
Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon.
Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: ‘Tendrán respeto a mi hijo’.
Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: ‘Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia’.
Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron.
Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?».
Le contestaron:
«Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos».
Y Jesús les dice:
«¿No habéis leído nunca en la Escritura:
«La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente»?
Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos.
Y, aunque intentaban echarle mano, temieron a la gente, que lo tenía por profeta.

Palabra del Señor.

  • Anuncio en Granada (Moraleda de Zafayona): CANCELADO 12 de marzo de 2020 a las 20:00h. Parroquia Nuestra Señora de las Angustias.
  • Anuncio en Huelva (Hinojos): CANCELADO 13 de marzo de 2020 a las 20:45h. Parroquia del Apóstol Santiago el Mayor (Pza. de España 5 – Hinojos)
  • Anuncio en Huelva (Chucena): CANCELADO 14 de marzo de 2020 a las 19:45h. Parroquia Parroquia Nuestra Señora de la Estrella (Pza. de la Iglesia, s/n. – Chucena)

El aviso del ángel.

El Señor nos ha dado mucho, mejor dicho, ¡Todo! Y estos dones no son regalos. Un don es algo que Dios nos da de sí mismo y que implica una tarea. Primero me crea a Su imagen, con capacidad para amar. Después me da el bautismo es un don inmenso por el que Dios me hace su hijo y además se compromete a vivir en mí. Cuando Dios me da un esposo, no es cualquier cosa, es su hijo querido por sí mismo infinitamente. Y muchos más dones… Pero Dios espera que dé mucho fruto en respuesta a todos esos dones tan grandes, entregados para que demos frutos grandes, proporcionales al valor del inmenso don. Puedo dar mucho fruto y Dios lo espera.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Ángel de Dios: Soy el Ángel del Señor, y vengo a recoger los frutos de vuestras vidas.
Víctor: ¿Qué frutos estoy dando en mi vida? ¿Qué he aportado yo de bueno al mundo? He malgastado mi “fortuna” como el hijo pródigo, los dones que el Padre me ha dado, los he malgastado en mí. En mis vanidades, en mis egoísmos, por mi orgullo, por mi dureza de corazón.
Ana: Yo los he malgastado en mi estética vanidosa, en disfrutar con cotilleos, en reclamar atenciones para mí… También, casi toda mi “fortuna” centrada en mí.
Ángel de Dios: El Padre me envía a deciros que os da una segunda oportunidad. Dentro de poco una epidemia pondrá fin a vuestras vidas y os llevaré conmigo. ¡Convertíos!
(Ambos se despiertan de su sueño)
Víctor: Cariño, he soñado que el Ángel de Dios venía a recoger los frutos de mi vida…
Ana: (Le interrumpe) ¡No me lo puedo creer! ¡Yo también! ¡Qué fuerte! Esto va en serio. Tenemos que hacer algo.
(Víctor y Ana pidieron perdón a Dios, se pidieron perdón mutuamente y centraron su vida en Dios y en su amor mutuo. Todos los esfuerzos eran pocos para compensar a Dios por todos los dones recibidos y el tiempo que habían malgastado. Se convirtieron como les dijo el Ángel y algún día, no se sabe cuándo, Dios se los llevará en paz, para siempre, siempre, siempre…)

Madre,

El mundo le ha dado la espalda a Dios claramente. Eso sí que es una epidemia. El Señor quiere parar esto y necesita que reaccione, sin resistencias ni tonterías. Quiere generar mucho fruto a través de mí y de mi matrimonio. No puede ser que la muerte de Su Hijo no haya valido para nada porque no ponga yo todo de mi parte. ¡Todo! Alabado sea Dios que ha sido inmensamente generoso conmigo y comparte también Su obra de redención con nosotros.

Anti abismos. Comentario para Matrimonios: Lucas 16, 19-31

Nota: Consulta calendario de misiones del Proyecto aquí: https://wp.me/P6AdRz-D1

EVANGELIO

Recibiste bienes, y Lázaro males: ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 16, 19-31

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día.
Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.
Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que se murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.
Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:
“Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.
Pero Abrahán le dijo:
“Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consuelo, mientras que tú eres atormentado.
Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.
Él dijo:
«Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio, de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento».
Abrahán le dice:
«Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen».
Pero él le dijo:
«No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán».
Abrahán le dijo:
«Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».

Palabra del Señor.

  • Nota: Anuncio en Granada (Moraleda de Zafayona): CANCELADO 12 de marzo de 2020 a las 20:00h. Parroquia Nuestra Señora de las Angustias.
  • Anuncio en Huelva (Hinojos): MAÑANA 13 de marzo de 2020 a las 20:45h. Parroquia del Apóstol Santiago el Mayor (Pza. de España 5 – Hinojos)
  • Anuncio en Huelva (Chucena): 14 de marzo de 2020 a las 19:45h. Parroquia Parroquia Nuestra Señora de la Estrella (Pza. de la Iglesia, s/n. – Chucena)

Anti abismos.

El desprecio es lo que abre un abismo entre nosotros aquí en la tierra y, como consecuencia, abrirá otro en la otra vida entre los que han sido despreciados y los que los despreciaron.
Lo contrario del desprecio es el aprecio. Apreciar el valor de las personas es el antídoto contra los “abismos”. Cuando valoro a mi esposo como hijo de Dios, según el amor que Dios le tiene, le tengo en cuenta, estoy pendiente, me mueve a cuidarle y a procurarle un bien. Si aprendo a valorar, aprendo a querer.
Espero no tener que esperar a que resucite un muerto para valorar a mi esposo según el valor que Dios le ha querido dar y valorar a Dios como mi Creador, mi Salvador, mi Alfa y mi Omega.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Alfredo: Ha habido un abismo entre nosotros. La distancia era enorme a pesar de estar el uno al lado del otro. Nuestros cuerpos estaban cerca, pero nuestros corazones y nuestras almas estaban a años luz. Había como un muro entre nosotros que parecía imposible de franquear. Sólo había una posibilidad: Un acto de humildad por parte de los dos y un acto de perdón también por parte de ambos. Pero nuestro orgullo y nuestra vanidad eran tales, que esto se hacía imposible. Nos despreciábamos el uno al otro.
Yolanda: A mí me salvó Cristo. Él me mostró mi corazón, Él lo conoce, hasta el último rincón, y Él me lo mostró. Fue entonces cuando empecé a reconocer el valor que hay en ti. Volví a admirarte, volviste a gustarme, volví a reírme contigo, y mi corazón se fue uniendo el tuyo hasta conseguir unir de nuevo nuestras intimidades. Fue un camino largo, pero me siento orgullosa de lo que hemos conseguido juntos con el Señor. Ahora pienso que no soy digna de que entres en “mi casa”.
Alfredo: ¿Qué te ha echado Dios para que me gustes tanto?
Yolanda: Su misericordia.

Madre,

Que todos nuestros esfuerzos y sacrificios de esta cuaresma, sirvan para que el Espíritu vaya purificando nuestro corazón. Gracias por este Evangelio que me recuerda la importancia de apreciar el valor de mi esposo. Alabado ser Dios en toda su inmensidad.