Archivo por meses: marzo 2020

Esposo justificado. Comentario para Matrimonios: Lucas 18, 9-14

EVANGELIO

El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo no.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 18, 9-14

En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:
«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.
El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”.
Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Palabra del Señor.

Esposo justificado.

¿Cuántas veces critico a mi esposo en mi interior por lo que hace mal o creo que no hace bien? Me fijo en el detalle de este Evangelio: El fariseo no abre la boca, no le dice nada al publicano, sólo lo piensa. Jesús me dice que, sólo por verme mejor que mi esposo en mi pensamiento, seré humillado por Dios. ¡Es muy fuerte! ¿no? La respuesta de Dios es ejemplar. Cada vez que me crea mejor que mi esposo, seré humillado, porque estoy cayendo más bajo que él o ella. Recordamos también aquella otra frase de “como juzguéis seréis juzgados”.

Dios sabe lo que ha puesto en mi esposo, sabe el valor que ha puesto en él/ella, y sabe que no soy digno de juzgarle o de creerme mejor. Sabe lo que ha puesto en mí, y conoce mi fragilidad, y sabe que no tengo de qué ir presumiendo. Ante Dios sólo cabe una frase: «¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador».

Aterrizado a la vida matrimonial:

Juan: (Piensa) Hay que ver. Siempre tan simpática y de buenecita con los demás y conmigo malas caras. Si la gente supiese cómo es realmente… A veces me da ganas de grabarle para que se escuche a sí misma. E incluso, enviarle la grabación a sus amigos, para que vean quién es realmente y lo que me toca aguantar día a día. Aquí parece que el malo soy yo, porque tengo un carácter más impulsivo…
(En oración por la noche)
El Señor: ¿Qué estás haciendo con la mujer que te di? Es la compañera que te di, y tiene un valor enorme para mí ¿La estás cuidando? La amo muchísimo, conozco sus defectos y sus debilidades, pero eso no afecta nada para que siga siendo mi hija y mi princesa.
Juan: Perdón, Señor. Me arrepiento mucho de no haber amado, de creerme mejor. Ten compasión de este pecador.

Madre,

Cuánto te tiene que doler cuando dos de sus hijos se critican entre sí en su corazón, donde Tú escuchas porque estás ahí. Cuánto te tiene que doler en tu Corazón que nos veamos mejores y despreciemos al otro. Es tu hijo/a. Le amas con todo tu corazón. Que no me olvide, Madre. Alabado sea el Señor que tiene tanta misericordia con nosotros. Amén.

Me mandas amarte. Comentario para Matrimonios: Marcos 12, 28b-34

EVANGELIO

El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y lo amarás.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 28b-34

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».
Respondió Jesús:
«El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que éstos».
El escriba replicó:
«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
«No estás lejos del reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor.

Me mandas amarte.

Señor ¿Por qué me mandas que te ame con todo? Con todo lo que me amas Tú, ¿no será que en ti encuentro todo lo que ansía mi mente, mi corazón, mi alma y mi ser?
Te contemplo y descubro que en ti están todas las respuestas que busca mi mente. Cuanto más te conozco y más conozco Tus leyes, más me admiro de cuánto sentido tienen. Me admira también cómo se ve la vida desde Tu mirada providente, cómo todo cobra sentido. La vida se entiende mejor desde tu perspectiva. Miro Tu Corazón y me enamora, me enamoran Tus sentimientos, me sobrecoge Tu misericordia, Tu humildad, Tu generosidad para conmigo, Tu sobreabundancia. Contemplo Tu Ser, y me atraes, hay un magnetismo hacia Ti porque me has creado para ti. Quiero Señor estar contigo. Ser Tuyo. Estar en este mundo en Tu Nombre, sin ser del mundo.

Viviendo esta experiencia de ti ¿Cómo no me voy a entregar a Tus hijos? ¿Cómo no voy a amar a los que Tu amas? Lo único que me importa es lo que pienses de mí. Sería un regalo inmenso para mí llegar a oír de Tus labios ese “No estás lejos del reino de Dios”.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Andrés: Me parece tan ridículo mirarme tanto. Está Dios aquí, a mi lado, ¡Dios! Ni más ni menos. El que todo lo sabe, el que todo lo ve, el que es puro Amor, el que me creó, el que me salvó… y yo aquí con mis tonterías, defendiendo mis razones raquíticas. Me doy cuenta, Helena, que cuanto más nos acercamos juntos a Dios, cuanto más le conocemos, más nos unimos en Él. Confluimos en Él.
Helena: A mí todavía me cuesta aceptar mis pecados, porque sigo siendo tan vanidosa que no acepto mi pequeñez a Su lado. Pero cuando dejo de mirarme y me limito a contemplarle a Él, se me pasa todo. Me acepto pequeña y quiero ser pequeña para permanecer a Su lado, cerquita de Su Corazón. Allí Él me une a ti, Andrés.
Andrés: Pequeños ante Él. A Él la gloria y la alabanza por los siglos.

Madre,

Permite que llegue mi alma descanse en Dios estos días, para después ponerla en marcha otra vez y entregar a mi esposo y a otros matrimonios todo el Amor recibido. Te lo pido por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Custodio del amor. Comentario para Matrimonios: Mateo 1, 16. 18-21. 24a

EVANGELIO

José hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 1, 16. 18-21. 24a

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
«José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.

Palabra del Señor.

Custodio del amor.

Dice San Juan Pablo II que el hombre (varón) tiene desde el principio el encargo de Dios de ser el custodio del amor verdadero en el matrimonio. Esto se debe a que la mujer es más sensible a la insaciabilidad de la comunión, a esa necesidad que la llama permanente a buscar una relación íntima de entrega profunda y sincera. El hombre tiene que ocuparse de proteger esta necesidad de la mujer y cumplir el encargo de Dios.
San José tenía un alma especialmente preparada para escuchar a Dios y obedecer. Y esto es lo que ha admirado durante siglos a los Padres de la Iglesia, porque es la fidelidad a Dios la que nos atrae, la que nos admira. Esta fidelidad le llevó ser esposo de María Santísima y padre de Jesús, al que le transmitió de esta forma el linaje de David.
Qué hermosa alma la del hombre que dedica su vida a escuchar a Dios y llevar a su esposa y su familia por los caminos que Él le marca, un cabeza de familia que no se basa en sus criterios y caprichos, sino en la voluntad de Dios, que es guía porque es guiado, que dedica su vida a cuidar y proteger el legado que Dios le ha entregado a través de su esposa y sus hijos. Una pequeña Iglesia doméstica que se presenta ante sí santa e inmaculada, sin mancha ni arruga alguna.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Carlos: Antes me mofaba de mi esposa delante de mis amigos. La ridiculizaba. Cuando estaba con ella no hacía caso a lo que consideraba que eran “sus cosas”. Le quitaba importancia a todo lo que le hacía sufrir. El resultado es que ella fue perdiendo su feminidad. Se revelaba contra mí y contra su situación.
Paco: Eso me suena. A mí me pasa con la mía. Yo pensaba que lo que tenía que hacer es imponerme y no dejar que se me subiese a las barbas, porque si no, me da la sensación que me convierto en un calzonazos.
Carlos: Lo sé, por eso te lo cuento. Ahora, trato a mi esposa con delicadeza y responde delicadamente. Estoy presente en sus cosas como las más importantes del mundo, y me he convertido en el más importante del mundo para ella. La trato como una princesa y cada vez valora más mi masculinidad. Creo que ahora, estoy sabiendo ser un buen esposo y custodiar nuestro amor.

Querido José,

Yo esposo (varón), pongo en tus manos, mi familia y la misión que Dios me ha encomendado, para que me ayudes a llevarla a cabo con fidelidad. Que aprenda de tu ejemplo de pureza y humildad, siendo menos protagonistas y más custodio del amor verdadero.
Madre, que las esposas aprendamos de ti a respetar a nuestros esposos como Tú oh Inmaculada hiciste con José, al que reconociste como esposo y cabeza de familia, puesto por Dios.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

No cambia. Comentario para Matrimonios: Mateo 5, 17-19

EVANGELIO

Quien cumpla y enseñe será grande.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 17-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».

Palabra del Señor.

No cambia.

En este Evangelio, el Señor nos hace ver la responsabilidad que tenemos especialmente ante nuestros hijos, pero no sólo ante ellos, sino ante todo nuestro ámbito de influencia. Deberíamos ser imagen de Dios, nuestra comunión debería vivirla a Su imagen, y si no, como decía algún autor un poco más drástico, estamos siendo falsos profetas. Y no le falta razón.
Señor, es mi responsabilidad, recoger primero de ti las verdades, para administrarlas después convenientemente. Tú has venido expresamente a enseñarme, a hacerme comprender una verdad inmutable, que no depende de modas ni de modernidades. El avance del tiempo debe ayudarme a profundizar más en la verdad revelada (iluminados por el Espíritu Santo), no en inventarme una nueva; porque la verdad de lo que hace bien al hombre es una, la conoce el Creador, y esa, no cambia.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Juanjo: Cariño, estuve siguiendo un libro de auto ayuda sobre el matrimonio. Y ¿Sabes qué he aprendido?
Laura: No. ¿Qué?
Juanjo: Que las nuevas teorías no sirven. He descubierto que la esencia del amor no cambia. No cambia la indisolubilidad del matrimonio, no cambia la relación hombre-mujer como base de la familia, no cambia la felicidad como fruto de la santidad, no cambia el sufrimiento como fuente de amor y de redención, no cambia la necesidad de amar a los enemigos, ni la humildad como terreno fecundo, ni la mansedumbre como medio para crecer. No cambia el perdón como sustento del amor, ni el “he venido a servir y no a ser servido”, no cambia que “el que se humilla será ensalzado”, que la única manera de construir la paz es necesario que “al que te quiera quitar la capa dale también la túnica”… Y todo esto son enseñanzas que tengo que vivir como esposo en mi matrimonio, para enseñárselas a nuestros hijos. Así Dios, nos hará grandes en el reino de los cielos.
Laura: Cuánta razón tienes, Juanjo. Mejor que no nos despistemos con otras cosas y nos centremos en lo que nos enseña el Maestro del amor, que es Cristo.

Madre,

Es mucha la responsabilidad, y necesitamos mucho de la ayuda de Dios. Necesitamos ser muy fieles a la oración, a la Eucaristía a tope como podamos, y a nuestro Sacramento matrimonial, para recibir Su gracia. Qué cerca ha querido estar Dios de nosotros. Alabado sea.

¿Se lo merece? Comentario para Matrimonios: Mateo 18, 21-35

EVANGELIO

Si cada cual no perdona a su hermano, tampoco el Padre os perdonará.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 21-35

En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:
«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le contesta:
«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.
El criado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
«Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo.»
Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo:
«Págame lo que me debes».
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo:
«Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré.»
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
«¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?»
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».

Palabra del Señor.

¿Se lo merece?

A veces me puede parecer injusto tener que perdonar a alguien, porque no se lo merece. Es normal, porque realmente, no se merece que le perdone. ¿Quién se merece que le perdonen? Lo que ocurre es que hay Alguien que ha pagado ya por todos nuestros pecados. Cristo pagó ya por ellos y, por tanto, la deuda está saldada. El perdón es antinatural y se ha convertido en algo sobrenatural. Se convierte en una obligación porque Cristo ya ha pagado por todos los pecados de mi esposo, de mis hijos, de mis familiares… Y no perdonarles es como despreciar el inmenso valor del Sacrificio de Cristo. Eso sí que es imperdonable. Acoger el perdón de Dios es lo que nos da la salvación.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Carmen: Es que no sé cómo hacer para perdonarlo. Me ha hecho tanto daño…
Matrimonio Tutor: Entendemos que te gustaría sentirte “resarcida” por todo ese dolor y perdonarle no va a hacer que te sientas “compensada” ni consolada por todo el sufrimiento que has experimentado. Pero mira, nos equivocamos cuando queremos aplicar nuestra justicia, porque nuestra justicia es esa que todo lo pesa y todo lo mide. El consuelo lo esperamos recibir por una compensación. Compensar es añadir algo hasta que acabe pesando igual. Eso es lo que tu esperas. Que lo que te dé tu esposo en respuesta al daño causado, “pese” lo mismo o más que tu dolor. Y eso es imposible. Él no puede borrar el dolor que sientes, ese que tú valoras en tanto, que lo que te lo ha causado te parece imperdonable.
Carmen: Entonces ¿tengo razón en no querer perdonarle?
Matrimonio Tutor: No, porque te olvidas de algo. Cristo ha pagado ya por todos sus pecados. ¿Qué vale más? ¿Tu dolor o el de Cristo?
Carmen: Sin duda, el de Cristo.
Matrimonio Tutor: Él ya pagó por todas las injusticias y ofensas que te ha hecho o te haga tu marido. Es cierto que tu esposo no puede compensarte, pero Cristo te lo ha pagado todo con creces, porque a ti te ha perdonado mucho más de lo que tú le tengas que perdonar a tu esposo. A quien ofendes si no perdonas es a Cristo. ¿No te parece? ¿Quieres ofender a Cristo?
Carmen: ¡No! ¡Eso nunca! Está claro. Tengo que perdonar a mi esposo, por mucho dolor que siga sintiendo por sus ofensas.
Matrimonio Tutor: Exacto, pero perdonar, significa que no puedes volver a echárselo en cara nunca más. Y si te vienen recuerdos, apártalos, porque Cristo no se merece que lleves cuentas del mal por el que ya ha pagado. Y si no puedes, pídele perdón y pídele que te ayude a olvidar. ¿Te parece?
Carmen: Me parece. El Señor no se merece que yo no valore Su Sacrificio. Gloria a Dios.

Madre,

El perdón es el gran don que nos trajo Cristo. Para eso vino al mundo. Nunca podremos agradecerle suficiente su entrega. Alabado sea por siempre.