Archivo por días: 16 septiembre, 2017

Las dos piedras de la base. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 6, 43-49

EVANGELIO

¿Por qué me llamáis “Señor, Señor”, y no hacéis lo que digo?
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 6, 43-49

En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos:
«No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa del corazón, lo habla la boca.
¿Por qué me llamáis «Señor, Señor», y no hacéis lo que digo?
Todo el que se viene a mí, escucha mis palabras y las pone en práctica, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificó una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo derribarla, porque estaba sólidamente construida.
El que escucha y no pone por obra se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y en seguida se derrumbó desplomándose, y fue grande la ruina de aquella casa».

Palabra del Señor.

Notas: 1. ANUNCIO: El próximo 23 de septiembre a las 20h, Proyecto Amor Conyugal realizará un anuncio  sobre “La verdad y la belleza del matrimonio”, en Madrid: Parroquia de Nuestra Señora de la Moraleja. Calle del Nardo, 44, 28109 Alcobendas.

2. RETIRO: Os invitamos a vivir la experiencia de un RETIRO PARA MATRIMONIOS en Málaga, los días 17, 18 y 19 de noviembre. En esos días nos adentraremos en La Verdad del Matrimonio y la Alegría del Amor.

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Será un antes y un después en tu matrimonio (Muchos lo dicen). ¡Os esperamos con mucha ilusión!

Las dos piedras de la base.

Está claro, que si baso los cimientos de mi matrimonio en las leyes del Creador, que sabe lo que nos conviene, la construcción será fuerte y sólida. De lo contrario, es como montar un mueble sin mirar las instrucciones y sin tener en cuenta las leyes de la física, sino desde lo que me apetece. Aquello no funciona bien, y puede que acabe por venirse abajo o no llegar a construirse nunca.

Pues así es el amor. Tiene un orden y unas leyes. Se debe empezar por reconocer cuánto me ama Dios, que es la fuente de todo amor. Una vez que he descubierto esto, por todo lo que me ha entregado, porque me ha hecho inteligente, libre, porque me ha dado la posibilidad de conocerme y conocerle, me ha dado el poder de tomar decisiones y sobre todo, me ha dado una dignidad enorme por haberme creado a Su imagen y no a imagen de los animales u otros seres de la Tierra. Una vez que además ha querido hacer conmigo una alianza de amor, a pesar de Su infinita superioridad, y no siendo esto suficiente, ante mi infidelidad, Él se abaja haciéndose hombre, y es perseguido, insultado, despreciado y asesinado por mí, una vez que descubro cuán inmensamente me ama Dios, siento que tengo una enorme deuda, y una enorme necesidad de responderle con mi amor.

Ya tenemos la primera piedra del amor. Lo que Él me pide a cambio, es que ame al prójimo, empezando por mi esposo. Y esta es la segunda piedra que sostiene toda mi vida. Por tanto, yo amo a mi esposo como respuesta al amor que Dios me tiene, y no como respuesta al amor que mi esposo me tiene. Por eso, mi amor a mi esposo tiene que tender a ser ilimitado, como el que he recibido de Dios.

Poniendo estas dos piedras en la base de mi vida, puedo seguir construyendo, sobre un cimiento firme.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Pedro: Señor, mi esposa está muy exigente conmigo, a veces me desprecia, otras me ignora porque le presta más atención al móvil que a mí, pero yo no debo mirar eso. Yo debo mirar que Tú te has entregado por mí y has dado Tu vida por mí, y yo tengo que corresponder a tu inmenso amor. A pesar de todo lo que hago por ella, siempre estaré en deuda contigo, Señor. ¡Cómo te podré pagar!

Madre,

Hoy quiero dar gracias por tanto amor como he recibido. Me siento privilegiado, porque Dios me quiere por mí mismo, a pesar de mis limitaciones, de mi pequeñez y de mi pecado. Qué grande es la misericordia de Dios, qué grande Su generosidad. ¡Alabado sea Dios! Y bendito sea Su Santo Nombre. Amén.