Archivo por meses: octubre 2016

¿Me he merecido el Cielo hoy? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 13, 22-30

EVANGELIO
Vendrán de oriente y occidente, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 13, 22-30
En aquel tiempo, Jesús pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén.
Uno le preguntó:
-«Señor, ¿son pocos los que se salven?».
Él les dijo:
«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo:
«Señor, ábrenos»; pero él os dirá:
«No sé quiénes sois».
Entonces comenzaréis a decir:
«Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas».
Pero él os dirá:
«No sé de donde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad»
Así será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».

Palabra del Señor.

¿Me he merecido el Cielo hoy?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

“Esforzaos” es la palabra clave del Evangelio de hoy. La puerta estrecha es Cristo, es la que me lleva al Padre. Y claro, seguir a Jesús no es nada fácil. Hay que esforzarse mucho. Es el momento de proponerme renovar mis esfuerzos.

En la primera lectura, San Pablo habla de diferentes tipos de relaciones humanas, y las vincula todas a la relación con Dios. Viene a decirme que, como trate a mi esposo, así estoy tratando a Dios. Ahí es donde debo esforzarme, en amar a mi esposo como a Cristo, en actuar con él/ella como si fuera el mismo Cristo. Ahora me doy cuenta de que le dedico poco tiempo, que no le trato con la cortesía que merece, que no soy comprensivo con él/ella, que no le sirvo lo suficiente, que no le excuso, etc.

Y esa es la cuestión que nos plantea hoy el Señor. Por mucho que oremos, frecuentamos los sacramentos y evangelicemos, si no tratamos a Cristo como se merece a través del trato a nuestro esposo, de nada nos servirá haber “comido y bebido” con Él, porque habremos obrado con iniquidad. No habremos sido justos con nuestro esposo, porque merecía que le tratásemos como al mismísimo Señor.

El famoso teólogo Von Baltasar, dice que todo cristiano debería plantearse muy seriamente la posibilidad de la condenación. Por un momento debo ponerme en esa situación en la que se cierran las puertas del cielo para siempre y yo me quedo fuera. ¡Qué horror!. No hay nada que me produzca más terror. Sin Dios para toda la eternidad. Esta experiencia debe provocarme muchas más ganas de esforzarme. Si mi esposo fuera mi abogado defensor ante la acusación del Demonio ¿Me creería merecedor del reino de los Cielos por mi actitud de hoy?. Una buena pregunta para plantearme a diario en mi examen de conciencia.

Madre:
Hoy experimento el Santo Temor de Dios, es decir, el miedo a alejarme de Su lado. Tened compasión de mí. Quiero esforzarme más, quiero que el Señor se sienta querido en mi relación con mi esposo. Alabado sea el Señor por siempre. Venero a mi esposo, su hijo, para alabarle a Él.

Los ritmos que tanto nos cuesta aceptar. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 13, 18-21

EVANGELIO
El grano creció y se hizo un árbol

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 13, 18-21
En aquel tiempo, decía Jesús:
«¿A qué es semejante el reino de Dios o a qué lo compararé?
Es semejante a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; creció, se hizo un árbol y los pájaros del cielo anidaron en sus ramas».
Y dijo de nuevo:
«¿A qué compararé el reino de Dios?
Es semejante a la levadura que una mujer tomó y metió en tres medidas de harina, hasta que todo fermentó».

Palabra del Señor.

Los ritmos que tanto nos cuesta aceptar.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El reino de Dios viene a la tierra porque un judío hijo de un carpintero, es crucificado por los suyos, por ser un alborotador y un blasfemo. Le seguían unos cuantos, los más cercanos, pescadores rudos e incultos. Así verían muchos la redención del mundo protagonizada por el Hijo de Dios y la constitución de la Santa Iglesia. Y muy poco a poco, regada por el Espíritu Santo y por la sangre del martirio, fructificaría la fe en toda la Tierra hasta que acabe siendo una Iglesia triunfante en la Gloria de Dios, en el fin de los días.

Dios quiere que construyamos Su reino en nuestros hogares, iglesias domésticas. Todos querríamos empezar por el final, teniendo un matrimonio espléndido lleno de gloria desde el primer día, y unos hijos que lo acogen con ilusión. Pero el reino de Dios, se construye muy lentamente y desde lo aparentemente insignificante. Y ¡¡Cuánto nos cuesta aceptar los ritmos de nuestro Creador!! Es la impaciencia de Eva y Adán, que quisieron ser como Dios antes de tiempo, por pura vanidad.

En nuestro matrimonio, el Campesino es Dios, que siembra la semilla de nuestro amor conyugal: “Lo que Dios ha unido”. Justo después, no se ve nada, y pasa mucho tiempo regándose con frecuencia y abonándose, hasta que emerge un pequeñísimo tallo. El agua de riego es el Espíritu Santo, y el abono es todo aquello que parece maloliente, pero que realmente alimenta esa semilla que puso Dios en nosotros. Son nuestras diferencias, nuestras debilidades, nuestros pecados, las dificultades de la vida… son todas estas circunstancias de la vida que, si las acogemos, hacen que rompamos nuestra coraza, abramos nuestro corazón a la humildad y acabe la semilla del Señor, dando fruto por nosotros.

Nuestro amor es como el grano de mostaza. Empieza siendo pequeño, pero llegará a ser mucho más grande de lo que nos podamos imaginar, para que sobre sus ramas, descansen nuestros hijos e incluso, otros matrimonios que no tienen donde cobijarse porque están perdidos como ovejas sin pastor. Nuestro amor es el reino de Dios que se instaura en este mundo, porque se rige por las leyes de Dios, y no por las de los hombres, porque da vida en nombre de Dios y se expande, y mediante él, damos gloria a Dios.

Madre:
No importa que nuestra semilla de amor tarde en dar fruto. Sólo nos importa no poner trabas al Señor para que sea como y cuando Él quiera que sea. También somos conscientes de que necesitamos mucho abono para romper esa coraza que nos encierra en nosotros mismos. No importa, Madre. Acogemos con alegría lo que tenga que venir, es nuestra pequeña manera de hacer la eucaristía. Por Cristo, con Él y en Él, a ti Dios Padre Omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos. Amén.

Dignidad o indignidad. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 18, 9-14

EVANGELIO
El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo no

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 18, 9-14
En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que se confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:
«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
«¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo».
El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo:
«¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador».
Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Palabra del Señor.

Dignidad o indignidad.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Ante nuestro esposo, nos empeñamos en defender nuestra dignidad. Para ello, engañados por nuestro orgullo, nos presentamos como mejores de lo que somos y sin embargo, ante las debilidades de nuestro cónyuge, somos muy poco comprensivos, y tendemos a pensar o decirle: “No entiendo cómo has podido hacer eso. Yo desde luego no lo habría hecho”. ¿No es esta una actitud de desprecio hacia él/ella?.

Si viéramos a alguien actuar así, pensaríamos que es un arrogante y un engreído y nos provocaría rechazo.

Jesús propone un camino que nos cuesta verlo porque parece que consiste en rebajarse. Ante nuestro esposo, reconozcamos nuestras debilidades. No nos excusemos intentando “lavar” nuestra imagen. Reconozcamos nuestras faltas de amor cada vez que las cometamos y pidamos perdón. Considerémonos indignos de ese don tan maravilloso que Dios nos ha dado y que es mi esposo y mi matrimonio.

Si viéramos a alguien actuar así, reconociendo sus faltas de amor y pidiendo perdón, nos sentiríamos atraídos por su actitud y nos daría ganas de abrazarle. ¿No le ocurrirá lo mismo a Dios?

Cegados por nuestro orgullo, lo que me parece que me dignifica, realmente me hace perder la dignidad, y lo que me parece que es perder la dignidad es lo que realmente me hace recuperarla.

Hay dos maneras de amarnos: 1 la perfecta y 2 a través del perdón. La primera no existe en ningún ser humano (aunque nos empeñemos en exigírsela a nuestro esposo). La segunda es la nuestra, la de todos. Nos amamos porque nos pedimos perdón constantemente y nos perdonamos, y en cada uno de estos actos de amor, recuperamos nuestra comunión y estamos listos para continuar haciendo crecer nuestro matrimonio. Así es también en nuestra relación con Dios.

Madre:
Que esté siempre abierto a pedir perdón, a reconocer mis errores, a saberme limitado, para que cada vez reconozca más la necesidad de que Tú me guíes y me acompañes, en mi matrimonio y en mi oración. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

¡A la carga! Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 13, 10-17

EVANGELIO
A esta, que es hija de Abrahán, ¿no era necesario soltarla de tal ligadura en día de sábado?

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 13, 10-17
Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga.
Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y estaba encorvada, sin poderse enderezar. de ningún modo.
Al verla, Jesús la llamó y le dijo:
«Mujer, quedas libre de tu enfermedad».
Le impuso las manos, y en seguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios.
Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, se puso a decir a la gente:
«Hay seis días tenéis para trabajar; venid, pues, a que os curen en esos días, y no en sábado».
Pero el Señor le respondió y dijo:
«Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata en sábado su buey o su burro del pesebre, y lo lleva a abrevar?
Y a esta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no era necesario soltarla de tal ligadura en día de sábado?»
A decir estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba por todas las maravillas que hacía.

Palabra del Señor.

Nota: ProyectoAmorConyugal organiza un retiro para matrimonios y familias en Madrid, entre los días 21 y 23 de octubre. Pedimos vuestras oraciones.

¡A la carga!
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Podemos ir encorvados por el peso de la vida o por faltas de rectitud o pureza de intención: “La tendrás siempre, sí, siempre y en todo, sólo buscas agradar a Dios.” (San José Mª, Camino, n. 287).

El Señor entiende lo que está sufriendo la mujer encorvada, y le cura sin que ella se lo pida ni siquiera. Jesús demuestra compasión, aun cuando el origen del sufrimiento provenga de la falta de rectitud.

¿Soy sensible a mi esposo encorvado por el peso que carga a sus espaldas? A lo mejor somos tan hipócritas que nos esforzamos mucho por ahí desatando “bueyes y burros” y poco en casa atendiendo a nuestro esposo. Quizás llego demasiado cansado como para atender a la persona más importante de mi vida.

Mi esposo está encorvado por el trabajo, porque necesita el cariño que no le doy, porque necesita la paciencia que no tengo con él/ella, porque necesita alguien que le entienda y no le eche la bronca, sino que le dé ánimo. Está enfermo a causa del espíritu de la rutina, o del vacío del mundo, de la competitividad, o… ¿Qué espíritu hace que enferme mi esposo? Quizás ni lo sepa.

¿Es que no me compadezco de su fragilidad? Jesús sí. Hoy, a través de mí, quiere llamar a mi esposo y decirle: “Quedas libre de todo eso que te oprime, apóyate en tu esposo y apóyate en Mí que te ayudaré a sanarte.”

Señor, que nos mueva Tu compasión y seamos canal de Tu misericordia el uno para el otro. Tú nos das poder para sanarnos mutuamente en Tu nombre. Tu misericordia, Señor, me empuja a la acción. Que actúe siempre con pureza de intención, para agradar a mi esposo, y así agradarte.

Damos gracias a Dios y a nuestra Madre, por las experiencias que estamos viviendo en este retiro para matrimonios que estamos celebrando. Gloria a ti por siempre, Señor.

La verdadera muerte. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 13, 1-9

EVANGELIO
Si no os convertís, todos pereceréis lo mismo

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 13, 1-9
En aquel momento se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús respondió:
« ¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera».
Y les dijo esta parábola:
«Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.
Dijo entonces al viñador:
«Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?”.
Pero el viñador respondió:
«Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar»».

Palabra del Señor.

Nota: ProyectoAmorConyugal organiza un retiro para matrimonios y familias en Madrid, entre los días 21 y 23 de octubre. Pedimos vuestras oraciones.

La verdadera muerte.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hoy Jesús aclara una de las cuestiones más preguntadas por la gente. ¿Por qué Dios permite los desastres en los que muere tanta gente inocente?. Dios no es castigador, es el mundo que está degradado por el pecado, y acabará totalmente destruido antes o después. Es la consecuencia del pecado del hombre, que ha dado la espalda a Dios. Las enfermedades, los desastres, los asesinatos… todo esto existe porque el hombre no acogió el paraíso que Dios le entregó si le obedecía y mantenía una alianza de amor con Él. Hoy tenemos una nueva ley, la del amor, y seguimos sin obedecer ¿Cómo no va a haber violencia?.

Por tanto, los que mueren en un terremoto, no es porque Dios les castigue, sino que les ha tocado ser víctimas de un mundo inestable y caduco.

Pero entonces Jesús expone una parábola de esperanza. Hay alguien que se encarga de cavar y abonar la higuera que no da fruto. Esa higuera somos nosotros, su Iglesia. Él nos mantiene a través de la oración y los sacramentos (también el del matrimonio) para que demos fruto. Porque aquí lo malo no es morir a la vida terrena, es morir a la vida eterna. Por eso Jesús insiste: “Convertíos”, porque lo malo no es morir en una catástrofe o asesinados por un malvado (aunque a nosotros nos preocupe mucho). Lo malo es no vivir para la vida eterna, y esto depende de nuestra conversión.

También Jesús quiere que nosotros cavemos y abonemos alrededor del árbol de nuestro esposo. Él no nos da por perdidos, no lo hagamos nosotros con nuestro esposo. Tengamos paciencia, aunque dé poco fruto, aunque no cambie y siga con su mal genio o su falta de paciencia o sus despistes o sus faltas de detalles o … A nosotros nos toca ir en nombre de Jesús a cavar y abonar con cariño a su alrededor para colaborar en su conversión. Para que no muera.

Madre:
Qué enorme don el de tu Hijo Jesús. Alabado sea por siempre. Saber que está intercediendo por nosotros todos los días ante el Padre. Yo también quiero ser así con mi esposo, quiero amarle de verdad, quiero lo mejor que puedo desear para él/ella: Su santidad. Concédesela, por Jesucristo nuestro Señor, amén.