EVANGELIO
¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 17, 11-19
Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:
«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros».
Al verlos, les dijo:
«ld a presentaros a los sacerdotes».
Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias.
Éste era un samaritano.
Jesús tomó la palabra y dijo:
«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?».
Y le dijo:
– «Levántate, vete; tu fe te ha salvado».
Palabra del Señor.
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(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)
Diez quedaron limpios de su lepra, pero sólo uno quedó salvado por su fe: El que volvió para dar gloria a Dios.
Hay una cita de Chesterton que dice: «Una vez al año agradecemos a los Reyes Magos los regalos que nos encontramos en los zapatos, pero nos olvidamos de dar las gracias todos los días a Dios que nos ha dado los pies para meterlos en ellos».
Dios me lo ha dado todo, menos el pecado. ¡Todo! Muchas cosas que aún no conozco, otras que no aprecio suficientemente y que vivo gracias a ellas de la manera más natural, como el que camina inconsciente de que ha recibido dos pies para andar.
Sin embargo, estamos muy atentos a lo negativo, a lo que nos falta. A aquellos leprosos les faltaba la salud y se acordaban de Dios. Son curados y de repente se olvidan de Él.
Ahora te proponemos que te vuelvas al Señor y le agradezcas todo lo que te ha dado y ha hecho por ti con tu propia oración de acción de gracias:
Señor, soy testigo de que me has curado, de lo que has hecho en mí, en nosotros. Somos testigos de tu fuerza y tu bondad. Deseo que todos experimenten que estás vivo y das vida.
Alabado seas Señor mío y Dios mío porque has creado un mundo hermoso para que habite en él y me has dado poder sobre él, porque no te he respondido y Tú me has salvado, gracias porque has creado a mi esposo para mí y para que me ayude a ir a ti: Un hijo Tuyo que pones a mi lado para que se haga uno conmigo. Debería tomar conciencia de tal don y tratarlo con más delicadeza. También nos has bendecido con nuestros hijos, nos has mostrado tu sabiduría para caminar por sendas rectas y me perdonas y levantas cada vez que tropiezo. Gracias por hacerte hombre como yo para poder enseñarme a caminar como hijo y esposo, gracias por entregarte y sufrir por mí para salvarme, y para hacer posible nuestro amor de comunión. Gracias por darme a tu Santa Madre ¡Qué don más hermoso! Una madre Santa que me protege, intercede, me guía y aconseja, sufre por mí con entrañas de Madre… En fin, es una lista tan larga de agradecimientos que no tengo derecho a estar triste.
Gracias Señor por mostrarme tu amor con tanta generosidad. No hay con qué darte gracias, pues eres tan inmenso e infinito… Sólo puedo postrarme ante tus pies, como el leproso curado de hoy y darte gracias por curarme a mi cada día de mi lepra.
¿Cómo te podré pagar? Alabado seas por siempre, Señor.