Archivo por días: 8 mayo, 2016

Encontraremos la paz en Él. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 16, 29-33

EVANGELIO
Tened valor: yo he vencido al mundo

Lectura del santo Evangelio según san Juan 16, 29-33
En aquel tiempo, dijeron los discípulos a Jesús: – «Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que saliste de Dios». Les contestó Jesús: – ¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo».

Palabra del Señor.

Encontraremos la paz en Él.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Cuando creemos que sabemos y entendemos, el Señor y nos demuestra lo lejos que estamos de la plenitud y la verdad de Dios. Y nos lo hace ver para que encontremos la paz en Él, sabiendo que Él sí está con el Padre y ha vencido al mundo. Así, “tampoco el misterio de la familia cristiana puede entenderse plenamente si no es a la luz del infinito amor del Padre, que se manifestó en Cristo” (Amoris Laetitia 59)

El matrimonio es obra de Dios, y es un misterio que nos sobrepasa. Ponemos algunos ejemplos: Nuestro matrimonio y nuestra familia, han sido “restaurados a imagen de la Santísima Trinidad, misterio del que brota todo amor verdadero” (Amoris Laetitia 63). ¿Quién conoce el misterio de la Santísima Trinidad del que somos imagen?. “…los esposos son consagrados y, mediante una gracia propia, edifican el Cuerpo de Cristo y constituyen una iglesia doméstica (Amoris Laetitia 67) ¿Quién comprende este misterio en plenitud?.

Necesitamos seguir descubriéndolo de la mano del Señor, permanentemente, durante toda la vida. Necesitamos vivir un itinerario permanente de fe, formación y vida, para ir poco a poco desvelar estos misterios que Dios nos ha dado la gracia de vivir. El Señor dice que no tengamos miedo de las dificultades, incluso si nos hemos dispersado y hemos abandonado al Señor. No me puedo acomodar, porque pueden venir otros siete demonios y será peor. Tengo que seguir luchando por llegar al Señor a través de mi vocación conyugal, confiando en que Él ha vencido al mundo. Encontraremos la paz en Él.

Madre:
Qué perdido me encuentro a veces. Cómo me inunda la oscuridad y la falta de esperanza. En otras ocasiones, me creo en posesión de la verdad y me aferro a mi autosuficiencia. A veces tan arriba, a veces tan abajo… Hoy vivíamos en la Eucaristía el milagro de Dios que se hace pan y se deja comer para hacernos parte de Él. Después de vivir eso ¿Qué más muestras de amor necesito?. El Señor nos ha llamado a su Proyecto de Amor, de santidad. No nos cabe la menor duda de que lo va a hacer posible. Alabado y bendito seas por siempre, Señor.

Signos de Cristo terreno. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 24, 46-53

EVANGELIO
Mientras los bendecía, iba subiendo al cielo

Conclusión del santo Evangelio según san Lucas 24, 46-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: – «Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que vino de lo alto». Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

Palabra del Señor.

Signos de Cristo terreno.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La Santísima Humanidad de Cristo, asciende al Padre. Nos invade una extraña sensación de tristeza y alegría a la vez. Tristeza porque como humanos, necesitamos que nuestra mirada se cruce con la de Jesús, tocarle, abrazarle, escuchar su voz realmente, contemplar los gestos de amor en su rostro… y no es posible. Y alegría, porque se queda en la Santa Eucaristía y nos envía el Espíritu de Dios.

Pero qué importante es para nosotros amar en la carne ¿Verdad?. Sin embargo, muchas veces tendemos a “espiritualizar” el amor y nos olvidamos de “encarnarlo” en nuestro esposo. Tan importante es el amor encarnado, que el mismo Dios se hizo carne para amarnos con un cuerpo y redimirnos entregando, precisamente, Su cuerpo. ¿Por qué nos empeñamos en esa especie de amor etéreo a Dios, como si pudiese existir separado de nuestro amor carnal a nuestro esposo?.

161. “Mientras la virginidad es un signo «escatológico» de Cristo resucitado, el matrimonio es un signo «histórico» para los que caminamos en la tierra, un signo del Cristo terreno que aceptó unirse a nosotros y se entregó hasta darnos su sangre.” (Papa Francisco Amoris Laetitia)

Cuando el Señor asciende a los cielos, los responsables de ser signos suyos en la tierra de esa entrega de Su cuerpo y de Su sangre, somos los esposos. Si no vivimos nuestro amor terrenal, ese amor que nos hace una sola carne, no estamos siendo Sus testigos.

Eso justo que echamos de menos de Jesús, una vez ascendido a los cielos, es lo que tenemos que experimentar con nuestro esposo: Ese cruce de miradas, esas caricias, abrazarnos, escucharnos hablándonos de amor y entregándonos mutuamente nuestros cuerpos, nuestra intimidad, aprovechando toda la potencia de esta carne que nos dio el Padre y cuya dignidad ha elevado Cristo a la categoría de Dios.

Madre:
Tú sabes muy bien cómo se encarna el Hijo de Dios, porque fuiste mediadora de la unión en Cristo de la divinidad de Dios y la humanidad del hombre. Acoge nuestro matrimonio en Tu seno para que, revestidos de la fuerza de lo alto, se manifieste en nuestra relación conyugal, el Espíritu de Dios. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.