Archivo por meses: abril 2016

Un alimento que perdura. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 6, 22-29

EVANGELIO
Trabajad no por el alimento que perece, sino por el que perdura para la vida eterna

Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 22-29

Después de que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos. Entretanto, unas barcas de Tiberiades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: – «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?» Jesús les contestó: – «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios». Ellos le preguntaron: – «Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?» Respondió Jesús: – «La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado».

Palabra del Señor.

Un alimento que perdura.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Ellos preguntan por las obras y Jesús habla de ¿creer?. Porque cuando el Señor habla de creer no se refiere al entendimiento, sino a una conversión que afecta completamente a la persona: A sus prioridades, a su estilo de vida, sus decisiones… todo. Creer en Jesús es estar dispuesto y luchar por cambiar todo lo mío por todo lo Suyo. Creer en Jesús es amar a Dios sobre todas las cosas, y por tanto, no puede ser que yo tenga tiempo para ver la tele y no para rezar con mi esposo, o que no saque tiempo para hablar de nuestras cosas con él/ella en profundidad, o que mis hijos vayan a un montón de clases extraescolares y no tengan un grupo de fe en la parroquia o en el cole.

Creer en Jesús es amar a mi esposo como Él ama: no se queja nunca, siempre pendiente de las necesidades del otro, dispuesto a todo para salvarle, parece que no descansa…

Luego está esa frase: “Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna”. ¿Cuál es ese alimento? La Eucaristía que nos da Cristo, y cuando nos la da nos dice: “haced esto en memoria mía”. La Eucaristía tenemos que “celebrarla” primero para después “hacerla”. Hacer la Eucaristía es hacer la voluntad del Padre, cuando nos toca rompernos por el esposo, vivir la pasión por él para su salvación.

Madre:
Ayúdanos a ser esposos creyentes. Que nuestra vida de esposos sea realmente como la de Jesús, tengamos sus mismos sentimientos. Que Él nos transforme en la Eucaristía. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Obediencia, amor y fe. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 21, 1-19

EVANGELIO
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado

Lectura del santo Evangelio según san Juan 21, 1-14

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberiades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo; Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: – «Me voy a pescar». Ellos contestan: – «Vamos también nosotros contigo». Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: – «Muchachos, ¿tenéis pescado?». Ellos contestaron: – «No». Él les dice: – «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. » La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro: – «Es el Señor». Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: – «Traed de los peces que acabáis de coger». Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: – «Vamos, almorzad». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?». Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos». Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas». Le dice por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras». Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme».

Palabra del Señor.

Obediencia, amor y fe.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

En este Evangelio se nos habla de las actitudes que nos llevan a Jesús. La primera es ser obedientes, “haced lo que Él os diga”, le decía la Santísima Virgen a aquellos que servían en las bodas de Caná. Hoy los discípulos obedecen a Jesús y echan las redes cuando Él se lo dice y por donde Él se lo indica. El resultado, es que obtienen frutos.

Muchos matrimonios llevan tiempo intentando superar una situación o alcanzar una meta, y no lo han conseguido aún. No importa, hay que embarcarse en la travesía del amor y tener esperanza. El amor todo lo cree, todo lo espera y todo lo alcanza. Jesús está con nosotros y si le obedecemos (“Amaos los unos a los otros como yo os he amado”), en cualquier momento sacaremos fruto abundante. «Dios no necesita de nuestros trabajos, sino de nuestra obediencia» (San Juan Crisóstomo).

La segunda actitud es la de Juan. El amor que capta lo que otros no ven. Él reconoce a Jesús resucitado de lejos. El amor es el que nos permitirá reconocer a Jesús resucitado en el esposo aunque esté lejos, y nos dirigirá hacia Él porque Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Qué importante es captar las sutilezas del amor en nuestro matrimonio. Qué importante estar atento al otro, para reconocer a Jesús en él/ella.

Y la tercera es la fe de Pedro. Pedro carece de esa delicadeza de amor, pero escucha a Juan decir que es Jesús, y sin dudarlo se ciñe, un gesto de obediencia hasta la muerte, y se tira de cabeza en la búsqueda del Señor. Es la fe en el Señor y en nuestro sacramento, las que nos hacen tirarnos de cabeza, desnudos si hace falta para encontrarnos con la verdad.

Madre:
Detrás de estas tres actitudes, nos está esperando el Señor con la mesa puesta para almorzar con nosotros. En la Eucaristía nos espera para que llevemos la ofrenda de lo que hemos recogido en nuestro trabajo por nuestra obediencia. Es el amor el que nos permite reconocerle en el pan y el vino, y el don de la fe nos mueve a ceñirnos y lanzarnos a participar en acción de gracias junto con nuestro esposo, nuestra familia y la Iglesia universal. Bendice nuestra unión, por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

La prueba. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 6, 16-21

EVANGELIO
Vieron a Jesús caminando sobre el lago

Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 16-21

Al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al mar, embarcaron y empezaron la travesía hacia Cafarnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando. Habían remado unos veinticinco o treinta estadios, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el mar, y se asustaron. Pero él les dijo: – «Soy yo, no temáis». Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio a donde iban.

Palabra del Señor.

La prueba.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Los discípulos comienzan una travesía en la que esperaban terminar reuniéndose con Jesús. Noche cerrada, soplaba un viento fuerte, el lago se iba encrespando… Una prueba sin duda. Pero ellos remaban, no dejaban de remar. Paulatinamente iban superando la prueba, hasta que, poco antes de llegar a su destino se les acerca el Señor demostrándoles un dominio absoluto sobre aquellas aguas. Una prueba que Él permite, sin duda.

Ahora se trata de que echemos la mirada atrás y contemplemos situaciones en las que los esposos hemos experimentado una prueba. Alguna de ellas probablemente aun no la hayamos superado. La primera pregunta es ¿Hemos remado a fondo para superarla? Y la segunda es ¿Nos ha servido esa experiencia para crecer en nuestro matrimonio?. Todas las pruebas deberían ser circunstancias que nos ayudasen a crecer en nuestro amor.

Como decía el Padre Pío: Bendita la crisis que te hizo crecer, la caída que te hizo mirar al cielo, el problema que te hizo buscar a Dios».

Madre:
A ti llamamos, los desterrados, hijos de Adán y Eva, a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea pues Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos. Y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!. Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Los dones de mi esposo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 6, 1-15

EVANGELIO
Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron.

Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: -«¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?». Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó: – «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo». Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: – «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero, ¿qué es eso para tantos?». Jesús dijo: – «Decid a la gente que se siente en el suelo». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: -«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda». Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: – «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo». Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

Palabra del Señor.

Los dones de mi esposo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Cuántas veces miramos los dones de nuestro esposo y nos parecen insuficientes. ¿Me interesan para lo que yo quiero o para lo que Dios quiere? Para lo que Dios quiere desde luego que son suficientes. El Señor le pide al Padre por nosotros y consigue para nosotros todo lo que necesitamos.

El matrimonio es un don de Dios que fue “diseñado” para que crezcamos juntos y juntos lleguemos a la plenitud. Pero ¿Qué son los dones de mi esposo para la inmensa sed de amor verdadero que yo tengo? Observemos que los discípulos no llevaban ni panes ni peces, sino que pertenecían a otro, a un muchacho que estaba allí. Aunque nos puedan parecer pocos los dones del esposo (como le pasaba a Felipe cuando Jesús le pone a prueba), con ellos el Señor tiene lo suficiente para alimentarme y saciarme. Hagamos hoy como los discípulos, ofrezcámosle los dones de nuestro esposo y pidámosle que obre el milagro.

El hombre y la mujer se atraen mutuamente, buscando complementarse. Cada uno necesita del otro para llegar al desarrollo pleno – como personas – expresando y viviendo profunda y totalmente su necesidad de amar, de entrega total. Esta necesidad los lleva a unirse en matrimonio, y así construir una nueva comunidad fecunda de amor, que implica el compromiso de ayudar al otro en su crecimiento y a alcanzar la salvación. Pongamos todo esto en el cesto del Señor, para que lo multiplique y “nada se pierda”.

Madre:
Al Señor lo quisieron hacer rey porque les daba de comer un alimento terrenal. Sin embargo el Padre lo hace Rey porque nos da un alimento para la vida eterna. Alabado y bendito sea por siempre el Señor. Señor, te ofrecemos a nuestro esposo y te pedimos para que con ellos te de gloria. “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres” (Salmo 125).

Sin medida. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 3, 31-36

EVANGELIO
El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano

Lectura del santo Evangelio según san Juan 3, 31-36

El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.

Palabra del Señor.

Sin medida.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Dios le da a Cristo su Espíritu sin medida. A nosotros nos lo da “con medida” y a través de la gracia, mientras que Cristo lo recibe todo por su naturaleza. Eso nos dice Teofilacto.

Hemos recibido el gran don de Dios, el inmenso don de Dios, que es Jesús. Ha venido a traernos todo lo que el Padre le ha dado. ¡Todo!. Así es la sobreabundancia de Dios. Cuando lo acogemos, nos maravillamos al certificar que el Padre es veraz. Y esto lo reconocemos porque lo experimentamos.

Jesús se hace Hombre, ya no hay excusas. El Rostro del Amor de Dios ante nosotros. Vemos su vida, escuchamos sus palabras, paga por nuestras culpas y nos trae el perdón, nos hace parte de Él integrándonos en Su Cuerpo místico, nos deja su Iglesia para que recibamos la fe y la vivamos, nos deja a Su Madre, permanece con nosotros… Y nos deja Su Espíritu, ese que recibió sin medida del Padre, ese que es el mismísimo Amor entre el Padre y el Hijo.

Después de todo esto, entendemos que nos mande: “Que os améis unos a otros como yo os he amado”. De manera que no depende tanto de lo que yo haga por mí mismo, sino de cuánto crea en Él, cuánto confíe en Él y de cuánto me una a Él.

Un matrimonio que vive por Cristo, con Él y en Él, en la unidad del Espíritu Santo para llegar al Padre, experimenta un amor nuevo, que certifica que el Padre es veraz. Se convierten en testigos del Amor, no por ellos, sino por Cristo que vive en ellos. Aceptan el testimonio que el Señor quiere dar a través de ellos. No es fácil, porque Él te lo pide todo… pero a cambio, recibe la vida eterna ¡desde ya!.

Así que, ama a tu esposo por Cristo, con Él y en Él, dejando que te conduzca el Espíritu y experimentarás que Dios es Dios de verdad.

Madre:
Estábamos sobrecogidos ya con los dones que recibimos de Dios en la Creación. Contemplamos el universo, la naturaleza, el milagro del ser humano, el tesoro del amor entre hombre y mujer… Pero cuando envía a Su Hijo, es para reventar de alegría y de gozo. Un don tan increíblemente impresionante… Digno de la mayor alabanza y el mayor agradecimiento. ¿Cómo le podré pagar?. Alabado y bendito seas por siempre Padre, en Tu generosidad infinita, sin medida.