Archivo por meses: abril 2016

Acompañar y servir. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 13, 16-20

EVANGELIO
El que recibe a mi enviado me recibe a mí

Lectura del santo Evangelio según san Juan 13, 16-20

Cuando Jesús acabó de lavar los pies a sus discípulos, les dijo: – «En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: «El que compartía mi pan me ha traicionado.» Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy. En verdad, en verdad os digo: el que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado».

Palabra del Señor.

Acompañar y servir.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

“Dichosos vosotros si lo ponéis en práctica.” ¿Qué tenemos que poner en práctica las familias para ser dichosos? Un amor que hace crecer a los demás, por eso se traduce como servicial. Toda vocación es un servicio, y la nuestra también. Es un servicio mutuo entre los esposos, a nuestra familia y a la sociedad.

Amar en hebreo significa hacer el bien ¿Pero de qué bien nos habla hoy Jesús? Todo padre le proporciona a sus hijos ropa, colegios, clases extraescolares, atención médica, se ocupa de que disfruten… Sin embargo, no hemos sido enviados para “criar” niños. Los animales también alimentan a sus crías, les enseñan a cazar y valerse por sí mismos, lamen sus heridas… Los esposos cristianos estamos llamados a “formar personas”, colaborando con Dios. Eso es lo que les hará verdaderamente felices. Por tanto, ¿Criamos o formamos personas?.

Dice el Papa Francisco en Amoris Laetitia: 287. “La educación de los hijos debe estar marcada por un camino de transmisión de la fe, que se dificulta por el estilo de vida actual, por los horarios de trabajo, por la complejidad del mundo de hoy donde muchos llevan un ritmo frenético para poder sobrevivir[306]. Sin embargo, el hogar debe seguir siendo el lugar donde se enseñe a percibir las razones y la hermosura de la fe, a rezar y a servir al prójimo. Esto comienza en el bautismo, donde, como decía san Agustín, las madres que llevan a sus hijos «cooperan con el parto santo»[307]. Después comienza el camino del crecimiento de esa vida nueva. La fe es don de Dios, recibido en el bautismo, y no es el resultado de una acción humana, pero los padres son instrumentos de Dios para su maduración y desarrollo.”

Si vuestros hijos son mayores y están alejados de Dios, no tiréis la toalla, que Dios nos ha dado mucho poder sobre ellos. Hay grandes conversiones por la oración, por el ejemplo de unos padres…

Jesucristo nos ha dado Su poder a quienes nos envía, el mismo poder que ha recibido de Dios. ¡Lo hemos recibido por nuestro sacramento! Nos ha enviado para unirnos los esposos y servir, apoyándonos el uno en el otro en esta gran misión. Irá por delante aquel que sea humilde, porque para trasmitir el amor de Dios, hay que vivirlo de corazón y es indispensable sanar el orgullo para ser fieles y no traidores.

La fidelidad a nuestra vocación de esposos, como dice el Papa en otro punto de la encíclica, “consiste en acompañar la fragilidad”. La de nuestros hijos y cómo no, la de nuestro propio esposo.

Acompañarnos y servirnos humildemente en nuestra fragilidad para llegar a Dios. ¡Qué hermoso!.

Madre:
Te suplicamos que seamos transmisores para nuestros hijos del verdadero alimento que da la vida. Llevar a cabo esta misión, nos hace ser uno en Jesús. Ayúdanos a unirnos en nuestra fragilidad, siendo fieles a nuestra llamada al Amor, haciendo así crecer a nuestros hijos en el Amor. Que acogiéndonos, acojan a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Gracias por escuchar nuestras oraciones. Amén.

¿Esposos que juzgan o que salvan? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 12, 44-50

EVANGELIO
Yo he venido al mundo como luz

Lectura del santo Evangelio según san Juan 12, 44-50

En aquel tiempo, Jesús dijo, gritando: – «El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas. Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre».

Palabra del Señor.

¿Esposos que juzgan o que salvan?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Jesús ha venido del Padre, portador de la Luz de su Amor, revelado en palabras y obras, para que seamos luz. Los esposos que lo reciben caminan en esta Luz. Los que lo rechazan, se tropiezan en la oscuridad y destruyen su amor y su matrimonio.

Cristo no viene a juzgarnos, sino a salvarnos. ¿Somos esposos que juzgan o esposos que aman?

El Amor disculpa todo. Dice al respecto el Papa Francisco en Amoris Laetitia 112-113:

“«guardar silencio» sobre lo malo que puede haber en otra persona. Implica limitar el juicio, contener la inclinación a lanzar una condena dura e implacable… Detenerse a dañar la imagen del otro es un modo de reforzar la propia, de descargar los rencores y envidias sin importar el daño que causemos.

Los esposos que se aman y se pertenecen, hablan bien el uno del otro, intentan mostrar el lado bueno del cónyuge más allá de sus debilidades y errores. En todo caso, guardan silencio para no dañar su imagen. Pero no es sólo un gesto externo, sino que brota de una actitud interna.
Recuerda que esos defectos son sólo una parte, no son la totalidad del ser del otro.

…todos somos una compleja combinación de luces y de sombras. El otro no es sólo eso que a mí me molesta. Es mucho más que eso. Por la misma razón, no le exijo que su amor sea perfecto para valorarlo. Me ama como es y como puede, con sus límites, pero que su amor sea imperfecto no significa que sea falso o que no sea real. Es real, pero limitado y terreno. …El amor convive con la imperfección, la disculpa, y sabe guardar silencio ante los límites del ser amado.”

Cristo no vino a juzgar, porque vino a salvarnos, por amor. Si Él (que puede) no te juzga, esposo mío, yo tampoco. Hoy sé que, aunque tu amor hacia mí sea imperfecto, es también amor verdadero. Perdóname por no haber sabido valorártelo mejor.

Madre:
Tu único deseo es que nosotros construyamos nuestro hogar en Jesús y vivamos bajo su Luz. Limpia nuestra mirada de juicios malsanos. Ilumina Tú esas oscuridades profundas de nuestros corazones y conduce a nuestra familia a la plenitud de vida que nos ofreces. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

En Su nombre. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 10, 22-30

EVANGELIO
Yo y el Padre somos uno

Lectura del santo Evangelio según san Juan 10, 22-30

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: – «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente». Jesús les respondió: – «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado, es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».

Palabra del Señor.

En Su nombre.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Dice el Señor: “Las obras que yo hago en nombre del mi Padre, ésas dan testimonio de mí”. Por ellas debe saberse que es el Hijo, porque las hace en nombre del Padre. Así se demuestra que son uno. Nosotros los esposos, también nos hacemos uno cuando hacemos las obras en nombre del Señor. Así damos testimonio de Él. Y es que no es suficiente con las obras buenas.

Hoy hablaremos de la rectitud de intención, es decir, realizar nuestras obras para mayor gloria de Dios. De lo contrario, podríamos caer en la tentación de hacerlas para nuestra mayor gloria o vanidad. Esto suele ocurrir todas esas veces que le exigimos una respuesta al esposo a cambio de nuestras buenas obras.

La Santísima Trinidad son uno. Cuando nosotros celebramos el sacramento del matrimonio nos convertimos en su imagen. Dios es comunión y nosotros estamos llamados también a serlo. Un amor indisoluble que ama en lo bueno y en lo malo, en el sufrimiento y en la alegría. Un hombre y una mujer que se prometen toda la vida, dejan de pensar en sí mismos, dejan de tener sus propios bienes para compartirlos, todo lo mío es tuyo. Es unirnos tan fuertemente que nos transformamos en una sola carne. Pero todo ello, para mayor gloria de Dios.

Dice San Pablo en la Carta a lo Efesios (5, 21-33) que en los esposos cristianos se refleja un misterio grande, la relación establecida por Cristo con la Iglesia. Estamos consagrados por nuestro amor, y por la fuerza de nuestro sacramento estamos investidos en una verdadera misión, en la heroicidad que supone lo corriente de un matrimonio. Todas estas obras son del Padre y nosotros somos un medio para ser sus testigos.

Madre:
Nosotros somos Sus ovejas, escuchamos Su voz y confiamos en Él. Te damos gracias por todo lo que nos dais cada día para poder realizar las obras en el nombre del Señor. Perdónanos cuando no nos entregamos como estamos llamados a hacer, nos duele mucho ofenderle, pero deseamos seguir luchando por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

La puerta estrecha. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 10, 1-10

EVANGELIO
Yo soy la puerta de las ovejas

Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 1-10

En aquel tiempo, dijo Jesús: «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

Palabra del Señor.

La puerta estrecha.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El mundo está lleno de reclamos. Las mediciones de audiencias compiten unas con otras por ser más populares, las ofertas comerciales, las ideologías políticas, los clubes, etc. Pero todos llaman a las masas. Solamente hay uno que me llama por mi nombre, y ese eres Tú, Señor. Las demás llamadas prometen mi felicidad, pero buscan sus propios intereses. Otros se erigen como líderes a base de crear admiración hacia sí mismos, o criticando a otros, etc. Sin embargo Tú, Señor, tienes puesta tu atención en mí. Me pides que te siga por un camino único, que es mi misión, la que diseñaste para mi felicidad plena, desde toda la eternidad.

Es una misión que solamente puedo cumplir yo. Ser esposo de mi esposo concreto. Y si esta misión la realizo siguiéndote, por Tu camino, entonces daré mucho fruto.

Pero hoy Jesús no se presenta como “Pastor”, sino como “la puerta”. Son otros pastores los que conducen a sus ovejas “a través” de Jesús. Es el Papa Francisco el que conduce a Sus ovejas. Es el legado de San Juan Pablo II sobre el matrimonio el que nos orienta.

El buen Pastor no nos pide cosas que no haya hecho Él antes, como hacían los fariseos que cargaban a los demás con fardos pesados. Jesús nos enseña a amar al pecador y por ello nos muestra esa puerta estrecha. Ladrón es el que busca aquello que desea para su propio interés, es el que actúa movido por la triple concupiscencia y destruye a su paso lo que no le sirve del otro. El verdadero pastor sigue el camino del Pastor: Da su vida por recuperar a las ovejas perdidas, por recuperar al pecador, por colaborar en su salvación. El Señor nos hace a nosotros pastores de nuestros hijos, quizás también de algunas otras ovejas Suyas, para que les mostremos el camino que ya nos ha mostrado y hemos recorrido, nos pone otros matrimonios y familias para que les ayudemos. Aunque somos pecadores y somos limitados, nuestra misión es conducir a las ovejas de Dios a través de la Puerta, que es el Señor, sin buscar nada para nosotros. Así encontraremos fruto abundante para mayor gloria de Dios.

Hoy, Señor, como cada día te rogamos por esas ovejas Tuyas, para que no se pierda ninguna, te rogamos para que seamos para ellos mensajeros de Tu voz. Que tus santos ángeles nos ayuden a este rebaño de esposos y familias a caminar hacia los pastos que tienes preparados para ellos. María, Reina de la familia, ruega por nosotros.

Una nueva dimensión. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 10, 27-30

EVANGELIO
Yo doy la vida eterna a mis ovejas

Lectura del santo Evangelio según san Juan 10, 27-30

En aquel tiempo, dijo Jesús: – «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».

Palabra del Señor.

Una nueva dimensión.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Las cosas del Señor saben de otra manera. Tienen una fragancia especial, la fragancia de Cristo. Tienen una belleza especial a pesar de que suelen ser sencillas. Cuando tenemos una relación con el Señor, le reconocemos en los acontecimientos y en las circunstancias, le reconocemos en las personas que le siguen.

Nuestra vida ha adquirido una profundidad especial desde que le seguimos, se ha impregnado de Su fragancia. Nuestro proyecto es el Suyo, lo que más nos gusta es hablar de Él, le escuchamos en el esposo y nuestro matrimonio va alcanzando una nueva dimensión. Como dice el Papa Francisco en Amoris Laetitia, descubrimos la caridad, “La belleza —el «alto valor» del otro, que no coincide con sus atractivos físicos o psicológicos— nos permite gustar lo sagrado de su persona…”. Es María quien nos guía y nos lleva hasta sólo Dios sabe dónde.

Somos sus ovejas, a veces más perdidas, a veces más dóciles, pero Suyas, y Él no nos dejará, nos llevará hasta la vida Eterna. Él nos va introduciendo en ese deseo de ser uno. Quiere que experimentemos lo que Él experimenta con el Padre. Todo lo del Padre es Suyo, y le ha dado lo que más vale. Lo que está en Su mano está en manos del Padre. Un mismo proyecto, un mismo Espíritu, la misma naturaleza, una única voluntad, y nosotros en Sus manos.

Tenemos sed de Comunión, Señor, una sed insaciable de ser uno. Yo en él/ella y él/ella en mí. Un solo corazón, una sola carne, un solo espíritu. Tenemos sed del amor verdadero, de la mayor meta a la que puede aspirar el ser humano, amarnos con Tu amor. Realmente, este Proyecto de Amor, sabe a ti, huele a ti.

Tú Señor, lo harás posible. En ti confiamos. Amén.